Mi cumpleaños número ocho fue hace tan solo unos días, no podría sentirme más feliz. Mi padre me trajo una muñeca de uno de sus viajes y mi madre preparo una gran fiesta.
Aunque nosotros no pertenecemos a la nobleza mi padre ostenta un puesto importante en la cámara de los lores, no se muy bien que es eso ya que la primera vez que lo escuché pensé que eran esos pájaros exóticos que salen en mis libros.
Mi madre hoy no se ha levantado, he ido a buscarla y está en la cama, por más que he la he llamado no he podido despertarla.
Un poco después mi padre ha llegado y ha llamado al doctor, todos en la casa lloraban desconsolados. No entiendo porque mi madre aveces es un poco perezosa para levantarse.
He bajado al jardín y he recogido unas flores, seguro que con este presente mamá se pone feliz y se levanta de la cama.
Subo a toda prisa hasta su dormitorio pero ya no está allí, eso me pone muy feliz. Bajo corriendo las escaleras hasta el comedor seguro que está almorzando pero antes de llegar veo como mi mamá está tumbada en una caja en el salón. Dos velas muy grandes están encendidas a cada lado de esa caja.
— Señorita es hora de cambiar su ropa, vamos y deje de hacer fiesta ya que su madre ha fallecido.—
La nana me viste de negro, y me explica lo mejor que puede que mi madre no va despertar nunca que Dios se la ha llevado junto a los ángeles y ella me cuidara desde el cielo.
No puedo creerlo, mi madre no era una anciana y no estaba malita para que Dios se la llevará al cielo. Aún así no digo nada me mantengo callada.
Estoy sentada en el salón cerca de mi padre, mi padre está muy triste y ni siquiera me mira. La casa se va llenando de gente que saludan con tristeza a mi padre.
****
Después del entierro de mi madre comprendí que nunca más la volvería a ver, la tristeza inundó nuestra casa y mi padre simplemente dejo de prestarme atención, así pasaron varios meses hasta que un día llego con una señora cogida del brazo.
— Anwen te presento a la condesa de Fleur, ella será tu nueva madre.—
— Pero padre si yo ya tengo madre.—
Nunca debí de haber dicho tales palabras porque a partir de entonces mi vida se convertirá en un infierno.
— Padre podemos ir a comprar unos dulces.— pregunto sonriendo.
— No crees que estás demasiado gorda para tomar más dulces, además de fea tambien gorda. Nadie querrá casarse jamás con tal adefesio.—
Agachó mi cabeza y salgo de la sala, mi padre apenas si me hace caso y menos desde que mi nueva madre va a tener un hijo. Su vientre ya está bastante abultado, me consuela pensar que al menos tendré alguien con quien jugar.
Unos meses después...
— Son dos! La señora ha tenido un niño y una niña— dice una señora desde la habitación de mi padre.
Paso detrás de él y me acerco a las cunitas, son tan pequeños que parece que se van a romper. Acerco mi mano para tocar sus manitas, pero un golpe en la cabeza me hace retroceder.
— Ni se te ocurra tocarlos, puedes dañarlos. A partir de ahora no quiero que estés cerca de ellos.— dice mi madrastra después de golpearme.
Esa misma noche, las sirvientas vinieron a recoger mis cosas y fui cambiada de habitación. Bueno habitación si podemos decir que mi nuevo dormitorio era el desván.
Junto a todas las cosas viejas allí tenía un camastro, también se me prohibió salir sin autorización.
Los primeros días de estar allí me sentía feliz, tenía muchas cosas que explorar, no era tan malo estar allí arriba. Pero poco a poco la desilusión llegó a mi corazón apenas podía bajar una vez al día. Se me permitía comer en la cocina y también jugar un rato en el jardín trasero.
Echaba de menos a mí madre y también a mi padre, el cual parecía haberse olvidado de mí desde que nacieron mis hermanos.
Así pasaron varios años, dejando atrás a esa niña de mejillas regordetas y cabellos enroscados. Ya ni nombre tenía en la casa era conocida como Lady Adefesio.
Miraba cada noche por la pequeña ventana del desván, soñando con que algún día me rescataría mi príncipe azul y me llevaría lejos de ese lugar.
En mi dieciocho cumpleaños escuché a mi padre decirle a mi madrastra que era hora de casarme, ella decía y maldecía que nunca podría presentarme en sociedad, carecía de modales y educación y además estaba lo de mi fealdad. Por lo que mi padre no le volvió a insistir.
Una mañana de mayo me encontraba lavando mi ropa en el lavadero, sin querer moje a mi hermana Mary. Está comenzó a gritar despavorida mi madrastra llegó a toda prisa y sin dejar que yo pudiese explicarle me azotó con una tabla. La piel de mi espalda estaba rasgada, el dolor y el escozor eran horribles.
No llamaron al doctor, lo único que me permitieron fue que una de las criadas me aplicará un ungüento en mis heridas. Estuve una semana sin poder levantarme de la cama.
A partir de ahí, comenzó mi infierno mi hermana veía divertido mi sufrimiento e inventaba historias para que fuera castigada y humillada.
Una tarde de invierno baje de mi habitación para pedir una manta, una parte del tejado estaba dañado y caía nieve al interior. Yo no tenía chimenea como las otras habitaciones, bajar sin permiso no sé si fue mi salvación o mi perdición...
Escuche como mi padre hablaba con otro hombre, estaban pactando mi matrimonio con un viejo Duque, según hablan puede escuchar que al ser tan mayor no pedía dote por mi, era la mejor manera de librarse de mi y quitarme la herencia el día que ese hombre muriera.
Sabía que nunca me habían querido pero nunca pensé que me pudiesen utilizar de esa manera. Baje corriendo las escaleras y por primera vez en años le suplique a mi padre de rodillas que no me casará. En cambio podría meterme a un convento allí dejaría de molestarlo y podrían ser felices sin tener que avergonzarse por mi.
Lo único que recibí de su parte fue una paliza con el cinturón de su pantalón, causando en mi cuerpo múltiples heridas por la hebilla de su cinturón.
En una semana me iría de casa, quizás sería lo mejor. No creo que ese hombre pudiese ser peor que mi propia familia y si lo era solo me quedaba rezar para que una de esas palizas Dios me llevará con el creador.
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Lady Adefesio
RomanceAnwen queda huérfana de madre, después de unos meses su padre decide casarse de nuevo para darle una madre a su adorada pequeña. Pero no será una madre lo que encuentre precisamente la pequeña Anwen sino más bien un verdugo, ella se encargará de ens...