Capitulo 2. Boda

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El día de mi boda llegó, mis heridas estaban mucho mejor. Mi madrastra me trajo un traje suyo de años atrás, aunque me quedaba grande era bonito de un color malva con algún volante. Recogí mi cabello y puse algunas flores sobre él, me veía bonita hasta que los escuche hablar.

— Ni gracia, ni belleza, ni educación... Sólo espero que ese hombre no se eche atrás en el matrimonio.—

Esas palabras hicieron que volviera a la realidad, mi antigua nana se acercó a mí, limpio las lágrimas de mis ojos y me pido que la escuchara.

— No hay más ciego que el que no quiere ver, tú eres bonita más que ellas. Sonríe aunque te duela, ya nunca más podrán ponerte una mano encima. Está noche es tu noche de bodas se que no sabes nada porque ella no te lo ha explicado ni lo hará... Cuando tú esposo llegue al dormitorio deberás tumbarte en la cama, y levantarte el camisón hasta la cintura, entonces el se subirá sobre ti y te introducirá su virilidad... Te dolerá bastante pero dada su edad solo serán unos pocos minutos. Después de eso te dejará dormir, eso es probable que pase todas las noches.—

— Pero yo no quiero que me haga eso,¿y si me niego?—

— No lo hagas, es su derecho de esposo si lo rechazas te castigará. Puedes ser feliz y tener una vida mejor solo tienes que hacer algún sacrificio. Recuerda que te quiero y solo quiero verte feliz. Ahora vete el carruaje te espera.—

Llegamos a la iglesia, apenas si está mi padre y dos o tres persona mas, un hombre de unos cincuenta años me espera en el altar, a medida que me acerco puedo ver que su cara es agradable no me mira con disgusto y parece agradable, la ceremonia se realiza muy rápido. En menos de media hora ya estoy casada, mi padre se marcha sin despedirse de mi, no entiendo porque simplemente dejo de quererme yo lo sigo amando y eso que no se ha portado bien conmigo.

El señor me ofrece su brazo y junto a él me encamino hacia un carruaje, pasados unos minutos llegamos a una gran casa, me ayudan a bajar del carruaje y un señor vestido de negro me indica que lo debo seguir. Supongo que debe de ser un mayordomo pero no estoy segura.

Paso tras el y llegó hasta lo que parece un comedor, una foto de ese hombre junto a una bella mujer adorna la instancia. Deduzco que se trata de su primera mujer en la foto se ven muy enamorados y felices, por primera vez siento que mi corazón se encoge, yo nunca experimentar ese tipo de amor.

Un par de sirvientas me traen la comida, hay tanta que me siento mareada, no recuerdo la última vez que tuve tanta comida cerca de mi, me siento en el paraíso.

—¿El señor no comera conmigo?— pregunto curiosa.

— No señora, ha pedido que le disculpe ya que tiene asuntos urgentes que atender.—

Hay tantos cubiertos que no se cual elegir, hay varias cucharas, varios tenedores... Como estoy sola cojo los primeros que pillo, si en alguna ocasión como con mi esposo me fíjare cuál utiliza él. Nunca aprendí ese tipo de cosas, ni ningún tipo de protocolo.

Termino de comer y me siento en un sillón, olvidó por un momento que no estoy en mi cuarto y escojo una postura poco adecuada.

Escucho como las sirvientas cuchillean sobre mi y eso me hace sentir inferior de nuevo.

— Sabes que la llaman lady Adefesio, su padre ni si quiera la ha presentado en sociedad, se dice que por su fealdad, también está escuálida y no es nada refinada, se avergüenzan de ella, no se porque el señor habrá aceptado casarse con tan fealdad.—

Sus palabras calan bien hondo en mi corazón, pensaba que aquí no me tratarian igual pero no sabía lo equivocada que estaba, he descubierto que no tengo derecho a soñar, mi vida es la que es y no debo pretender nada mejor.

Paso la tarde aburrida en esa sala, nadie me ha dicho si puedo salir y tampoco se dónde queda mi dormitorio. Llega la hora de la cena y de nuevo la paso sola.

Cuando terminó de cenar busco al señor que me acompaño hasta la casa y le pido que me muestre mi habitación. El me lleva hasta la segunda planta, abre una puerta. Yo le agradezco y paso al interior.

Es más de lo que podría desear. Tengo una cama con dosel, una descalzadora, un armario y lo mejor de todo una chimenea. Ya no volveré a pasar frío en mi vida. Eso me hace feliz y por primera vez en mucho tiempo sonrío agradecida.

No he traído mucha ropa, mi madrastra me ha dado algunos vestidos viejos y algunos camisones. Esto es más de lo que he tenido en muchos años.

Creía que alguna sirvienta vendría ayudarme a cambiarme pero nadie ha venido. Cepillo mi cabello y sigo esperando si nadie me ayuda no podré quitarme el vestido. Igual es que yo no voy a tener servicio!

La puerta se abre, veo que es mi esposo. Me levanto rápidamente y agachó la cabeza.

— ¿Qué haces todavía con eso puesto, deberías llevar el camisón?—

— Yo... Yo lo siento señor pero nadie ha venido para ayudarme.—

Lo escucho gruñir y da un portazo, poco después llega una mujer mayor a mi habitación me ayuda a desvestirme y me explica que el Duque ha despedido a esas sirvientas maleducadas.

Me siento apenada yo no quería que echaran a nadie por mi culpa, de seguro que ahora tengo más problemas.

Mi esposo ingresa de nuevo en la habitación, me tumbo en la cama y levanto mi camisón como dijo mi nana, siento mucha vergüenza pero no quiero que me vuelvan a pegar, quiero hacer las cosas bien y ser una buena esposa.

— Cubrete no voy a usar mi derecho de esposo.— dice quitandose la ropa y poniéndose el camisón para dormir.

— ¿He echo algo mal? Si es así le pido perdón. Si le desagrado puede cubrir mi rostro para que usted no pueda verlo.—

El no contesta, solo se mete en la cama y se da la vuelta para dormir. Me siento apenada ni siquiera puedo despertar el deseo de un hombre mayor. No es que quisiera que pasara eso que nana me contó, pero eso no quita que me alegre desagradar hasta mi propio esposo.

Despierto temprano y él no está en la cama, me aseo y busco un vestido cómodo, bajo a la cocina y comienzo a ayudar a preparar el desayuno.

— Señora no es correcto que una dama de su posición esté en la cocina, para eso ya estamos nosotras.—

— No me importa llevo haciéndolo muchos años, me gusta sentirme útil y ayudar.— respondo sonríendo.

— Seguro que el señor se enfada...—

— Por favor no se lo cuenten, termino los panecillos y salgo de aquí.—

Ellas no parecen conformes pero tampoco me impiden seguir con mi tarea. Termino y me dirijo al comedor, él está allí sentado, hoy su mirada no es amable.

Doy los buenos días y tomo mi lugar en la mesa.

— No es correcto que estés en la cocina. Llevas harina en la cara, no quiero tener que reprenderte.—

— Lo siento solo quería ser útil.—

No me responde y comienza a desayunar, al menos hoy no hay casi cubiertos en la mesa así que no me podrá regañar por hacerlo mal.

Una vez termino de desayunar me armo de valor y le pregunto si puedo salir al jardín. El asiente con la cabeza, me levanto tan deprisa que tiro la silla al suelo. De nuevo esa mirada asesina, coloco la silla en su lugar y salgo al jardín.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora