87. NO TENGO APEGOS 《OBITINE》

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Desde sus inicios, en la orden jedi está prohibido cualquier tipo de apego. Los miembros no debían tener padres, hermanos, cónyuges o hijos, porque tales vínculos conducen a los celos, la desesperación, la pasión y las lealtades divididas. La orden no podía soportar tales cosas.

Los jóvenes padawan sentían apegos hacia sus maestros si no trazaban una línea cuidadosamente, y los maestros también; porque los habían criado desde la infancia. Los jedi eran considerados, ya que si las cosas no salían de control todo estaba bien, pero sino eso llevaba a unirse al lado oscuro. Obi-Wan Kenobi fue el mejor ejemplo de los que un jedi debe ser, equilibrado y tranquilo, siempre listo para aprender, elogiado por sus maestros desde que era joven.

Todo había comenzado con una llamada de comunicación. Que comenzó con la feroz e inteligente duquesa de Mandalore, y la aventura que tuvieron durante un año su deber era cuidar de ella. Algunas largas conversaciones, lecciones de tiro con bláster y muchas bromas para luego estar sentados besándose y con juramentos que se habían ido al infierno.

No tengo apegos, se decía a sí mismo cuando sus labios se presionaban contra los suyos y su cabello rubio se enreda entre sus dedos.

No tengo apegos, lo prometió, cuando su corazón se retuerce dolorosamente en su pecho cuando tuvo que irse de Mandalore, y por lo tanto su amada Satine.

Y aquí estaba él ahora, ocho meses después estaba de regreso en Mandalore.

No tengo apegos, se dijo a sí mismo, viendo a su amada descansar mientras sostiene a su hijo. Aunque la oración se siente vacía de sentimiento, es más una declaración de burlona.

Un hijo, su hijo. La prueba viviente de su incapacidad para aferrarse a las creencias jedi yacía sobre su pecho, mirándolo con grandes ojos azules que conocía bien. Él bebe tenía el cabello rubio rojizo.

No estaba seguro de que sentir. Lo peor era que el arrepentimiento no estaba entre sus emociones. No, peor aún, una sensación de orgullo floreció en su pecho cuando su hijo envolvió su pequeño puño en su pulgar. Tan dulce e inocente.

Volteo la cabeza hacia ella, dejando sus ojos brevemente al bebe. No había hablado mucho desde de la llamada. Ella le acababa de decir que viniera urgentemente y él, desinteresado como siempre, lo hizo. Todavía majestuosa y serena como siempre, la mujer a la que había llegado a amar parecía estar bien, pero podría sentir sus emociones agitándose.

¿Te sientes bien? -pregunto Obi-Wan.

Estoy bien de lo que he estado en meses -dijo ella inconscientemente apoyo una mano en su vientre y su expresión cambió- Entrégalo -ordeno y Obi-Wan obedeció.

Le dedico una última mirada a su hija antes de colocarlo sobre el pecho de su madre.

Su nombre es Korkie, en honor al último duque -comentó Satine, mientras Obi-Wan no dijo nada y ella frunció el ceño- Lo siento -dijo débilmente- Me dijeron que estaba en peligro de no sobrevivir el parto así que tenía miedo

Satine... -susurro Obi-Wan, y ella le ofreció una sonrisa triste.

Nunca tengo miedo cuando estas cerca, Ben -dijo ella sintiendo el nudo en su garganta- Además, si hubiera muerto... Mereces tú y Korkie saber la verdad

¿Por qué no me dijiste antes? -pregunto Obi-Wan con los labios temblorosos, apunto de llorar, enfrente de su hijo y la mujer que amaba- Si algo les hubiera pasado jamás me lo hubiera perdonado -dijo con voz algo melancólica.

Solías decirlo todo el tiempo "Los jedi no pueden tener apegos" -revelo Satine devolviéndole una sonrisa, pero no había tristeza en ella.

Diría que es un poco tarde para eso -confesó Obi-Wan acercándose hacia Satine que estaba algo confundida cuando sintió los labios de Obi-Wan sobre los suyos.

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