Capitulo 22. Una carta muy extraña

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Hoy me levantado feliz, por primera vez en mucho tiempo me siento así. Siento que tengo un hombre a mi lado que me ama, tengo una amiga! y, desde hace unos días esa dichosa señora no habla de mi en el periódico.

Me siento pletórica, siento que hoy va a ser un gran día.

Llegó al comedor y veo una nota sobre mi plato, la desdobló y comienzo a leerla:

Mi preciada florecilla, hoy estaré todo el día fuera de casa. Siento tener que ausentarme pero el trabajo lo requiere.
Volveré para la cena.

Siempre tuyo, Andrew.

Bueno al menos podré pasar el día con Mariam, termino de desayunar. Cojo mi sombrero y mi bolso y me dirijo hacía la puerta de la calle.

Estando en la puerta, tocan desde fuera. Si alargó el brazo y abro se molestará el ama de llaves pero por otra parte yo ya estaba aquí antes. Voy a abrir cuando escucho unos pasos apresurados a mi espalda. Efectivamente no tengo tiempo para abrir la dichosa puerta.

Detras de ella hay un mensajero con un sobre blanco, la carta es para mi. Por lo que la abro de inmediato y comienzo a leerla en voz alta.

Mi querida amiga...

Te informo de que hoy no podré verte, ya que cierto caballero ha venido a casa para pedir permiso a mi padre para poder cortejarme.

Estoy pletórica, pero mi madre no se queda atrás. Casi sufre un desmayo al ver al señor tan apuesto entrar en la casa.

Mañana sin falta pasaré por tu casa, prepárate para escuchar porque te voy a dar todos los detalles...

Tu mejorisima amiga Mariam.

Vaya, me siento feliz por Mariam, pero algo dentro de mi corazón me dice que no es el indicado o al menos no lo es por el momento. Ahora no sé qué hacer estoy sola y aburrida.

Miro el reloj y veo que todavía llego a tiempo a la misa de doce. Bueno no está mal al menos invertiré una hora en la casa del señor.

Mientras camino acompañada por una chica del servicio por las calles de Londres, puedo ver como la gente camina sin mirar hacia atrás, cada uno está a lo suyo y no mira más allá de su propio mundo. Veo a dos niños pequeños sentados en el borde de la acera. Su ropa está desgastada y su aspecto es bastante sucio y desaliñado.

Me acerco y les doy varias monedas, ellos me devuelven una sonrisa pícara y encantadora.

La iglesia está casi vacía a estas horas, cosa que agradezco siguen sin gustarme las miradas acusatorias de ciertas damas, me siento en los últimos bancos y escucho la omilia con atención. Una vez terminada la misa me levanto del banco y me acerco a encender unas velas.

Camino despacio y en silencio. Pero de un momento a otro sufro un sobresalto un hombre con la cara tapada me entrega un sobre lacrado e igual que vino se va.

Esta situación me desconcierta un poco la verdad, siento curiosidad por leer lo que hay en el interior del sobre. Pero decido esperar a leer el contenido en casa, cuando salgo de la iglesia el cielo crepita, está a punto de llover, el cielo ahora totalmente oscurecido se ilumina por sendos rayos. Los truenos resuenan y retumban por todo Londres.

Es hora de aligerar el paso, si no me doy prisa es más que probable que termine calada hasta los huesos. Y hasta que pueda enfermar.

De nuevo veo a esos niños, el niño mayor coge de la mano a la más pequeña y la arrastra hasta el interior de un callejón. Aunque siento mucha curiosidad por ese par de pillos siento que no me debo entretener.

En el justo momento en el que pongo el primer pie dentro de la casa, comienzo a escuchar como la lluvia cae con fuerza sobre el pavimento y la casa.

Dejo mi sombrero y la carta sobre la mesa y me dirijo hacia la cocina, hoy decido comer con el servicio. Hay a una persona a la que no le hace mucha gracia. Pero hablo con ella y le pido que esté sera nuestro pequeño secreto. Ella accede a regañadientes pero al final accedé.

La tarde pasa entre risas y confidencias, hacemos pastel y té. Ellas creen que es para alguna de mis visitas y yo no lo niego. Preparan el comedor y se retiran.

Cuando ha pasado un rato las hago llamar a todas, sus caras están pálidas. Creo que piensan que las voy a regañar por algo que han hecho mal. Nada más lejos de la realidad.

Les pido que tomen asiento, ellas se miran desconcertadas pero al final atienden a mi petición. A cada una le sirvo una taza de té y les cortó un trozo de pastel.

El ama de llaves se levanta ruborizada, con calma le pido que se siente de nuevo, hoy son mis invitadas y por nada del mundo quiero que trabajen más. Quiero que se sientan unas damas, que sepan que no todo es trabajar y por qué no! que disfruten de una tarde libre.

Cuando la noche se acerca se retiran a la cocina para preparar la cena, todas ellas portan una sonrisa en su rostro. Eso me hace sentir bien.

Me siento junto al alféizar de la ventana, la tormenta aún sigue activa. Me pierdo entre los truenos y relámpagos. Suspiro y espero paciente la llegada de Andrew...

Una hora más tarde, mi esposo llega calado hasta los huesos. Les pido a las chicas que pongan agua a calentar y yo misma le preparo el baño a mi esposo. Hoy nadie me ha pues ningún impedimento cosa que agradezco de corazón.

Lo acompaño hasta el aseo y delicadamente le ayudo a desvestirse, al principio él parece sorprendido pero poco a poco se deja hacer. Le lavo el pelo con mimo y cuidado, le froto la espalda y le enjuago el cabello...

- Tendré que ausentarme más de seguido, para que mi esposa me atienda con tanto ahínco...- dice Andrew saliendo de la bañera.

Le entrego una toalla y lo dejo para vestirse.

- Pero por qué te vas? Creí que tú y yo podíamos compartir intimidad...-

- Caballero, aún no son horas para esas cosas.- respondo un tanto avergonzada.

- Mmm... Deberé darte unas clases prácticas y explicarte los horarios de dar amor y cariño a tu esposo-.

- Eres un desvergonzado-. Respondo marchandome con la cara totalmente cubierta por el rubor.

- Jajajaja...-

Bajo al comedor y al pasar por la entrada veo la carta que ese señor me entrego. La cojo y la llevó conmigo hasta el comedor.

- Qué tienes ahí florecilla?- pregunta Andrew a mi espalda.

- Es una carta que un hombre extraño me entrego esta mañana en la iglesia-.

Ante esas palabras Andrew me arrebata la carta de las manos y la abre, comienza a leer pero no lo hace en voz alta. Su cara ha cambiado de un momento a otro. Su semblante es serio y parece estar leyendo algo que le disgusta.

- Qué es lo que dice? -pregunto ansiosa por saber lo que está pasando.

- No es nada de lo que debas preocuparte, ahora vamos a cenar-. Responde guardándose la carta en el pantalón.

##Capítulo sin corregir... Lo haré más tarde. Siento los errores y la demora.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora