Los días se han convertido en semanas y las semanas en meses, en unos días sera mi cumpleaños número diecinueve.
Esteban se ha convertido en un padre para mi, compartimos cama pero solo para dormir. Un día me explico su historia y al escucharla llore al igual que él, desde ese día prometí que lo cuidaría y lo respetaría hasta el día de su muerte.
Cuando Esteban era joven se enamoró perdidamente de una chica del servicio, su familia se negó y prometió desheredarlo si continuaba con ese capricho. A él no le importo cogió algo del dinero que tenía ahorrado y se fugó con Susana.
Comenzaron su nueva vida en un pueblo cercano, el al tener estudios accedió a un puesto de maestro en la escuela y Susana comenzó a servir en la casa de unos señores. Alquilaron una pequeña casa y después se casaron. La boda fue muy humilde ni si quiera tuvieron invitados y menos banquete. Pero no lo necesitaban porque se tenían el uno al otro.
A los pocos meses Susana quedó embarazada, su felicidad no podía ser mayor, aunque no les sobraba el dinero tenían suficiente para comer y un techo para resguardarse.
El día del parto llegó, pero hubo complicaciones y al no tener dinero para llamar a un médico el niño murió a los pocos minutos de nacer y Susana quedó dañada para volver a concebir. Esteban se culpo por eso durante toda su vida, pero Susana no lo culpo a él, ni a nadie. Entendió que era un designio de Dios en cambio se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de los niños de los empleados de la casa en la que trabajaba y así mitigar el dolor de saber que ya nunca más podría volver a ser madre.
Cuando pasaron tres años, una carta le llegó a Esteban era de su madre, su padre estaba en el lecho de muerte y deseaba verlo una última vez. Esteban se negó pero Susana logro convencerlo al fin de al cabo era su padre y era de buen cristiano acceder a su última voluntad.
Cuando Esteban llegó a la casa, su madre lo abrazo llorando y lo mismo hizo con Susana ahí olvidó la diferencia de clases y la acepto como a una hija más. El padre de Esteban le pidió perdón, se arrepintió desde el minuto uno de echarlo de la casa y de su vida pero su estúpido orgullo no se lo permitió. Desde ese día Susana y Esteban vivieron en esa casa, poco después su padre falleció dejando el título y la fortuna a Esteban. Susana abrió un orfanato y se dedicó a obras benéficas pero a la edad de 38 años contrajo unas fiebres que no pudo superar, dejando a Esteban solo y con el corazón roto. Desde ese día prometió no volver a amar a nadie y no tener hijos tampoco. Si Dios le había negado tener a uno de su único amor, el no mancharía la memoria de su difunta esposa con otro hijo de una mujer a la que no amara.
El ya había decidido quien sería su heredero el primogénito de su hermana Elizabeth, la pobre había quedado viuda nada más dar a luz. El se había echo cargo de su hermana y de su pequeño sobrino ya que su difunto cuñado no dejo otra cosa nada más que deudas a su familia.
Pasaron los años y el estaba feliz con su vida, solo faltaba en ella su adorada Susana pero dentro de su corazón sabía que un día se volvería a reencontrar con su amor, en el día de su muerte el no estaría triste sino feliz.
Un día como cualquier otro se encontraba en la cámara de los Lores, aunque nunca le gustó la política decidió aceptar el cargo para así poder ayudar a los demás, y honrar la memoria de Susana, terminada la reunión pudo escuchar como uno de los hombres hablaba con otro, sobre que tenía una hija la cual era un desastre en todo era fea, torpe y sin modales. Había pensado casarla con el primer caballero que encontrara, daba igual su fortuna o sus intenciones lo único que quería era deshacerse de ella. Se refería a ella como. Lady Adefesio.
Esas palabras embargaron su corazón y su curiosidad fue más fuerte, decidió investigar sobre aquella familia y lo único que descubrió es que aquel hombre se había quedado viudo con una hija pequeña, a los pocos meses de la muerte de su primera esposa se casó con una condesa, tuvo varios hijos y por lo que parece se olvidó de su primogénita.
Aquellas palabras que escucho sin querer lo llevaron a tomar la decisión de casarse con aquella muchacha, a la que no podría ofrecer nunca su amor pero si su cuidado y su respeto. Al menos con él tendría una vida mejor.
También me dijo que al conocerme se había quedado impresionado por mi belleza, para nada esperaba encontrar a una mujer como yo. Esas palabras se que las dijo para no herirme pero no le replique, simplemente le sonreí agradecida.
Por otra parte me dijo que pondría a todos los que una vez me habían echo daño en su lugar, no descansaría harta hacerme justicia. Yo me negué! a su lado era feliz, ya no me importaban más esos que un día creí que eran de mi familia.
Andrew seguía visitando la casa a diario pese a haberse independizado hace años, Esteban decía que se había enamorado por eso sus visitas eran tan frecuentes. Una vez pregunté a Helga si ella sabía quién era la enamorada de Andrew ella simplemente se rió y me dijo que debería abrir los ojos porque estaba más cerca de lo que creía.
Por más que pensé e investigue no di con la solución, cuando venía a casa solo pasaba el tiempo con su tío o conmigo, jamás lo vi coquetear con nadie. Así que la solución la tenía delante del espejo. Su enamorada era yo! Trate de pensar que había visto en mi y nada me podía ayudar.
Si de verdad yo era su enamorada debería hablar con él. Nuestro amor era y sería imposible yo estaba casada y mi esposo aunque no me amara ni yo a él merecía todo mi respeto y mi gratitud.
El día de mi cumpleaños llegó y con ello una gran fiesta, aunque le pedí a Esteban que fuera algo íntimo el se negó. Al menos mi ex familia no estaría invitada, no recordaba lo que era una fiesta de cumpleaños la última que tuve fue a mis ocho años y días después mi madre falleció.
Estaba sentada en un banco del jardín cuando Andrew se acercó a mí, me saludo y dejó un beso sobre mi mano. No entendía como mi esposo sabiendo de sus intenciones nos dejaba estar a solas. Pero yo jamás lo traicionaría.
—Feliz cumpleaños mi Lady, tengo un obsequio por tu cumpleaños.—
— No era necesario— respondo un tanto ruborizada.
— Es poco lo que ofrezco pero estoy seguro de haber acertado.— dice entregándome un paquete envuelto en papel.
Una bolsita de dulces, aquellos que tomaba en mi infancia ¿pero cómo podía saber él qué eran mis favoritos?sin pensarlo me levanto y lo abrazo siento como el calor recorre mi cuerpo.
— Vamos chicos, los invitados están empezando a llegar.— dice Esteban a nuestra espalda.
Me separo rápido de Andrew y me siento avergonzada, en cambio tío y sobrino se ven enormemente felices.
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Lady Adefesio
RomanceAnwen queda huérfana de madre, después de unos meses su padre decide casarse de nuevo para darle una madre a su adorada pequeña. Pero no será una madre lo que encuentre precisamente la pequeña Anwen sino más bien un verdugo, ella se encargará de ens...