Capitulo 11.

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Narra Tomás.

Todo estaba apagado; la única luz que me permitía ver era la de la propia luna que se filtraba a través de los grandes ventanales de la cafetería.

Mi mirada buscaba frenéticamente a Carlota, su llamada pidiéndome auxilio fue bastante para que saliera del coche prácticamente corriendo a buscarla.

Jamás había experimentado tanta angustia en el pecho, a decir verdad estaba probando el propio sabor del miedo. Si a Carlota le pasaba algo no iba a perdonármelo en el resto de mi vida.

Una pequeña luz a lo lejos, donde ella me dijo un día que eran los vestuarios. Corrí hacia ese lugar cuando la oí. Que demonios hacia Carlota discutiendo con la dulce Susana y porque necesitaba de mi ayuda para enfrentar a una anciana.

Sin pensarlo me adentré y ahí vi la situación de peligro. Carlota estaba recostada en el suelo mientras Nacho la golpeaba. La mitad de su ropa estaba destrozada y el hijo de puta tenía los pantalones casi bajados.

No podía creerme lo que estaba viendo; tampoco di lugar a pensarlo mucho porque en cuanto esa imagen se posó sobre mi corrí hacia Nacho para acabar con él y salvar a mi niña.

Mierda. Que demonios estaba pasando. Era como si una pared invisible no me dejase llegar hasta ellos. La golpeé mil veces pero no cedía. Pensé en sacar mi pistola y hacerla añicos pero simplemente el arma se esfumó.

Nacho seguía golpeándola cada vez más fuerte y Carlota simplemente dejó de respirar. Me quedé estático cuando el cesó la golpiza que le estaba dando y ella no se movía, no se quejaba. No hacía nada.

Caminó hacia mí lentamente mientras me sonreía; una sonrisa que me atravesó el alma ya que parecía un verdadero psicópata. Intente golpearlo pero una vez más no pude.

-La dejaste sola Campos. Te fuiste y simplemente la abandonaste. Nunca más podrás salvarla de cualquier peligro.- Me dijo con tono frío pero a la vez divertido.

Y comenzó a reír como si tuviese mil problemas mentales.

Me desperté con un sonoro grito cuando noté que unas manos me zarandeaban. Mi cuerpo estaba empapado en sudor; mi cara también, sólo que con lágrimas incluidas.

-Tomi! Dime que te pasa Tomi.- La preocupación se le notaba en la voz. Tenía cara angustiada.

Sus manos agarraban mis brazos esperando por una respuesta.

Ahí estaba ella, mi reina. Todo había sido una puta pesadilla que se sintió tan real como la vida misma. No podía creer que ella siguiera aquí conmigo y aún así mi pecho se desinfló soltando toda la angustia y ansiedad que lo llenaba.

Me abalancé sobre ella como si fuera un animal hambriento y la agarré tumbándola encima mía rodeándola con mis brazos. Ella no se quejó en absoluto; me respondió abrazándome también y espero en silencio a que me recompusiera.

-Estás aquí reina.- Dije en voz baja. -Aquí conmigo.- Sonreí débilmente.

-Cuéntame que soñabas.- Levantó la cabeza y me miró. -Estabas llorando y gritando mi nombre.-

Con una de sus manos, aún mirándome, limpio el sudor que había en mi frente y el resto de lágrimas que quedaban bajo mis ojos. Lo hacía con una delicadeza que era hasta placentero aquel tacto.

Suspiré y con algo de vergüenza y miedo comencé a contarle aquella fatídica pesadilla. Ella me miraba atenta, su ceño estaba fruncido y su mirada delataba algo de tristeza. Para Carlota lo que pasó en Neuquén la marcó para el resto de su vida; y es normal, un trauma así no se olvida nunca.

Terminé de narrar mi pesadilla y ella negó con la cabeza. Se sentó encima de mí y yo me acomodé para quedar también sentado.

Pasó sus manos por mis brazos, subiendo por mis hombros y colocándolos en mi nuca.

-Eso no es real, tú me salvaste aquella noche.- Dijo con ternura.

Con mis manos rodeé su espalda baja y la apreté a mí. Necesitaba saber que este contacto si era real.

-Parecía tan real, tú ahí y yo sin poder hacer nada...- Suspiré.

Cambió su mirada triste por una sonrisa. No una sonrisa cualquiera, era una sonrisa de lástima; de esas que la gente te dedica cuando no sabe como ayudarte.

Se aproximó a mi cara y suavemente posó sus labios sobre los míos. Era un beso lento y bonito que no dudé ni un segundo en seguir. Ahora sus manos pasaron a mis mejillas. Seguimos besándonos por unos segundos más y cuando separó sus labios de los míos los acarició con la yema de sus dedos y me susurró.

-Esto si es real Tomi.-

Abrí los ojos y sonreí como un estúpido. Era cierto. Al menos esta noche ella había accedido a estar conmigo aún sabiendo que yo no merezco nada de su parte. Ella siempre me había amado tanto y yo por imbécil antepuse un poco de diversión al amor que me brindaba todos los días.
Yo la amaba con todo mi oscuro y frío corazón. Nunca me había enamorado de nadie y cuando la conocí simplemente lo sentí. Esas ganas de verla todos los días, de tenerla conmigo. La forma en la que me encantaba como me retaba pero luego corría a mis brazos. Esta estúpida y loca niña se había ganado un hueco permanente en mi corazón, se había adueñado de mi propia vida; de mi ser.

Cada tema, cada estrofa. Todo, absolutamente todo era ella. Cada puta maldita noche en la que dormía sólo o acompañado de cualquier piba y tenia que drogarme hasta las cejas sólo para dejar de verla.

Tenía que hacer que volviese a amarme como yo la amo a ella, que quisiese volver a mí y quedarse para siempre a mi lado. Tenía que sanar cada maldita herida que yo le había provocado.

Tenía que hacer que fuese la chica que era antes porque ella daba sentido a todo. Daba sentido a c.r.o y daba sentido a Tomás Campos.

Tenía que ser así porque de estar separados ambos acabaríamos siendo nada.

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Hoola mis niñas!🫶🏻
Capítulo más cortito lo sé, quizás ni os guste...
Pero tenía que plasmar cómo se sentía nuestro Cenfe a pesar de que durante toda la historia a parecido un capullo.

Oportuno. -C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora