Capitulo 7. Mariam, Jhonatan Mideltom

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Llevo ya dos meses con Arthur e Ingrid, la verdad es que están siendo los meses más felices de mi vida. Por muy triste que suene decirlo.

Nunca en toda mi vida, me había sentido querida y menos respetada. Solo al lado de Anwen me llegue a sentir así.

Todos los días ayudo con la limpieza de la casa, el cuidado de los animales y también ayudo en la posada. Aunque de posada tiene poco porque aquí nadie viene a hospedarse. Más bien es como una taberna... limpió las mesas y ayudo en la cocina. Ingrid y Arthur no están muy de acuerdo pero poco me importa ya que necesito ayudarles todo lo que pueda.

Este último ha resultado ser como un padre para mí. Ayer me dió el mejor regalo del mundo. El mismo ha tallado una cunita para mí bebé. Últimamente me he encontrado con muchas molestias. Ingrid dice que es normal que no debo preocuparme que mi bebé dede de estar apunto de llegar al mundo.

Después de mis tareas, estoy demasiado aburrida en casa, cojo mi abrigo y camino hasta la taberna, así es como he decidido llamarla de ahora en adelante.

Abro la puerta y veo que apenas hay dos parroquianos sentados en una de las mesas, he escuchado decir a Arthur que este invierno está resultando ser el peor en años. Si esto sigue así no quedará otra más que cerrar.

Esas palabras me hacen sentir realmente mal, están pasando apuros económicos y además se ocupan de mi...

Paso hasta la cocina y me quedo parada. Siento un pinchando agudo en el vientre, el dolor me hace agacharme. Ingrid se acerca a mi lo más rápido que puede.

— Mariam, qué pasa? Estás sangrando... —

En ese justo momento, miro mis pies y están cubiertos de sangre. El pánico se apodera de mi.

Ingrid me lleva hasta una de las habitaciones, me ayuda a tumbarme, a estas alturas los dolores son muy fuertes.

— No tengas miedo, cariño. Arthur ha ido a buscar al doctor.—

— Ingrid, no le podemos pagar...—

— No te aflijas por eso, ya lo reservaremos más tarde. Ahora ahorra fuerzas.—

Minutos más tarde, llega el doctor. Las noticias no son demasiado buenas. El bebé viene de nalgas y todo va a ser un poco complicado.

No lo ha dicho pero no soy tonta! ya se que peligra mi vida y la del bebé. Hace unos años una de las amigas de mi madre paso por lo mismo y su hija termino muriendo asfixiada. Nunca se recuperó de ello.

Las horas pasan y cada vez estoy más agotada, no se que en momento pierdo la consciencia y todo se vuelve negro.

La nada, eso esto lo que hay. Ni siquiera los recuerdos de mi vida... Solamente oscuridad y silencio. Eso es todo.

Me despierta un olor intenso y desagradable. Abro los ojos y tengo un frasquito debajo de la nariz. Miro hacia todos lados y todo está cubierto de sangre, mi propia sangre.

— Mi bebé? Mi bebé está bien? Dónde está mi bebé...— pregunto desesperada.

— Tranquila, él está bien...— dice Ingrid acercando un bulto envuelto en mantas.

Me acerca a mi hijo, ahora se que es un niño. Miro su carita regordeta sus manos y sus piecitos... es perfecto y es mío.

— Cómo lo vas a llamar! Podrías llamarlo como mi padre, era español y se llamaba Agapito —dice Arthur desde la puerta.

Aunque estoy agradecida, creo que ese nombre no es para mi hijo.

— Gael, ese es su nombre. Es el nombre de mi padre. Se que no estamos en el mejor momento. Pero cuando era pequeña le prometí que mi primer hijo se llamaría como él.—

— Es perfecto, como él. Ahora necesitas descansar. Has perdido mucha sangre querida. El doctor ha dejado dicho que debes estar en reposo al menos una semana, por lo que no debes moverte de aquí. Nos turnaremos para cuidarte, verdad Arthur!—

Arthur asiente con la cabeza, estoy tan cansada que no soy capaz de discutir.

***

La recuperación me lleva casi un mes, pero gracias al cielo y a los cuidados de Arthur e Ingrid ya soy capaz de levantarme y hacer cosas. Aunque no muchas porqué estos dos tienen miedo a que me rompa.

Con la llegada de las fiestas navideñas, han llegado mas aldeanos al pueblo. Eso es bueno para nosotros ya que todas las habitaciones están llenas, por lo tanto Ingrid y Arthur pasan casi todo el día trabajando.

Hace unos días me enteré de que el doctor no quiso cobrar sus honorarios, ya que sabía que nos disponíamos de dinero para solventar la cuenta. Eso dice mucho de él. Debe de ser un hombre de buen corazón, tengo que agradecerle de algún modo...

He estado recogiendo huevos y un kilo o dos de patatas para llevarselas, antes de eso he pedido permiso a Ingrid, el cual me ha sido concedido. Ellos son tan buenos conmigo. Es como si fueran de mi sangre. Me cuidan como si fuésemos famila. Para mí ya lo son!

Ingrid me ha dicho su dirección, no ha podido apuntarla ya que no sabe leer, ni escribir. Le he dicho que yo puedo enseñarle. Pero argumenta que es demasiado mayor para estar en esas cosas. Así se apaña bien y no necesita más.

He sujetado a Gael en un pañuelo y lo he cubierto con una mantita. Lo llevo pegado a mi pecho así que no perdera calor, en las manos llevo dos cestas.

Camino deprisa pero con paso firme, lo que menos quiero en el mundo es caer de bruces y más llevando a mi pequeño. Por él lo he perdido todo, pero gracias a él mi mundo es suyo...

Al llegar a la puerta de la casa del doctor, veo a esa señora de nuevo. Ella me mira por encima del hombro y con soberbia. Me recuerda a mi madre en su manera de ser.

Creo que está más amargada por vivir aquí... no tiene amigas de su clase con las cuales pavonearse. Su esposo será el gobernador pero de poco o nada le sirve, si no tiene con quien alardear de su posición.

Dejo una cesta en el suelo y tocó la puerta.

Una señora muy mayor me abre la puerta, por como se encorva veo que sufre de la espalda, también lleva un bastón en una de sus manos.

— Abuela, cuántas veces te he dicho que no debes abrir la puerta... tu trabajo es descansar.— dice un hombre joven de cabellos como el fuego y profundos ojos azules, es un hombre atractivo, alto y con fuertes brazos, ya que sus músculos se marcan bajo su camisa. Lleva una barba de varios días. Lo que le aporta más belleza a mis ojos, si cabe.

Pero en qué diablos estoy pensando! Es que no recuerdo porque me hallo en esta tesitura! Por un hombre, por un maldito hombre.

— Jhonatan, por muy doctor que seas debes afeitar esa barba todos los días, que impresión le vas a dar a esta gente.— dice en tono de regañó.

Esas palabras me producen risa, y al reír asustó a Gael el cual comienza llorar.

— No me digas que portas un niño ahí? Por favor pasa al interior no quiero que tú bebé enferme.— dice la señora mayor levantando la voz.

Paso al interior de la casa, la señora me indica que me acerque a una chimenea, que hay en una de las habitaciones, dejo las cestas en el suelo. Acuno a mi hijo sin sacarlo del pañuelo y este vuelve a quedarse dormido.

— Gracias, yo venía a agradecer lo que su nieto hizo por nosotros. Les traigo huevos y unas patatas... se que no es suficiente para pagar todo lo que hizo pero prometo traer más cosas en cuanto me sea posible.—

—Gracias, niña voy a llevarlo a la cocina. Jonathan no digas nada! Todavía puedo hacerlo sola.—

El doctor se acerca a nosotros, le muestro al bebé y sonríe.

— No he te tenido el gusto de presentarme soy Jhonatan Mideltom, no creo que me recuerde.—

— Mariam... — estoy apunto de decir mi apellido, pero ya no siento que sea parte de mí. De todos modos, ellos parecen haberme olvidado.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora