Can.
Vuelvo a casa (por fin) después de pasar el resto de la noche en el hospital con Pembe. Por suerte no ha habido ninguna complicación, así que le han dado el alta, le han mandado algunos medicamentos para el dolor y una pomada para la hinchazón, y la he dejado en su casa. No he dormido en toda la noche y me escuecen los ojos como si tuviera un puñado de tierra en cada uno de ellos. Estoy acostumbrado a empalmar noches, sí, pero puedo asegurar que cualquier roca de las selvas es más cómoda que esos sillones de la sala de espera del hospital. Funcionarían de perlas como tortura.
Suelto las llaves en el mueble del recibidor y camino hasta la cocina, donde me encuentro a mi padre y a mi hermano desayunando. Los dos me miran y mi hermano aparta la mirada y vuelve a centrarse en su móvil y en su café.
-Hola, hijo – me saluda mi padre -. ¿Un té? No tienes buena cara.
-Sí, por favor – le contesto -. No he dormido en toda la noche. Han dejado a Pembe en observación hasta hace un rato.
-¿Está bien? – se interesa.
Miro a mi hermano y él ni pronuncia palabra, ni levanta la mirada. Parece molesto.
-Sí – le contesto a mi padre -. No tiene nada roto y la hemorragia fue porque se le rompió una vena por el puñetazo. Pero está bien.
Le doy un sorbo a mi té y vuelvo a mirar a mi hermano quien, finalmente, levanta la cabeza y me dedica una mirada de enfado que casi me cala hasta los huesos, antes de decir:
-Pues, por si te interesa saberlo, hermano, Faith, la que se supone que es tu novia, está bien, y no gracias a ti, precisamente – el retintín que usa no me gusta nada.
-¿A qué viene ese tonito, Engin? – le pregunto con voz seria.
Mi hermano se levanta como un resorte de la banqueta y da un golpe en la isla.
-¡Cómo que a qué viene el tono, Can! – exclama, enfadado -. ¡Viene a que te fuiste con tu ex-novia y dejaste tirada a tu novia, sin importarte una mierda si estaba bien! – me grita fuera de sí -. ¿Sabes que se ha roto los dedos? ¿Sabes que se pasó una hora y media mirando su móvil una y otra vez comprobando si te habías preocupado por llamarla o algo?
Sus palabras me perforan el pecho en cuanto las pronuncia. Pero recuerdo que le pegó a Pembe sin ninguna razón.
-Casi le parte la nariz a Pembe sin motivo, Engin – pronuncio.
Mi hermano suelta una carcajada sarcástica y se pasa los dedos por el pelo.
-¿¡Me estás hablando en serio, Can?! ¿Estás escuchándote a ti mismo? – chilla -. ¡Hablamos de Faith, de tu novia, de la mujer a la que se supone que amas! ¡Faith puede ser impulsiva y puede mandarte a la mierda en menos de dos segundos, pero nunca le pegaría a nadie sin razón! – exclama -. Ni siquiera te tomaste la molestia de escucharla un minuto, Can, decidiste creer a Pembe directamente, a pesar de que te estaba mintiendo.
-¿De verdad piensas que Pembe provocaría a alguien para que le pegaran? ¡Es de locos! – digo, sin poder buscar otra explicación.
-¡Vino aquí para volver contigo y cada vez que se cruzaba con Faith le decía que dejara de tener ilusiones de estar contigo, porque volveríais, se comportaba como si siguierais juntos cuando estaba ella sólo para que se alejara de ti, Can! ¿Enserio crees que no lo haría si con eso te tiene cerca?
Mi padre nos observa en silencio, sin pronunciar palabra.
Me paso las manos por la cara y suspiro.
-Engin, aunque la provocara, ¿crees que eso era suficiente para soltarle semejante puñetazo?
<<Deja de resistirte y admite que la has cagado>>, me pide mi cerebro.
-¡Y me lo dices tú que le dabas una paliza al primero que te dijera cualquier cosa más fuerte de la cuenta! – exclama -. Faith nunca le pegaría a nadie sin ningún motivo de peso por muy mal que le caiga esa persona – me lee la mente con lo de que no se soportan -, y si de verdad lo piensas es que no la conoces ni la mitad de lo que deberías, Can.
Mi hermano se larga de la cocina dejándome completamente hundido con sus palabras. Retiro el vaso de té de delante de mí y apoyo los codos en la isla, apoyando la barbilla sobre las manos. Joder, no sé qué pensar ahora mismo.
<<Tu hermano tiene razón, sabes que Faith nunca haría algo así. La conoces>>, vuelve a decirme mi subconsciente.
Suspiro y reflexiono todo lo que me ha dicho mi hermano. Es cierto que Pembe se comportaba como si siguiéramos juntos antes de que yo empezara a salir con Faith y que lo exageraba aún más cuando ella estaba delante. Y también es cierto que Faith me ha dicho que le restregaba una y otra vez lo felices que habíamos sido y que volveríamos a serlo. Mirando todo eso, me cuadraría que la provocara, porque así lograría mi atención. Joder, eso sería demasiado retorcido, ¿no?
<<Pero sabes que es la verdad>>.
Tengo que averiguar si Pembe me ha mentido o no.
Me levanto de la banqueta y salgo de la cocina.
-¿Adónde vas, Can? – me grita mi padre desde la cocina.
-A aclarar esto – contesto.
Cojo las llaves del coche del mueble de la entrada y salgo de casa para subirme una vez más al Mercedes y conducir hasta la casa de la madre de Pembe. Toco el timbre de manera insistente y, para mi suerte, es Pembe quien me abre. Va vestida con un pijama de seda blanco y una bata del mismo color que llega al suelo. El pelo lo tiene recogido en una cola de caballo y tiene la nariz hinchada y morada, al igual que la parte inferior de los ojos. Tiene mal aspecto, la verdad.
-¿Can? – parece sorprendida de verme.
-¿Podemos hablar? – pregunto serio.
Asiente.
-Sí, pasa.
Me deja entrar y cierra la puerta detrás de sí. Caminamos hasta el salón y por suerte sus padres no están, así que podremos hablar tranquilamente.
-Te lo voy a preguntar una sola vez y quiero que me digas la verdad. Porque si me mientes vamos a tener un problema – ella se queda callada -. ¿Provocaste a Faith hasta que te pegó y luego me mentiste?
Pembe traga saliva.
-Can, yo...
-No, Pembe – la interrumpo -. Sólo quiero que me respondas sí o no. Y te repito que más te vale no mentirme.
La miro serio y a la espera de su respuesta. Segundos después baja la cabeza y contesta con un hilo de voz:
-Sí..., la provoqué.
Un golpe de realidad me azota y la furia que siento no se puede describir. Joder, joder, joder. No creí a Faith, la dejé sola, le grité... y todo por una mentirosa que sólo quería separarnos. Aprieto los puños a mis costados y me paso las manos por el pelo recogido, sintiéndome un puto imbécil y un novio de mierda.
-¿Se puede saber en qué coño pensabas, Pembe? ¿Provocarla para que te pegara? – le grito, furioso con ella y conmigo mismo -. Me preocupé por ti porque sentí que era mi responsabilidad por todo lo que te he hecho pasar con la ruptura, pero veo que me equivocaba cuando pensaba que eras buena persona – gruño entre dientes.
-¡Esa niñata nos ha separado, Can, te separó de mí! – me chilla llorando -. ¡Todo es culpa suya!
-¡No lo es! ¡Si hay alguien con quien tienes que estar dolida y enfadada es conmigo, no con ella, Pembe! ¡Yo te dejé! ¡Ella no tiene la culpa de que yo rompiera contigo, ni mucho menos tiene la culpa de que me enamorada de ella! – le grito -. Decidí creerte porque siempre he pensado que eras una persona sensata y con valores, cuando sabía de sobra que Faith nunca le pegaría a nadie sin motivos. Te creí porque me sentía mal por hacerte daño. Y tú me mientes e intentas hacerla quedar mal sólo porque estás celosa de que ya no sienta nada por ti.
-¡Pero yo te quiero, Can! – llora, intentando acercarse a mí.
-¡Pues yo a ti no, Pembe! – doy unos pasos atrás, alejándome -. Y nunca lo he hecho. No como se supone que un novio quiere a su novia. Estábamos juntos porque parecía lo correcto, porque nuestros padres eran amigos y porque casi nunca nos veíamos por mis viajes. Nunca he estado enamorado de ti, Pembe – me sincero y, aunque siento pena por ella al ver cómo su llanto aumenta, ya no puedo callarme más -. Nunca te he querido como la quiero a ella. Amo a Faith y siempre voy a quererla a ella y sólo a ella – le digo -. Y en vista de que no podemos ser amigos, te pido que te alejes de mí, de Faith y de todos nosotros. Y más te vale no denunciar a Faith por algo que tú has provocado, porque te juro que te arruino la vida – gruño con desprecio, porque es lo único que puedo sentir ahora por ella -. Adiós, Pembe.
Ella intenta detenerme entre llantos, pidiéndome que me detenga, que la escuche, que la perdone, pero yo la esquivo y hago oídos sordos a sus palabras. Camino hasta la puerta con la cabeza echando humo. Salgo de la casa con un cabreo monumental y me subo al coche sacándome el móvil del bolsillo y marcando el número de Faith. Necesito hablar con ella, pedirle perdón por ser un idiota, saber que está bien. Pero no contesta. Arranco el coche y vuelvo a marcar su número un par de veces más, mientras conduzco hasta su casa y rezo porque me perdone este puto error descomunal.
ESTÁS LEYENDO
Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉ
عاطفيةFaith es una chica divertida, familiar, ingeniosa y sin filtros, cuyo objetivo es convertirse en una buena chef y abrir su propio restaurante. Se pasa los días entre clases de cocina, turnos en la tienda de ropa en la que trabaja y reuniones con su...