lxxiv. El primer secreto.

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.




"Voy a levantarte", dice Severus en voz baja, intentando que no le tiemble la voz. Harrison asiente tembloroso, evidentemente demasiado cansado para protestar. Mala señal. Severus desliza un brazo bajo la cabeza del niño y el otro bajo sus piernas. El niño es muy ligero. Severus mira al elfo. "Necesito la poción reponedora de sangre del almacén, y la poción marcada 'Αραι'. Estaré en el dormitorio".

"Sí, Lord Prince", Severus intenta no hacer una mueca ante el título mientras el elfo se aleja.

"No deberías... dejar que Kreacher... robo...", murmura Harrison, con la cara blanca apoyada contra el pecho de Severus. Que ya no sea capaz de mantenerse rígido y en guardia es más preocupante para Severus que cualquier otra cosa. Incluso en Skye y Grimmauld Place era capaz de hacerlo. "Dobby... Branquialgas..."

"Creo que tu elfo está más preocupado por tu supervivencia que por robarme", dice Severus secamente.

"¿Qué... pasa... con la clase?" Harrison balbucea.

"Se han cancelado las clase de esta mañana", explica Severus, empujando la espalda contra la puerta de su dormitorio. "Gracias a tu último... enlace. Olvidaste decirme que habías tomado a los Merodeadores Weasley como tus Guardias".

"Mierda", murmura Harrison. "No se... suponía... que supieras..."

"Me di cuenta."

Severus baja a su hijo a la cama, observa su rostro pálido y blanqueado, la mandíbula desencajada, y recuerda vívidamente aquellos primeros días en Skye, antes de que llegara Lupin, antes de que llegara Theodore.


Entierra eso.


Severus no pensará en la rabia que lleva dentro porque alguien haya hecho daño a Harrison, una vez más, delante de sus putas narices, no dejará que eso le disuada de lo que tiene que pasar.


Supervivencia. Siempre la supervivencia primero. La venganza después.


"Necesito quitarte la camisa".

"Bien", Harrison pone los ojos en blanco. Severus intenta no pensar en lo mucho que debe estar sufriendo Harrison si está permitiendo esto, lo mismo por lo que obligó a Severus a salir de su dormitorio en Spinner's End. Severus se agacha y desabrocha suavemente la camisa del chico. Un torso delgado que le recuerda demasiado a él mismo a los quince años, costillas salientes que hablan de un crecimiento atrofiado y años de inanición, y sangre. Pequeños cortes por todo el torso y los brazos del chico y, por la forma en que hace muecas de dolor, Severus se da cuenta con una sacudida de que también deben de ensuciarle la espalda.


¿También en las piernas?


"¿Piernas?" pregunta Severus brevemente. No se atreve a mostrar compasión. Harrison asiente, siseando entre dientes mientras Severus le quita la camisa de la espalda. Está empapada de sangre. Severus mira las marcas rúnicas de su hijo, la funda de cuero de la varita y la vaina del colmillo que lleva. Ambas están salpicadas de sangre. "Necesito desvanecer tus pantalones".

Harrison suspira profundamente y cierra los ojos con fuerza mientras asiente. Severus puede sentir la magia 'pensante' particular del muchacho retorciéndose a su alrededor, puede sentir una especie de distancia que los separa. Recuerda la violenta apatía de la mente de Harrison.

The Heir to the House of Prince | TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora