Capitulo 19. Una lectura comprometida

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Esta tarde he comido sola Andrew ha tenido que ausentarse por motivos de trabajo, es más que posible que ahora lo admitan en la cámara de los lores como lo hicieron con su tío. Tiene el título y una esposa, se le veía tan emocionado que le he deseado suerte. A mí me parece aburrido estar rodeado de viejos carcas pero en fin, no tenemos por qué estar de acuerdo en todo.

Estoy aburrida, no me apetece bordar y tampoco tengo con quien charlar o dar un paseo. Recuerdo el libro que compre junto a Mariam, me acerco al escritorio y lo desenvuelvo.

Me lo llevo al sillón junto a la ventana y comienzo a ojearlo.

La calma en la tempestad

El título de la novela no es que sea muy llamativo pero quién soy yo para juzgar, comienzo a leer en voz alta:

Apoyó la cabeza en el hombro de Clay, y él la estrechó fuertemente.

Casi diría que nunca me fui de aquí.
El le besó los cabellos.

—Tienes que abandonar mis rodillas, porque de lo contrario te acostaré en este diván y te haré el amor.

Nicole deseaba reír y bromear con él, pero el dolor provocado por la muerte de su madre continuaba abrumándola.

— Ven conmigo, querida —dijo Clay—. Volvamos al molino y veamos a tu madre. Después podremos trazar planes.

—Con la mano elevó el mentón de Nicole—. Confías en mí?

—Si —dijo Nicole con voz firme—. Confío en ti.

Clay la obligó a incorporarse; después, también él dejó el diván, Nicole contempló asombrada el bulto en los pantalones de Clay...

— Qué lees querida? — pregunta Andrew desde la puerta de la sala.

— Nada, nada... — respondo nerviosa cerrando el libro y dejándolo tras de mí.

— Está muy graciosa cuando mientes, además estás ruborizada—.

— Yo, yo... solo tenía un poco de calor, debí quitarme el chal —

Dios mío, no se mentir, no doy pie con bola. Que voy a hacer.

Me levanto apresurada y sin querer el libro cae al suelo, voy a cogerlo pero Andrew es más rápido que yo. Lo coge y lo comienza a ojear.

— No sabía que mi esposa era gustosa de estas lecturas —dice con una sonrisa pícara.

— Lo siento, no debí comprarlo... solo es que sentí curiosidad—.

— No seas boba, no estoy enfadado, por qué iba a estarlo! Puedes leer lo que gustes y si lo deseas me lo puedes leer a mi —

— Lo dices en serio? —

— Claro, y si después estás de humor podemos poner en práctica lo aprendido... — dice Andrew comenzando a reír.

Si antes estaba ruborizada ahora debo de estar del color de un tomate maduro, gracias al cielo Andrew se disculpa y sube a darse un baño, si hubiese pasado unos minutos más en la habitación creo que me habría desmayado.

Dejó el libro en el sillón y me dirijo hacia la cocina a tomar un poco de agua, todavía no me acostumbro a llamar a las chicas para cualquier cosa, no es como si estuviera impedida y no pudiera hacerlo yo misma.

Suena la puerta y me acerco para abrir, la abro y puedo ver a Mariam emocionada, volteo la cabeza y el sms de llaves frunce el ceño. Creo que no le ha gustado que abra la puerta yo misma. En fin cuántas sartas de bobadas, después hablaré con Andrew si es que ella no lo hace antes. Claro!

— Anwen, estoy tan emocionada...—

— Qué es lo que pasa? Esta todo bien, creí que nos veríamos mañana?— pregunto confundida.

— Sí, si... todo está bien; siento que no me podía aguantar las ganas de contarte lo que descubrí en la lectura de mi novela... —

Hay Dios! Si todavía debo de estar ruborizada por la situación anterior y ahora viene Mariam con más detalles.

La invitó a pasar y le pregunto si desea tomar algo, no quiero agobiarla con la comida y menos que se sienta intimidada.

Me cuenta que ha merendado hace un rato y no necesita nada más que mi compañía. También me cuenta que su madre está muy feliz por qué seamos amigas, dice que de seguro soy una buena influencia para ella.

En esto difiero un poquito, lo dudo de verdad, claro que voy a ser buena con ella. Pero creo que a la señora lo que más le interesa son las amistades masculinas de mi esposo.

En cambio su padre, no está tan convencido de que nuestra amistad sea tan cercana, le ha dicho que yo ya soy una mujer casada y puede importunarnos en nuestros quehaceres matrimoniales. No entiendo porque le ha dicho eso, en que nos va a molestar? O nos va a interrumpir?

En fin, hay muchas cosas que todavía desconozco. Pero estoy segura de que iré aprendiendo poco a poco.

La tarde ha pasado rápida y debo decir que muy divertida, Andrew nos ha acompañado un rato y después se ha marchado a su despacho. Según el tenía unos pendientes que no podían esperar.

Cuando la tarde empieza a caer, pido al cochero que lleve a Mariam a su casa, no son horas para que una dama ande sola por las calles de Londres. He prometido visitarla mañana a la hora del almuerzo ya que según ella su madre le ha insistido en invitarme.

No es como si tuviese algo mejor que hacer. Así que está bien, al fin conoceré a sus hermanos y a sus padres.

Estoy en el dormitorio, me acaban de dar un baño y cepillo mi cabello mientras tarareo una canción.

— No dejas de sorprenderme, nunca te había oído cantar. Pareces un ángel...— dice Andrew cogiéndome por los hombros.

Doy un respingo por el susto que me ha ocasionado, ni siquiera había escuchado la puerta.

— Tú tampoco esposo, si sigues así mi muerte estará cercana. Moriré de un ataque al corazón—.

Los dos comenzamos a reír, Andrew se desviste y se mete en la cama solo con su ropa interior. Cosa que me sorprende mucho, no puedo dejar de mirar sus anchas espaldas, sus fuertes brazos y su trasero prieto.

— Ya se que te gusta lo que ves, en verdad me halagas pero deja de hacerlo o voy a olvidar que todavía está sensible ahí abajo—.

Esas palabras me pillan totalmente desprevenida, corro hacía la cama y me tapo la cabeza con las sábanas.

— A que tanta pena? Soy tu esposo, Anwen —.

— Lo se, es que no puedo evitar sonrojarme y sentir vergüenza. Sería más fácil si usarás un camisón —.

— No me gustan, prefiero dormir desnudo pero como sé que te asustaras he decidido usar algo que me tape— dice destapando mi cabeza y dejando un beso sobre mi cabello.

— Estoy pensando que podrías seguir leyendo el libro donde lo dejaste cuando llegue yo... — dice con una sonrisa pícara.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora