Capitulo 13.

516 35 0
                                    

Deambulaba por casa como un zombie, las ojeras ahí presentes por pasarme toda la noche llorando adornaba mi cara, tenía la nariz y los ojos rojos y un dolor de cabeza tremendo.

No había dormido nada, la imagen de Tomás jodiendome una vez más no paraba de repetirse en mi cabeza. Esto tenía que acabarse porque de aquello pasaron cuatro días. Tenía que retomar mi vida de la manera que fuera o iba a consumirme.

Encendí mi teléfono y tenía un sin fin de llamadas de mis amigos; de todos menos de uno, Tomás. Cientos de mensajes llegaron a mi teléfono, tampoco había de él.

No es que quisiese que me llamase o me hablase pero si tenía la esperanza de que al menos me pediría perdón.

Decidí llamar a Homer. Él era el único que supo todo desde el principio y en vez de juzgarme me ayudó.

-Hasta qué apareces Carlota.- Habló Homer después de dos tonos de llamada.

Suspiré con resignación. El odiaba cuando las cosas iban mal y yo me escondía en mi casa.

-No tenía ánimos Homer...- Me mordí el labio para no volver a llorar. -Crees que puedo volver al estudio?.- Dije de manera nerviosa.

-Es tu lugar de trabajo amiga. Deberías estar aquí.- Sonrío a través del teléfono. -Además te echo de menos.-

Al menos Homer seguía siendo el mismo conmigo y no me odiaba como el resto.
Me despedí de él y apagando de nuevo el teléfono caminé hacia la duche. El agua caliente relajó todo mi cuerpo que acumulaba mucha tensión por los días anteriores. No me permití llorar ya que si iba a ir al estudio al menos no debería parecer un cadaver con tatuajes.

Tuve que aplicarme maquillaje para disimular todo lo que había estado sufriendo. Me gustaba ir a trabajar solo con la cara lavada pero hoy eso no iba a ser una opción.

Una vez estuve lista conduje hasta el estudio y al entrar mis nervios y mi preocupación desaparecieron un poco. Cuando estás pasando por una mala racha piensas que todo y todos están en tu contra. Ni si quiera recordaba que aquel mal suceso sólo lo sabíamos mis amigos, Tomás y yo. Fue bastante reconfortante ver que con las demás personas todo seguía igual de bien.

Entré en mi despacho y Homer me estaba esperando con dos cafés y unas medias lunas sobre la mesa. Dejé las cosas en su sitio y en silencio me acogió entre sus brazos.

-Nadie te odia Carlota.- Dijo Homer en bajito. -Bueno Tomás si.- Sonrió.

-A mi ese me importa un culo.- Suspiré. -Tomás dijo todo eso y no lo retó ni mi hermana.-

Nos separamos del abrazo y nos miramos.

-He hablado con todos y nadie te odia. Las chicas sólo no entienden porque no hablaste con ellas antes.- Me explicó Homer. -Flor me dijo que te diera un abrazo enorme.-

Sonreí tímidamente. -Y si mejor me das de eso.- Señale la comida de la mesa. -Apenas he comido estos últimos días.-

Homer y yo comenzamos a desayunar. En un instante los cafés estaban vacíos y no había rastro de ninguna media luna. Creo que me comí tres y fueron las mejores de mi vida.

La puerta de mi despacho se abrió de golpe y entró Tomás dejando unos papeles encima de mi mesa. Ni si quiera me miró a la cara en ningún momento. Miraba los documentos y a Homer.

Yo sin entender nada miré a Homer extrañada. Su silencio también era muy extraño.

-Aquí tengo lo que tanto deseabas.- Dijo Tomás dirigiendo su miraba hacia a mí. -Dile a Homer que también lo firme y podrás irte. A mi no me hace caso.-

Bajo su mirada fría cogí los papeles y los comencé a leer. Era un escrito donde llegando a un acuerdo se me permitía abandonar mi puesto de trabajo. El acuerdo sólo era que las tres partes diéramos el visto bueno.
Sobre el papel ya estaba la firma de Tomás. Él quería que me fuera cuanto antes eso estaba claro.

Levanté la mirada y los dos me miraban. Tomás con furia. Los ojos de Homer solo me indicaba que dijera algo.

-Eras tú el que no me dejó irme y ahora hasta firmaste el primero.- Sonreí vacilante.

-Tú has cambiado las cosas.- Dijo. -Ya no te quiero por aquí.-

Creo que la punzada en el corazón tras escuchar eso me remató de nuevo.

-Yo no puedo firmar esto Homer.- Lo miré. -Tu lo sabes.-

El asintió con la cabeza. -Por eso yo no he firmado Carlota.- Me sonrió.

-Vamos no intentes dar pena a Homer que es lo que querías.- Volvió a hablar Tomás.

-Ahora mismo no puedo...yo..yo..- No estaba segura de si decir esto o no porque podía usarlo en mi contra.

-Tú qué Carlota.- Me interrumpió Tomás.

-Yo no puedo irme porque no tengo otro trabajo.- Miré hacia el suelo y lo volví a mirar. -Ecko me habló mal de ti cuando le conté que nos acostamos y simplemente renuncié a trabajar con él o tener algún contacto.- Solté sin más.

Su mirada seguía fría sólo que ahora una sonrisa maliciosa se asomaba. Yo sabía que Tomás era cruel con la gente que odiaba o con la que estaba muy enfadado. Había vivido situaciones en las que él había tratado fatal a alguien y yo había decidido no meterme. Lo que nunca me imaginaba era pasar yo por eso.

-Seguro que puedes follartelo otra vez y recuperar el puesto.- Dijo mirándome fijamente.

Abrí levemente los ojos cuando escuché eso y seguidamente Homer se abalanzó sobre el.

-Respétala por lo qué fuisteis Tomás.- Habló Homer con furia mientras le agarraba del cuello de la camisa.

Esto podía acabar muy mal y yo no quería más problemas por mi culpa. Como pude me puse entre medias de ambos y los separé.

-Piensas que soy así.- Le sonreí con lástima. -Te aseguro que te equivocas.-

-A mi ya me importa una mierda como seas.- Soltó.

Me giré dándole la espalda y con el boli que había encima del escritorio firmé el documento. Con la mano lo arrastré hacia Homer. El no se movía.

-Homer firma por favor.- Le supliqué. -Encontraré trabajo ya verás.-

Sin decir nada plasmó su firma en el papel y se lo entregué a Tomás.

-Prométeme que en cuanto abandone el estudio no nos volveremos a ver jamás.- Le dije cuando cogió el papel.

El simplemente respondió; -Porque respeto lo que tuvimos voy a darte lo que queda de día para que saques tus cosas de aquí.-

Y sin más se marchó de mi despacho. Homer se fue detrás de él diciéndole todo tipo de cosas.

Me había prometido no llorar aquí dentro, pero es que en un par de días mi vida se había ido a la mierda. Me permití derrumbarme sobre la silla dejando salir en forma de lágrimas todo lo que tenía dentro.

Por amor a Tomás decidí dejar a un lado lo que me había hecho. Estaba dispuesta a olvidar los engaños y el abandono a los que me había sometido sólo porque con el era más feliz.
Estaba claro una vez más que el amor sólo venía de una parte; de la mía.
Él de una patada había mandado mi mundo abajo solo porque prefería conservar su orgullo masculino.

Oportuno. -C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora