Capitulo 11. Gael & Beth, perdonar y volver a empezar

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Nunca pensé que volvería a llorar, y más cuando me prometí a mi mismo que no lo volvería a hacer. Nunca más volvería a ser débil.

Escuché cada una de las palabras de mi madre, me mantuve en silencio procesando cada frase que decía. Su explicación duro aproximadamente diez minutos. Cuando terminó los dos nos quedamos observandonos en silencio.

Un silencio que fue roto por una de las empleadas de la casa. Pidió permiso y dejó una bandeja con té y unos pastelitos.

— Sabes, cuando era más joven... era conocida como Lady Pastelitos, siempre me sentí humillada por mi peso, pero cuando supe que estaba embarazada de ti. Todo eso cambio—

— Siento que te humillarán y quedaras desahuciada por mi culpa—

— Yo no lo siento, si mi vida hubiese sido diferente tu no estarías aquí, estoy tan orgullosa del hombre en el que te has convertido— dice limpiando una lágrima de su rostro.

— No soy tan bueno, he cometido muchos errores— respondo y agachó mi cabeza.

— No tienes porque avergonzarte, todos cometemos errores y si no que me lo digan a mí—

— Mamá... sabes que él ha muerto—

Ella asiente con la cabeza.

— Va a ser un problema, devolverle la vida a los muertos, pero aún así creo poder conseguirlo. —

— No importa, aquella muchacha murió y ya no queda nada de ella—

— Aquella muchacha era mi madre, y no tengo porque esconderla de nada, ni de nadie—

Mi madre se levanta y se acerca a mi, coge mis manos y me mira dulcemente.

— Entonces... eso es que acaso me perdonas?—

Me levanto del sillón y la abrazó fuertemente, le he necesitado tanto durante estos años, la he echado tanto de menos. Claro que puedo perdonarla, es más el amor que siento por ella que el dolor que me causo por su ausencia.

***

— Señor, su esposa está aquí— dice mi secretaria.

— Dígale que pase— respondo levantándome de la silla y planchando las arrugas de mi pantalón con mis manos.

Ella entra en el despacho como un rayo de sol, su sola presencia da calor a la estancia.

— Cómo mi esposo no tiene tiempo para comer conmigo, he decidido venir yo a comer con él— dice y deja una cesta de mimbre sobre la mesa.

Me acerco a ella, la cojo entre mis brazos y me fundo en un largo y dulce beso. Solo el sonido de la puerta hace que pueda separarme de ella.

— Señor, puedo salir a comer ya que he terminado mis quehaceres?—

— Si, claro señorita Britgs. Es más puede tomarse la tarde libre—

— Gracias, gracias... es usted muy amable— dice la señorita. Es muy graciosa lleva su pelo anudado y sujeto con un lápiz, y unas pequeñas  lentes redondas. Pero aunque su aspecto es gracioso es una empleada muy eficiente.

Comienzo a retirar los documentos que llenan mi mesa y dejo espacio para que Beth ponga la comida sobre la mesa.

— Yo había pensado en comer en el parque, hoy hace un día muy agradable—

— Prefiero comer aquí, además allí no podría tomar el postre que me apetece— respondo y doy un pequeño pellizco a su trasero.

Eso no hace más que sonrojar a mi amada, ahora se que se sonroja pero después se convierte en toda una leona.

— Pero y si nos pillan haciendo...—

— Nada, verdad mi amor? No hay nada que decir, nuestra intimidad no le interesa a nadie, además recuerda que estamos solos...— respondo y me acerco un poco más a mi presa.

Ella camina de forma mecánica y se queda en el borde del pequeño sofá que hay en mi despacho. Extiendo un brazo y la agarro suavemente de la muñeca. El simple contacto de mis dedos la hace estremecer.

De un tirón la tumbó en el sofá y me coloco encima con las rodillas a ambos lados de sus caderas, le agarro el otro brazo y mantengo los dos separados, muy apretados contra en sofá, prácticamente está inmovilizada.

Beth me mira y como siempre pero no deja de sorprenderme la manera que tiene de mirarme, es como si quisiera comerme, pero hoy no será ella la que mandé.

— Dime qué quieres que haga?— pregunto sujetando sus muñecas.

Nuestros rostros están tan cerca, que Beth puede sentir mi respiración agitada y el calor de mi aliento en sus mejillas. Mi lengua húmeda y tibia recorre el pabellón de su oreja.

Todo el cuerpo de Beth está temblando, poco a poco me dejó caer sobre ella, que cambia su mirada al sentir mi virilidad apretando en su vientre. Con las piernas le rodeo las caderas aprisionandolas, levanto su vestido con premura, mi lengua se hunde en su boca mientras comienzo a penetrarla lentamente...

****

Unos días después...

— Señor han llegado los papeles que esperaba del juzgado—

Me levanto rápido y quito la carpeta de las manos de mi secretaria, siento un escalofrío recorrer mi columna vertebral, doy un largo suspiro y al fin después de varios interminables segundos abro la carpeta y reviso los documentos.

Cierro la carpeta raudo, cojo el sombrero y mi abrigo y dejo la oficina casi corriendo.

Tardo casi quince minutos en llegar a mi destino,cuando llegó a la puerta necesito de unos minutos para recuperar el aliento.

— Gael, qué haces aquí?— pregunta mi madre a mi espalda, me volteo y puedo como su cara está levemente manchada de tierra, se ve que viene de arreglar las plantas, si sigue así su jardín será uno de los más bonitos de todo Londres.

— Mamá, mira...— respondo entregándole la carpeta.

Ella me mira confundida, aún así la coge entre sus manos y la abre, veo como la está leyendo pero no emite sonido alguno.

— Que significa esto?— pregunta sorprendida.

— Mamá, oficialmente nunca has estado muerto. Todo se ha tratado de un error burocrático.—

— Pero cómo? Cómo lo has conseguido?—

— Bueno se ve que no soy tan mal abogado. A partir de ahora podrás pasear sin miedo alguno. Ya no te tendrás que volver a esconder.—

Ella me abraza y comienza a llorar, pero no es tristeza lo que siente de eso estoy seguro. Es hora de perdonar, cerrar un capitulo de mi vida y comenzar uno nuevo. Todavía me queda algo pendiente conseguir que mamá se reúna aunque sea solo una vez con su padre. Creo que los dos se merecen una explicación y poder continuar con sus vidas dejando atrás todo lo malo.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora