CAPÍTULO 21

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Can.

Cuando todos se van a sus casas, yo me quedo en el jardín, tomándome otra copa de whiskey, mientras pienso en el comportamiento de Faith. Hemos estado genial durante toda la noche, hasta que ha llegado Pembe y ha empezado a comportarse de manera extraña. Casi ni me ha mirado en todo el tiempo, no me ha hablado y cuando lo ha hecho ha sido para ser borde y distante. Y no sé por qué.
     <<No tienes que darme explicaciones, no somos nada>>, las palabras de Faith me perforan el cerebro una y otra vez y la quemazón que siento en el pecho aumenta por segundos.
     <<Cree que volverás con Pembe>>, habla mi subconsciente.
     No voy a volver con Pembe, eso lo tengo más que claro. Sólo necesito que Faith lo sepa, que sepa que no voy regresar con Pembe y que la quiero a ella y sólo a ella. Pero para eso necesito que no me esquive tanto como lo ha hecho hoy. Aunque puede que hubiese sido más fácil si hubiera detenido a Pembe cuando ha empezado a acariciarme el brazo y darme besos en la cara. Al menos eso habría convencido a Faith de que ya no hay nada entre Pembe y yo, al menos por mi parte No lo he hecho, porque no quería cabrearme y montar una escena. Soy idiota, no hay más.
     -¿En qué piensas? – Pembe aparece y se sienta a mi lado.
     Creía que se había ido con mi hermano cuando él ha ido a llevar a Gamze a su casa. Les va bastante bien, igual que a Damla y Ömer. Creo que son las únicas cosas que van bien ahora mismo.
     -En todo y en nada – contesto, terminándome el whiskey y soltando el vaso en la mesa -. Creía que te habías ido a casa.
     -Me apetecía charlar un poco contigo – dice, apartándose el pelo de la cara.
     -Si la charla va por donde creo, es mejor que lo dejes, Pembe – suspiro -. Me voy a la cama. Buenas noches.
     Pembe se queda con la palabra en la boca y yo me meto en la cama con un cabreo de narices. Lo último que escucho es un portazo que me indica que Pembe se ha ido.
     Dos semanas después estoy que me subo por las paredes. No he conseguido hablar de una manera decente con Faith desde la otra noche y ya no sé qué hacer. La he llamado, le he mandado mensajes, he ido a verla a su casa, a la tienda del centro comercial en la que trabaja... y lo único que he conseguido han sido excusas y borderías de su parte. Y me está colmando la paciencia, no sólo su actitud, si no la de Pembe, que no ha parado de comportarse como si siguiéramos saliendo, a pesar de que cada vez que lo ha intentado le he parado los pies.
     Ahora mismo estoy revisando las fotos que hice ayer al perfume de la marca que quería que me encargara de las imágenes de su nueva campaña de publicidad. No es porque las haya hecho yo, pero han quedado perfectas.
     -¿Vas a seguir de morros muchos días, hermano? – me pregunta Engin, tirándose a mi lado en el sofá.
     Mi hermano acaba de llegar de la oficina y lo primero que ha hecho ha sido quitarse los zapatos, desabrocharse la chaqueta y aflojarse la corbata. No sé cómo soporta ir todos los días en traje. Yo acabaría hasta los cojones.
     -Estoy trabajando – contesto serio, sin apartar la vista del ordenador.
     -Cambia esa cara, Can – intenta formar una sonrisa en mis labios con los dedos -. Faith acabará viendo que la quieres y Pembe dejará su estúpido intento de volver contigo.
     -Espero, porque si no, acabaré pegándome un tiro – gruño, cogiendo el vaso de té que está en la mesa y terminándomelo.
     -Hoy es mi cumpleaños, ¿recuerdas? Faith vendrá y podrás hablar con ella largo y tendido. Por cierto, papá dice que le cojas el teléfono. Ah, y los chicos llegan a las ocho, así que no te dejes estar – se va a su habitación.
     Yo suelto el portátil en la mesa y me levanto del sofá para ir a mi habitación en busca de mi móvil. No lo he cogido en toda la mañana desde que llegué del gimnasio y llamé a Faith sin ningún resultado. Seguramente mi padre me ha llamado y yo no lo he oído. Cojo el teléfono de la mesita de noche, comprobando que Faith no me ha contestado a ningún mensaje, cosa que me da bastante coraje, y luego llamo a mi padre.
     -¡Hijo! – exclama cuando contesta la llamada -. ¡Por fin te acuerdas de que tienes padre!
     -No digas tonterías, papá. Sabes que siempre pienso en ti. ¿Qué tal el viaje?
     -Pues muy bien, hijo – contesta -. Ahora estamos en Nápoles. Me he encontrado a ese amigo tuyo del internado y me ha dicho que tienes que venir a verle cuanto antes.
     Creo que se refiere a Enrico, uno de los mejores amigos que tuve durante los años que estuve en el internado. Sin asomo de duda, puedo confirmar que es uno de los mejores tíos que he conocido en mi vida. Y siempre que voy a Nápoles (que voy un par de días todos los años) me paso a verle y revivimos buenos momentos.
     -Estoy pensando en ir unos días – le digo.
     -¿Y tú qué tal? Tu hermano me ha dicho que te has enamorado de una chica y que ahora mismo no estás muy bien.
     <<Anda que también ha tardado mi hermano>>, pienso, sarcástico. Yo quería contárselo cuando la cosa estuviera más clara entre Faith y yo, pero mi hermano ha sido más listo.
     -Sí, bueno... ahora mismo la cosa no está muy bien – me siento en la cama y suelto un suspiro -. Pembe ha venido para intentar arreglar nuestra ya muerta relación y Faith cree que voy a volver con ella. No me lo ha dicho textualmente, pero sus actos me lo dejan claro. Y no sé qué hacer, porque cada vez que intento hablar con ella me esquiva. Y sé que me quiere, papá.
     -Las mujeres son así de raras, hijo. Yo todavía sigo sin entenderlas del todo. Te quieren y se alejan, se enfadan y hacen como que no pasa nada... ¡son raras de serie!
     -Ella lo es, te lo aseguro.
     -Tiene que ser una chica estupenda y muy especial para tenerte así – dice.
     -Te encantaría si la conocieras, papá. Es dulce, simpática, graciosa, divertida, espontánea, una cocinera de primera y es absolutamente preciosa – lo digo en un tono tan suave y dulce que a mi padre le queda más que claro que estoy enamorado hasta las cejas.
     El corazón me late con más fuerza sólo por hablar de ella. Ahora mismo desearía abrazarla, en lugar de estar devanándome los sesos sobre cómo hacerle ver que la quiero y que me diga que ella también me quiere a mí.
     -Lucha por ella, Can. Si de verdad la quieres y estás seguro de que es la mujer de tu vida, no te rindas – me aconseja mi padre.
     -No pensaba rendirme.
     Durante unos veinte minutos más, charlamos sobre los demás lugares que visitará antes de volver a Estambul. Estoy deseando verlo y abrazarle. Hace meses que no le veo y necesito pasar momentos padre-hijo con él.
     -Bueno, hijo, cuídate mucho. Creo que en un mes o así estaré por allí, así que ve preparando ese cuerpo tuyo, porque voy a estrujarte a abrazos.
     -Nací preparado, papá – río -. Pásalo bien, te quiero.
     -Te quiero, hijo.
     Cuelgo la llamada y vuelvo a soltar el teléfono en la mesita de noche, pensando en la fiesta de esta noche y en cómo hablar con Faith.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora