Capitulo 27. Dama blanca

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Su cuerpo está desnudo sobre el mío, sus fuertes manos agarran mi cuerpo, me siento como mantequilla entre sus manos. Su pecho es cálido al contacto con mi piel, sus labios dejan besos sueltos por todo mi pecho, se divierte torturando mis pezones, con pequeños mordiscos, lo que me hace estremecer de placer, sus manos acarician mi intimidad consiguiendo que mi cuerpo reaccione y suba al cielo, me armo de valor y yo también quiero tocarlo y hacer que se sienta tan bien como él me hace sentir a mí.

Me quito la venda y me posiciono sobre él, esto hace que su cara sea de pura sorpresa, colocó un dedo sobre sus labios para decirle que no hable. El obedece y se queda en silencio, acerco mi mano a su virilidad, la agarro y comienzo a masajearla de arriba abajo, presionó un poco más mi agarre, notando como su respiración cambia. No sé si lo estoy haciendo bien pero recuerdo el capítulo que Mariam me leyó, nunca pensé que fuera capaz de hacer esto. Me armo aún más de valor, acerco mi boca a su virilidad y la introduzco un poco, juego un poco con mi lengua mientras sigo masajeando esa parte de su cuerpo, la introduzco un poco más en mi boca y lamo toda su plenitud...

De un momento a otro el me retira de su virilidad, yo me quedo confundida. No entiendo nada! Creía que le estaba proporcionando placer. Intento retirarme pero el me sujeta fuerte pero sin causarme dolor.

— Lo estabas haciendo perfecto, diría que hasta mejor si cabe, solo que no quiero terminar en tu boca, al menos en esta ocasión, así no lograremos concevir vida en tu vientre— dice dejando un dulce beso sobre mis labios.

De un momento a otro me voltea y juega un poco con mi intimidad, acaricia mis pliegues y juega con mi botoncito de nuevo, consiguiendo de nuevo que un nudo se forme en mi interior, cuando consigue que mi humedad sea más que evidente, acerca su miembro y lo introduce, mueve sus caderas lentamente, esto es una tortura! Yo quiero más, lo acerco más a mi pelvis y levanto las piernas para que sus embestidas sean más profundas, no me reconozco he dejado la vergüenza fuera de esta habitación, ahora el deseo y la lujuria nublan mi mente.

— Donde está mi esposa? Creo que me la han cambiado— dice Andrew bromeando cosa que al principio no entiendo y me siento humillada.

— Era solo una broma, me encanta esta faceta tuya. Te haré ver las estrellas si me lo permite su señoría—

Asiento con la cabeza y retoma sus embestidas son ma rápidas y precisas,  baja una mano y con sus dedos acaricia mi botoncito, poco a poco un nudo que se había formado en mi interior estalla haciéndome ver millones de estrellitas. Unas embestidas después el se vacía en mi interior, dejándolo agotado sobre mi cuerpo desnudo.

Llaman a la puerta, lo que hace que me ponga demasiado nerviosa, y si abren? Y si nos han escuchado? A quién se le ocurre hacer estas cosas en  pleno día, solo al loco de mi esposo.

Andrew pone dos dedos sobre mi boca para que no diga nada, en cambio él. Pregunta que es lo que desean.

Tras la puerta se esconde un sirviente, este le informa que el Lord Stevens desea verlo. Andrew le dice que en unos minutos se reunirá con él.

— Tenemos tiempo para una segunda ronda— dice comenzando a besar de nuevo mis pechos desnudos...

No voy a responder, estoy agotada pero se siente tan bien cuando alguien te ama y más si el amor y la pasión es mutua. Creo que me he casado con un pervertido pero es mi pervertido.

***

Las semanas siguientes pasaron rápidas, al menos para mí. Mariam cambio su sonrisa por una expresión triste. El día después de nuestro escarceo mañanero Lord Stevens partió hacia Estados Unidos. Al menos allí estaría seis meses ya que el viaje en barco era largo.

Nunca creí que esa fuera la razón de la tristeza de Mariam, según me había contado Andrew a la vuelta del viaje se casarían. Por lo tanto debía haber algo más en esa tristeza, no me atrevía a preguntarle ni ella quiso contarme nada.

Al menos en todo este tiempo no habíamos visto ese estúpido periódico, que se lucraba de hacer daño a los demás.

Un día antes de nuestra partida hacia Londres, me desperté en la mitad de la noche. Una voz me llamaba o al menos eso creí hacer escuchado, me levanté de la cama con cuidado y comencé a seguir esa voz en la noche.

Sin darme cuenta había llegado hasta el cementerio del bosque tenebroso, así es como había decidido nombrarlo ya que daba escalofríos con solo mirarlo.

La luna llena iluminaba las losas y el rocío de la noche las hacia brillar, a mi espalda la figura de una dama blanca hizo presencia. Esta vez no sentí ningún miedo más bien esa mujer fuese quien fuese me trasmitía paz y calma.

— Pequeña, tu camino está lleno de oscuridad solo tú podrás iluminar ese camino y ser feliz... Cuida de tu niña ella será muy importante el día que la luna se tinte de sangre...—

Esas palabras me helarón la sangre, y como si de un trance se tratará volví a la realidad y me vi sola en ese maldito lugar. Regresé a la cama helada pero Andrew no sé despertó.

No sé si había sido un sueño o de verdad yo podía ver a seres que otras personas no podían. Que habría querido decir esa mujer con lo de ti niña seta importante? Esas palabras me atormentarón por varios días, hasta que decidí no pensar más en ello y dejarlo en un rinconcito de mi mente apartado....

Tras seis semanas en la casa de campo al fin regresamos a Londres, si la decisión hubiese sido la mía, no habéis regresado jamás. Durante esas semanas había sido otra persona una diferente y segura de si misma. Lejos de las miradas acusatorias de cierto sector de la sociedad.

Pero si algo tenía claro es que aquella Anwen desvalida y temerosa había muerto y no regresaría jamás.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora