Capitulo 43

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NARRA CARLOTA

Los rayos que entraban por la ventana de Julieta iban a cegarme por completo. Tenía un dolor de cabeza monumental producto de todo el alcohol ingerido, o de tirarme toda la noche llorando.

Julieta no estaba a mi lado, una nota sobre la mesita me indicaba que se había tenido que ir al estudio. Ella me hizo el favor de acompañarme en mis horas más bajas y yo lo poco que podía hacer era dejarle la casa recogida antes de irme. Que triste.

Recogí la habitación y lo que había ensuciado para desayunar. Me aseé y me vestí con ropa de Julieta, la mía olía a alcohol y hierba. En la misma nota, por el reverso, le escribí que se la devolvería limpia.

Y echando un último vistazo a la casa de que todo estaba perfecto me fui. Mi apartamento no quedaba excesivamente cerca de la casa de Julieta pero tampoco tenía muchas ganas de llegar. El único pensamiento que me hacía respirar tranquila es que Tomás seguramente estaría drogado por ahí con alguna chica y la casa estaría sola.

Por el camino me compré un café, no era muy fanática de esta bebida pero sentía que lo necesitaba. Necesitaba algo que deshiciera el nudo que tenía en el pecho. Lágrimas no me quedaba ni una y aunque estaba completamente hecha una mierda puse mis mejores sonrisas cuando alguien me reconocía por las calles de Buenos Aires.

Ahora venía lo verdaderamente difícil. Entré al apartamento y lo divisé. A primera vista parecía estar igual que ayer, lo sabía, sabía que a Tomás todo le daba igual y estaba por ahí sin preocupación alguna.

Sólo tenía pensado estar aquí un rato, el justo para hacer las maletas con todas mis cosas y huir de este infierno al que un día llamé hogar. Es gracioso como de un momento para otro lo que albergaba amor acaba dejando pena.

-Carlota...- Su voz. Su estupida y sensual voz.

Me giré y lo miré. En su cara se reflejaba que él también había pasado una noche de perros.

-Hago las maletas y me voy.- Pasé por su lado y entré en nuestra habitación.

El obviamente me siguió. Es una costumbre que habíamos tenido siempre. Yo me enfadaba por cualquier tontería y él me seguía por toda la casa intentando que lo perdonara. Esta vez no había tonterías, estábamos así por una mierda bastante real.

-No quiero que te marches, yo lo haré. En el estudio hay un sofá donde puedo pasar unos días.- Su tono de voz era neutro.

Giré sobre mis tobillos y lo miré. -Puedes ir a tu maldito estudio los días que quieras.- una sonrisa que más bien parecía una mueca se formó en mi cara. -Con las mujeres que quieras.-

Intento decir algo pero lo corté. -No quiero quedarme aquí porque no te mereces ni saber dónde rehago mi vida.-

Me miraba triste y agotado. -Puedo aceptar que te pierda como pareja pero ni de broma digas que no voy a verte nunca más.-

Lo ignore y comencé a hacer las maletas. Se sentó en la cama mientras yo iba de un lado para otro cogiendo mis pertenencias. Es curioso la cantidad de cosas que puede acumular una persona en tan poco tiempo.

Salió de la habitación y en cuestión de segundos comencé a escuchar como rompía todo lo que había a su alrededor.

Había vidrios por el suelo y todo tipo de cosas que os podáis imaginar. Él estaba sentado en el suelo apoyado en la pared. Era obvio que no lo quería volver a ver en mi vida pero escenas como estas me mataban.

-Vamos Tomás, levántate por favor.- Cogí sus manos e intente hacer fuerza para levantarlo.

Él soltó mis manos con desprecio. -No me rompas más las pelotas y vete wacha. Es lo que quieres no? Irte de mi vida.- Su tono ahora frío.

Así era el. Podía pasar de un estado de ánimo a otro en segundos.

Se levantó y quedó a centímetros de mi, mirándome desafiante.

-Eres tú el que me has echado de tu vida.- lo señalé. -Para meter a otra.-

Me cogió de la muñeca, se notaba que no quería hacerme daño y solo hacía la fuerza justa para que no pudiera zafarme de su agarre.

Y cuando pensaba que iba a empezar a soltar veneno por su boca rompió a llorar. Parecía un niño débil e indefenso.

-Yo sólo la cagué.- con su mano libre me atrajo más hacía el. Mi cabeza rozaba su pecho. -Te mereces a alguien mejor que yo pero no puedo dejar que te marches porque te amo.-

Verlo así y escuchar esas cosas hacían que mi corazón doliera cada vez más. Si dijera que Tomás no me quiere mentiría porque siempre me lo ha demostrado.

Pasé mis manos por su cuello y acabamos fundidos en un abrazo. Mi hombro cada vez estaba más mojado por sus lágrimas.

-Necesito que entiendas que yo también te amo pero no puedo volver.- lo oí suspirar.

Se puso a mi altura y nos miramos varios segundo a los ojos, con las yemas de mis dedos limpie sus lágrimas.

Resulte ser más fuerte de lo que yo creía porque a pesar de estar hecha mierda me aguante llorar cerca suya.

-Siempre creíste en mí.- Dijo. -Por qué?.-

Seguíamos ahí, envueltos mirándonos a los ojos.

-No eres un mal chico. Sólo es una mala vida con unos malos vicios. El día que superes todo eso la mujer que te tenga será muy afortunada.- Dije sincera porque así sería.

-Vas a ser tú. Voy a cambiar para ser ese hombre y la afortunada vas a ser tu.- Acarició mi mejilla. -Mi castigo ahora es perderte pero mi recompensa será que vuelvas a ser mía.-

No paraba de mirarme de los labios a los ojos, una y otra vez. Sus palabras ablandaban mi corazón porque una parte de mí quería creérselas.

Creo que perdí la cordura cuando separé toda distancia entre nosotros y lo besé. Tardó un par de segundos en reaccionar, supongo que le costó entender que decidiera besarlo, pero siguió mi beso. Era un beso lento y bonito. Un beso de despedida.

Dejamos de besarnos por falta de aire pero no nos separamos. Ahora chocaban nuestras respiraciones.

-No tardes en ser ese hombre porque no sé cuánto tiempo podré esperarte Tomás.-

Ahora me besó el. Nuestras salivas se mezclaban con las lágrimas que le caían. Poco a poco me separé de él y lo miré por última vez.

A pesar del daño que me había hecho no quería olvidarlo jamás. Quería decirle que lo perdonaba, que había sido un capullo pero que mi amor por él era más fuerte, quería decirle que ya mismo le daba otra oportunidad, que limpiaríamos juntos el departamento y sería otra vez nuestro nidito de amor. Quería no, necesitaba decirle que sin él ya nada sería igual, sin sus bromas, sus besos, sus caricias. Él tenía que saber que por él era yo y que sin él no habría nada de Carlota.

Pero en lugar de todo eso cogí todas mis cosas y lo dejé ahí, sólo. Y sola me fui yo también. Nunca en la vida me había invadido tanto el sentimiento de abandono. Hice lo que era mejor para mi dejando a un lado lo que sentía. Lo necesitaba a él pero más me necesitaba a mi misma. Curar todo el dolor y el odio que se había instalado en mi ser y volver a brillar yo sola.

Confiaba en los dos, sabía que los dos saldríamos adelante y ya sea juntos o separados haríamos nuestras vidas de una mejor manera.

Sólo le pedía a la vida que si era juntos mejor, que realmente como dijo cambiara y pudiéramos encontrarnos de nuevo para amarnos como lo hacíamos al principio.

-Quedaste impregnado en mi alma a fuego lento, amándote tanto que quema.-

Oportuno. -C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora