Han pasado otros dos meses y no he recibido correspondencia es como si mi familia se hubiese olvidado de mí. De mamá y de los chicos lo hubiese esperado, pero de papá, eso nunca...Por muy decepcionado que este conmigo, no dejo de ser su hija y este ser que crece en mi interior su nieto.
Mi barriga ya es de tamaño considerable, no se del tiempo que estoy, nadie me ha dicho nada. Pero supongo que apenas deben de faltar un par de meses.
He estado pensando en buscar a alguien para que me haga compañía y me ayude en el momento del parto, no creo que sea capaz de hacerlo yo sola. El problema es que no dispongo de dinero para pagar a nadie. Por lo que he pensado en ofrecer casa y comida a cambio de compañía y algo de ayuda.
A primera hora de la mañana, cojo mi abrigo y salgo en dirección hacia el pueblo, tengo por delante más de una hora de viaje. Quizás un poco más ya que debo descansar más a menudo de lo normal.
Llegó al pueblo agotada, ni siquiera tengo dinero para tomar algo caliente... en cambio he traído dos docenas de huevos, si los puedo vender quizás pueda tomar algo y comprar algún retal de tela. Tengo que hacer un ajuar para el bebé, no tengo nada de ropa ni tan siquiera una cuna.
Voy directamente a la panadería, allí ofrezco los huevos pero el panadero no está por la labor de comprarlos, duda de que sean realmente frescos.
Eso no hace nada más, que conseguir que mis lágrimas broten a raudales por mi cara. De verdad que son frescos no tienen más de dos días.
Salgo a la calle con la cara empapada y descompuesta, camino distraída y choco contra algo. Eso hace que caiga para atrás. Por suerte caigo sentada, tocó mi vientre y noto como mi bebé se mueve.
Busco mi cesta y veo que casi todos los huevos están rotos en el suelo.
— Eres una estúpida, podías haberme hecho caer.— dice una dama malhumorada.
Cojo mi cesta y los pocos huevos que se han salvado. Apenas si hay tres, me levanto del suelo, ya no tengo nada más que hacer aquí. Ni siquiera voy a responder, prefiero pasar desapercibida. Si ella supiera que soy madre soltera. Pondría a todo el pueblo en mi contra. De eso estoy segura, ella parece ser alguien importante en este lugar.
Me duelen los pies, el trasero y mi estómago ruge... no debería haber venido. Además no he podido encontrar a nadie que quisiera venirse a vivir conmigo.
De camino a casa paso cerca de la posada, veo como una señora mayor esta sirviendo una de las mesas. Sirve algo caliente en unos tazones. De repente comienza a nevar, esto no me puede estar pasando a mi. Vale que es invierno, pero para la primera vez en meses que salgo de casa, no me pasan nada más que cosas malas. El frío cada vez es mayor.
Paso al establecimiento, que más puedo perder? Ya no me queda nada, ya no tengo ni dignidad, esa me la arrebato ese mal nacido. Ya poco o nada queda de esa dama que un día fuí.
Me siento cerca de la chimenea, e intento entrar en calor.
— Señorita que desea tomar?—
— Mmm... no tengo dinero así que supongo que nada.— contesto con la voz entrecortada.
— Entonces debe marcharse, aquí no se puede estar sino se va a consumir nada.— dice un señor alto y desgarbado.
— Perdón, me puedo quedar solo hasta que pase la tormenta. No ocuparé lugar. Puedo estar de pie. E incluso puedo barrer o limpiar las mesas.—
— Arthur, hay algún problema?—
— Si está descarada, que quiere calentarse aquí grátis.—
— Eso no es del todo cierto, señora. Pero, no quiero causar problemas. Ya me marcho lo siento.—
— Niña, tu no te vas a ningún lado. Al menos por el momento. Además veo que estás...—
Nada mas decir eso tapo mi abultado vientre con el abrigo, no es que me tape mucho pero es lo único que tengo.
— Ven aquí...— dice cogiendome de la mano.
Se sienta en una de las sillas que hay cerca del fuego y me ofrece otra a mi.
— Arthur trae un tazón de guiso y un vaso de leche.—
— Pero ella no puede pagar...—
— Arthur no te lo estoy pidiendo!— dice en tono de amenaza.
El señor pasa dentro de lo que supongo debe ser la cocina, pasados unos minutos sale con lo que la señora le ha pedido.
— Vamos come, el bebé debe alimentarse bien—
— Gracias, tome tengo tres huevos. Se que no es suficiente para pagarle pero tropecé con una señora y los demás se rompieron. En cuanto mis gallinas pongan más le traeré todos a usted...—
— Niña, hablas demasiado deprisa. Jajaja... No te he visto antes por el pueblo se ve que no eres de por aquí. Y por tus modales deduzco que eres una damita de la sociedad que cometió un error...—
No podría estar más acertada, decido ser sincera con ella. Me ha dado la sensación de que es una buena mujer.
— Cometí un error, él era mi prometido... bueno supongo que nunca lo fue y solo me engaño. Ni siquiera quise acostarme con él. Pero...—
— No sigas niña. Él se aprovechó de ti. Y tú familia te dejo en el campo hasta que naciera el bebé y después podrás volver con ellos.—
— No voy a volver. No voy a regalar a mi bebé. Además ellos me han abandonado en una casa ruinosa, sin ropa, comida, ni dinero. Lo poco que tengo me lo he ganado yo con mi esfuerzo.—
— De cuánto tiempo estás?—
— No lo sé, creo que aún faltan varios meses.—
— Bueno si lo he entendido todo bien, estás a punto de tener un bebé y vives tú sola en una casa apartada.—
— Más o menos...— respondo tomando una cucharada del guiso.
— Vale, quedate aqui un momento, no te muevas.—
Veo como la señora pasa al interior de la cocina, escucho como el señor Arthur levanta varias veces la voz. Estoy pensando que estos dos están casados. Poco después la señora sale sonriendo y se sienta de nuevo a mi lado.
— Decidido, te quedas con nosotros! Mañana irá Arthur a tu casa, y se traerá los animales aquí. Estarán cómodos y no morirán de frío.—
— Señora yo no puedo aceptar...—
— Ingrid, llámame así y no te lo estoy pidiendo más bien es una orden. Ahora vamos es casi hora de cerrar. Con este temporal todo el mundo está en sus casas. Arthur cerrará y se unirá a nosotras después.—
Creó que Ingrid habla mucho más que yo y mira que eso es difícil. No he podido negarme al menos ahora no estaré sola.
La casa es sencilla pero muy acogedora. Tiene dos dormitorios, una pequeña cocina y bueno lo peor es el baño. No hay uno dentro de la casa pero que más puedo pedir.
Paso la tarde con Ingrid bordando y charlando. Se siente tan bien, estar acompañada. Después le ayudo a preparar la cena.
Arthur es un poco gruñón pero es buena persona, solo sientr algo de recelo hacia mí, por si le causo dolor a Ingrid.
Nunca le haría daño, ella perdió a su hija de unas fiebres y desde entonces su salud ha estado un poco delicada.A partir de ahora yo me encargaré de ayudarla e intentaré sanar también las heridas de su corazón.
A media mañana Arthur regresa a casa con mis animales, están todos en perfecto estado. Le ayudo a acomodarlos en el establo y vuelvo al interior de la casa. Hoy no abren el establecimiento por lo que nos quedaremos en casa.
— Mariam, yo... yo lo siento tu casa está destrozada por la nieve. Solo se ha podido salvar el establo.— dice Arthur apenado. Es raro verlo así, pero demuestra que también siente empatía.
Sino hubiese sido por Ingrid yo habría muerto allí. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Al menos aquí estoy segura.
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Lady Adefesio
RomanceAnwen queda huérfana de madre, después de unos meses su padre decide casarse de nuevo para darle una madre a su adorada pequeña. Pero no será una madre lo que encuentre precisamente la pequeña Anwen sino más bien un verdugo, ella se encargará de ens...