CAPÍTULO 29

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Can.

Salgo de la ducha con una sonrisa de oreja a oreja, rebosante de felicidad. Me seco el cuerpo y cojo un vaquero negro y una camiseta y unos deportes del mismo color. Mientras me visto, pienso en que Faith está preparando la cena en la cocina y vuelvo a sonreír como el idiota enamorado que soy.
     Cuando he cruzado la puerta de la entrada y me he encontrado a Faith esperándome, no me lo creía. Esperaba que tardara más en aclararse, pero ha sido una sorpresa y al mismo tiempo un gran alivio ver que tenía más que claros sus sentimientos, aunque yo ya los sabía (porque me lo dijo sin ser consciente en la playa cuando estaba borracha). Pero quería y necesitaba que me lo dijera siendo consciente de ello. Verla tan nerviosa me ha producido tanta ternura que he tenido que aguantarme las ganas de abrazarla a los dos segundos de sentarnos en la cocina. Y cuando me ha dicho que me quiere me ha faltado poco para subirme encima de la isla y ponerme a bailar. Escucharla decir esas palabras me ha provocado un delicioso cosquilleo en el pecho y creo que incluso le he encontrado sentido al latir de mi corazón. Y su beso... Dios, ha sido la experiencia más maravillosa que he vivido nunca. Ayer no pude probarlos todo lo que me hubiera gustado, pero hoy he podido comprobar y reprobar que son el manjar más dulce y delicioso que podré probar jamás.
     Me coloco una par de anillos en ambas manos y algunas pulseras aparte de mi collar del ojo de tigre. Me arreglo un poco el pelo y ya estoy listo.
     Salgo de la habitación y camino hasta la cocina guiado por el delicioso aroma que impregna toda la casa. Cuando entro en la cocina, Faith está de espaldas a mí, removiendo algo dentro de una cacerola mientras tararea la melodía de una canción. Si tuviera que contar las veces que me la he imaginado aquí, perdería la cuenta.
     Hago un barrido por su cuerpo de arriba abajo. Me detengo en sus piernas cubiertas por un pantalón de cuadros blancos y negros, me deleito con sus caderas y me derrito con la piel expuesta de su cuello gracias al moño que lleva.
     <<No hay ser más hermoso en todo el universo>>, pienso, apoyándome en la pared para seguir admirándola en silencio.
     Pero no me basta.
     Camino sigiloso hasta ella y rodeo su cintura con los brazos. Se asusta al no escucharme y pega un brinco.
     -¡Joder, qué susto me has dado! - exclama, rompiendo en risas -. No te había oído.
     -Es que soy muy sigiloso - apoyo la barbilla en su hombro -. Pasta a la carbonara. Me encanta - sonrío y le beso la mejilla.
     -Por eso la he preparado - reconoce sonriendo y marcando ese precioso hoyuelo en su mejilla derecha.
     Me separo de ella cuando necesita espacio para verter la pasta en la salsa y removerlo todo, y me apoyo en la encimera sin dejar de observarla.
     -¿Te apetece cenar en el jardín? - le pregunto.
     -Claro - sonríe.
     -Pues voy a ir poniendo la mesa mientras tú terminas esto.
     Faith asiente y le doy otro beso en la mejilla antes salir al jardín. Preparo una preciosa mesita improvisaba en el césped con velas, copas y cubiertos, y coloco unos cojines mullidos en el suelo para sentarnos. La ocasión merece una cenita romántica a la luz de las velas.
     -Pues esto ya está - dice Faith saliendo al jardín.
     Lleva entre sus manos una bandeja llena de unas especies de canapés que ha preparado en los diez minutos que he tardado en preparar la mesa. Eso sí que es rapidez.
     -¿Has preparado esto ahora? - pregunto sorprendido cuando deja la bandeja en la mesa.
     -Can, ¿olvidas que soy una chef increíble? - presume en tono bromista -. ¡No exageres, anda! Sólo son un par de aperitivos - le quita importancia -. Voy a por los platos.
     -No, no, no, no, no - la agarro de los hombros y la siento en uno de los cojines -. Tú has preparado la cena, así que yo traigo los platos. Vuelvo enseguida.
     Corro a la cocina y cojo dos platos de la alacena en los que aparto los espaguetis a la carbonara.
     << ¡Madre mía, cómo huele esto!>>, pienso, salivando.
     Dejo los platos en la encimera y saco una botella de vino tinto de la vinoteca que hay justo al lado de la entrada. Luego cojo los dos platos, la botella y un sacacorchos con toda la maestría que puedo y salgo al jardín. Faith me sonríe cuando me ve aparecer y me da las gracias cuando coloco el plato de comida frente a ella.
     -¿Vino? - le enseño la botella.
     -Sólo una copa. Quiero recordar todo lo que haga hoy - bromea, haciendo referencia al día que bebió piñas coladas de más en el pub.
     Suelto una risa y relleno su copa. Luego lleno la mía y le pongo el corcho a la botella.
     -Vamos a hacer un brindis - levanto la copa.
     -De acuerdo - levanta la suya -. ¿Por qué brindamos?
     -Por un precioso futuro juntos - digo.
     Un precioso sonrojo le cubre las mejillas y una sonrisa de lo más adorable se forma en sus labios.
     -Por estar siempre a tu lado - dice ella.
     Sonrío con el corazón a punto de estallarme, y choco mi copa con la suya. Ambos nos llevamos la copa a los labios y le damos un sorbo al vino. El sabor dulce y amargo del líquido burdeos entra en contacto con mis papilas gustativas. Faith me mira sorprendida.
     -Vaya, esto sí que es un buen vino - bebe otro sorbo.
     Sonrío.
     -Me alegra que te guste.
     Cenamos bajo las estrellas mientras charlamos sobre lo buena que le ha quedado la salsa carbonara (y los canapés, que están de muerte), lo bonita que está la noche y lo felices que somos de estar juntos al fin. Es como si hubiera pasado una eternidad en la que hemos estado separados, principalmente por nuestra estupidez.
     -Quería pedirte disculpas por cómo te he tratado estas semanas. Creo que los celos me pudieron - se disculpa un poco avergonzada.
     En las semanas que Pembe ha estado aquí intentando arreglar nuestra ya inexistente relación de pareja, Faith se ha comportado como si no pudiera verme: se pasaba los días sin hablarme, me evitaba y era borde sin motivo. Sin embargo, he de admitir que si un exnovio suyo viniera con la intención de reconquistarla y yo estuviera casi seguro de que ella le daría otra oportunidad, estoy convencido de que me habría comportado de la misma forma, e incluso peor, me atrevo a decir.
     -¿En serio? ¡Casi ni me había dado cuenta! - bromeo y ella me lanza su servilleta de tela a la cara, haciéndome reír -. Pero hablando en serio, ¿de verdad creías que iba a volver con Pembe?
     Asiente, apretando los labios y bajando la mirada.
     -Cada vez que podía me restregaba lo bien que estabais juntos, que si vuestra relación era muy especial, que siempre te daban esos brotes de querer romper y luego volvíais... Y si le sumamos que soy una neurótica de manual y que yo te veía bastante cómodo con ella... - cuenta como si fuera algo totalmente obvio.
     -Pues he de decirte que deberías graduarte de nuevo esas gafitas tan monas, porque estás ciega. ¡Todo el mundo, incluso tu madre, se ha dado cuenta de que estoy loco por ti! - exclamo.
     -¿¡Mi madre?! - sus ojos se abren como platos y uno de los espaguetis que se acaba de meter en la boca resbala y le mancha la barbilla de salsa -. ¿Cómo sabe mi madre eso?
     Busca su servilleta o algo con lo que limpiarse, pero ya que me ha lanzado la suya a la cara hace cinco minutos, soy más rápido y le limpio la salsa de la comisura de la boca con los dedos. Su cuerpo se tensa y el brillo de sus ojos se intensifica al notar mis dedos sobre su piel. Yo me relamo los labios mientras retiro los restos blancos de la salsa de su boca y me llevo los dedos a la boca, lamiéndolos. Ese gesto la deja estupefacta, mirándome fijamente con los labios entreabiertos y la respiración agitada. Y a mí me vuelve loco. Tarda unos cinco segundos en reaccionar y volver a coger el tenedor.
     -¿De qué estábamos hablando? - pregunta intentando mantener la calma.
     -De que tu madre también sabe que estoy enamorado de ti desde el día que fui a verte cuando estabas con la migraña y acabamos yendo al pub - retomo la conversación -. Cuando fuiste a cambiarte me preguntó directamente si me gustabas. Me dijo que te miraba como sólo mira un hombre enamorado - retransmito las palabras exactas que me dijo Miriam ese día.
     -Claro, con razón no ha parado de decirme que todo saldría bien - murmura -. Qué lista es - gruñe apretando los dientes y entrecerrando los ojos.
     Me río. Es tan malditamente adorable.
     -¿Más vino? - le pregunto cuando su copa se queda vacía.
     -No, gracias. Voy a ir por un poco de agua.
     Faith hace un gruñidito adorable mientras se levanta del cojín y yo sonrío mientras la observo caminar en dirección a la cocina. Me quedo embobado en el movimiento de sus caderas y cuando desaparece en la oscuridad de la cocina vuelvo a la realidad y me echo un poco hacia atrás, apoyando la espalda en el enorme tronco de uno de los árboles que hay plantados en el jardín. Mis hormonas empiezan a revolucionarse. Segundos después Faith aparece con un vaso de agua en la mano y le da un par de sorbos en lo que tarda en llegar.
     -No te sientes - le pido cuando intenta colocarse de nuevo en su sitio -. Ven, ponte aquí conmigo.
     Bebe un poco más de agua y suelta el vaso en la mesita para luego sentarse a mi lado. Sin embargo, gracias a mis buenos reflejos, la agarro de la cintura antes de que se siente y coloco su cuerpo sobre mi regazo.
     -Así está mejor - sonrío y le retiro el flequillo -. Oye, ¿cuántas camisetas de Billie tienes? - le pregunto mirando la camiseta negra con el nombre de Billie Eilish en color naranja fluorescente.
     -Pues... - hace un mohín con la cara, pensativa -. Creo que unas cinco o así. No, seis.
     -¿Me creerías si te digo que me pidió que le hiciera las fotos para su primer disco y me negué?
     La expresión indignada de su rostro me hace reír.
     -¿Cómo pudiste rechazar la oferta de esa diosa de la música? - me regaña -. Fuiste muy, pero que muy tonto, Can Doğan.
     En ese momento me pareció una buena idea rechazarlo, porque no hago fotos de ese tipo. Aunque si me lo pidieran ahora, no dudaría en aceptar sólo por llevarme a Faith conmigo y que conozca a una de sus cantantes favoritas.
     -¿Puede hacerte una pregunta? - su expresión se vuelve seria y me pasa los dedos por la barba, acariciándola.
     -Claro, dime - coloco la mano sobre su muslo y le brindo una caricia.
     -¿Cómo... cómo estabas tan seguro de que vendría a decirte que estaba enamorada de ti? Quiero decir, nunca hemos hablado del tema ni nada por el estilo. ¿Cómo sabías que vendría?
     -Lo creas o no, ya sabía que estabas enamorada de mí - contesto.
     Faith frunce el entrecejo, confusa por mi respuesta.
     -¿Cómo que lo sabías? ¿Cómo?
     -¿Recuerdas que me preguntaste si hiciste algo de lo que arrepentirte el día que te emborrachaste en el pub?
     Su cara cambia por completo cuando cae en lo que le estoy diciendo. Incluso palidece.
     -¿Me declaré? - pregunta en un tonito agudo que le hace atragantarse y toser un poco.
     -Más o menos - frunzo los labios -. Dijiste que odiabas haber regañado a las chicas por no hablarles a los chicos de sus sentimientos porque te estaba pasando lo mismo. Y luego, y cito textualmente, dijiste: Can no puede saber que estoy enamorada de él.
     Sus mejillas se tiñen de un intenso color rojo similar al de las amapolas y baja la cabeza avergonzada al saber lo que pasó esa noche y que no le he dicho hasta ahora.
     -Dios, qué vergüenza - se frota la frente con la mano y se ajusta las gafas -. Seguro que te sentiste súper incómodo. Lo siento.
     -¿Incómodo? - suelto una carcajada al aire -. Fue felicidad en estado puro, amor.
     -¿A-amor? - tartamudea y traga saliva al escuchar el apelativo que he usado para referirme a ella.
     Sonrío.
     -Amor, cariño, cielo, mi vida, tesoro, bombón, peque... ¿cuál te gusta más? - le acaricio la nuca con mimo y ella se retuerce como una gatita ronroneando.
     <<Voy a besarla en menos de dos minutos>>, pienso.
     -Todos son muy bonitos - dice con su preciosa sonrisa.
     -Tú sí que eres bonita - ronroneo con voz grave.
     Me lanzo a sus labios y la sujeto de la nuca mientras ella pasa uno de sus brazos alrededor de mi cuello y con la otra mano me acaricia la mejilla.
     <<Pues han sido diez segundos al final>>, pienso, lamiendo su labio inferior.
     Faith abre la boca para tomar aire y aprovecho para volver a besarla, esta vez con más intensidad. Le lamo la lengua con parsimonia, disfrutando de su dulzura y su suavidad y ella suelta un jadeo que me eriza hasta los lugares más recónditos del cuerpo. Mi entrepierna se despierta con sus besos y una erección de lo más vigorosa hace acto de presencia. ¡Mierda, mierda, mierda! Ahora no, joder. Ponerme cachondo en nuestra primera cita no es buena idea. Nos separamos cuando nos falta el aire y apoya su frente contra la mía, mientras me acaricia la parte trasera del cuello.
     -Lo siento - le pido disculpas cuando se remueve incómoda al notar la dureza bajo su pierna.
     -No tienes que disculparte, Can. Incluso podría decir que me siento halagada de gustarle a tu entrepierna.
     Ambos nos reímos al unísono y me muerdo los labios.
     -Te quiero - le susurro con todo el amor que tengo en el cuerpo.
     -Yo también te quiero - me besa la mejilla y apoya la cabeza en mi hombro, suspirando con alivio.
     La abrazo contra mi pecho y le hago cosquillas  en el brazo desnudo con las yemas de los dedos. La felicidad y el sosiego que siento ahora mismo no pueden comprarse con nada de lo que he sentido jamás. Por fin la tengo entre mis brazos, está conmigo y me quiere tanto como yo a ella. Si me dijeran que voy a morir mañana, me iría plenamente feliz por el simple hecho de saber que ella me quiere.
     -Oye - levanta la cabeza al escucharme -, tendremos que decírselo a tus padres, ¿no?
     -¿El qué?
     -Pues que somos pareja - contesto obvio -. Porque somos novios, ¿no? - lo somos, ¿no?
     -Sí, aunque a mí nadie me ha pedido nada - se separa de mi pecho y frunce los labios, haciéndose la dura.
     Una risa brota de mi pecho cuando la veo dirigir su mirada hacia el cielo, esperando que le diga algo.
     -De acuerdo. Faith González Serrano, ¿quieres concederme el magnífico honor de ser mi preciosa novia? - le pregunto en un tono dramático y típico del siglo XIX.
     Faith se acaricia la barbilla, simulando que se está pensando la respuesta y haciéndose de rogar.
     -Deja que me lo piense... - frunce los labios -. ¡Sí! - se lanza a mi cuello y me abraza con fuerza -. Y respecto a mis padres, mi madre seguro que se lo toma genial porque te adora. Lo malo es mi padre. No sé si te has dado cuenta, Can, pero cada vez que alguien saca el tema de novios se pone un pelín desagradable.
     -Lo he notado, sí.
     Le acaricio el flequillo rizado y paso las yemas de los dedos por la suave y tersa piel de su mejilla. Su piel morena brilla con la luz de la luna y la de los focos del jardín y unos finos rizos se han escapado de su moño y descansan sobre la parte trasera de su cuello. Es simplemente preciosa. Parece casi irreal.
     -Pero no vamos a estar escondiéndonos, ¿no? - le pregunto.
     He esperado esto durante más tiempo del que me gustaría y no quiero tener que esconderme porque su padre se entere de imprevisto y quiera partirme las piernas. Que a ver, no quiero perder las piernas, las cosas como son, pero creo que es mejor que se lo contemos cuanto antes para que no haya problemas. Además, si Miriam sabe que su hija y yo nos gustamos y le parece bien... eso es un punto a favor, ¿no?
     -No, escondiéndonos no. Yo se lo suelto mañana y que sea lo que Dios quiera - me dice muy convencida -. Pero que no te extrañe si se vuelve un poco borde, te hace un interrogatorio o te mira raro.
     -Tomo nota. Ven aquí, abrázame - tiro de su mano y vuelvo a abrazarla. Su aroma a vainilla me transporta a otra galaxia y pierdo la noción del tiempo. 
     En medio de nuestro abrazo, un sonido lejano proveniente de la cocina llama nuestra atención. Parece el tono de un teléfono.
     -Es mi móvil. Voy a por él - Faith se levanta de mi regazo y corre hasta la cocina para contestar.
     Yo decido recoger los platos sucios de la mesita improvisada para meterlos en el lavavajillas. Cuando entro en la cocina, Faith está apoyada en la encimera con el teléfono en la oreja. Al verme sonríe. Yo le devuelvo el gesto.
     -Es Gamze. Dice que si vamos con ellos a la cafetería de la señora Ikbal.
     -¿A ti te apetece ir? - enjuago un poco los platos y los meto en el lavavajillas.
     -¿Gofres y batido de mango? ¡Claro que me apetece, Can! - exclama obvia y con una sonrisa radiante.
     Voy a comerme ese hoyuelo en cualquier momento.
     -Pues entonces vamos.
     La erección aún sigue ahí igual de presente, pero intento ignorarla; aunque es un poco imposible teniendo en cuenta que llevo como seis meses sin tener relaciones sexuales.
     <<Ahora vamos a ir a comer gofres y batidos, y tú te vas a relajar>>, le ordeno mentalmente a mi polla indecente.
     -Que sí, que ahora vamos para allá. Ahora nos vemos, adiós - cuelga la llamada -. ¿Nos vamos ya o tienes que hacer algo antes?
     -Ya está todo recogido - menos mi erección -, así que podemos irnos cuando quieras.
     -De acuerdo, pues vamos.
     Faith coge su bolso de encima de la isla y se lo cuelga del hombro. Yo cojo mi móvil y me lo guardo en el bolsillo antes de agarrar su mano y entrelazar nuestros dedos. Ella mira nuestras manos y sonríe antes de sonrojarse y tocarse el flequillo. Yo le beso los nudillos como respuesta y salimos de casa en dirección al coche.

Y SIN ESPERARLO TE ENCONTRÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora