Capitulo 3. Andrew

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Llevo una semana aquí y mi vida es tranquila, en las noches duermo con mi esposo pero este no me toca, creo que le produzco asco. No entiendo porque se casó conmigo pero al menos ya nadie me pega palizas ni me insultan. Aquí todos me llaman señora y desde que despidieron a esas señoras nadie me ha vuelto a faltar el respeto.

Estoy en el jardín bordando cuando veo a un caballero llegar, baja de su caballo, el mayordomo lo acompaña al interior de la casa, sonríe hasta que me ve, entonces su semblante cambia rápidamente, vaya seguro que le desagrada mi cara y mi cuerpo.

Es un hombre guapo y apuesto, su cabello es castaño y sus ojos verdes, es un hombre capaz de sacar suspiros entre las damas. ¿De quién se tratara?

A la hora de comer la señora que se ocupa de mi viene a buscarme, paso al comedor y veo a mi esposo y a ese señor manteniendo una conversación agradable. Su semblante cambia de repente al notar mi presencia.

Me disculpo alegando que no me siento bien y pido que me sirvan la comida en el dormitorio. No necesito que me miren mal. Ni causar ningún pesar por lo que lo mejor es retirarme a mi habitación.

Después de dormir una pequeña siesta decido bajar hasta el jardín, sin querer escucho como hablan y mi curiosidad es más grande por lo que me quedo detrás de la puerta a escuchar.

— ¿Por qué casarte ahora? Y con ella, tío podrías ser su padre, e incluso su abuelo.—

— No te pases Andrew, no soy tan viejo. Sabes que nunca dejare de amar a Mary, pero hace un tiempo escuché hablar de esta muchacha y ya sabes lo curioso que soy. Pensaban casarla con cualquier ser, sentí lastima y decidí pedir su mano. Me hará compañía en mis últimos días...—

—Pero duermes con ella...—

— No te preocupes, nadie te quitará tu título ni tu herencia no la he tocado ni lo voy a hacer. No tendrás que preocuparte por tener ningún primo, no la puedo ver de ese modo.—

Hasta aquí, no necesito escuchar más, seguro que lo siguiente sería hablar de mi fealdad. Escuchar que se ha casado conmigo por caridad me hace entristecer. Agradezco mucho que me salvará pero nunca descubriré lo que es el amor, ni tendré hijos... De que sirve una vida de comodidades si no las puedes compartir con nadie.

¿ Y que será de mi cuando él muera? Al menos mi familia no podrá tocar nada de su herencia. Quizás no sea tan malo cuando muera seré libre, podré ir a trabajar a alguna casa o me iré a un convento.

Me acerco a las caballerizas y observo a los caballos, quizás pueda pedir permiso para aprender a montar, se que no está bien visto que una dama monte a caballo pero como no soy una dama. O al menos lo soy de pega.

En la noche me vuelvo a excusar no quiero que se les avinagre la sopa con mi sola presencia, eso era lo que siempre me decía mi madrastra. Sólo con mi presencia le entraban las náuseas, sera que tenía razón?

— ¿Por qué no has bajado a cenar? Se que no estás enferma.— pregunta mi esposo desde el baño.

— Yo lo siento, no quería que su invitado se sintiera incómodo con mi presencia, la próxima vez que venga estaré presente si usted lo desea.—

— Muy bien, te informo que mañana partire temprano y estaré unos días fuera de casa.—

— Gracias por informarme, ¿cree usted qué sería adecuado salir con mi dama de compañía al mercado?—

— Puedes hacer lo que desees, siempre que guardes el decoro que se te exige.—

Esas palabras me llenan de alegría, llevo tantos años sin salir que estoy eufórica, espero que todavía vendan esos dulces que de niña tanto me gustaban. Me duermo imaginando lo que voy a disfrutar mañana.

Me levanto feliz, busco el vestido más bonito que tengo, cojo mi sombrero y después de desayunar salgo a la calle, la señora no hace más que regañarme, es verdad que voy demasiado deprisa pero es que estoy tan emocionada.

Llegamos al mercado hay tantos puestos que no se dónde hacia dónde dirigirme, veo uno de dulces y pido unos cuantos. El señor me pide dinero, es entonces cuando caigo en la cuenta de que no llevo dinero. Que verguenza cómo puedo ser tan estúpida, mi madrastra tenía razón.

— Tome aquí tiene— dice mi acompañante pagando mis dulces. Ella me explica que el señor le ha dejado dinero para mis gastos.

Caminamos por un rato más, estoy cansada y le pido a mi dama tomar un refrigerio, nos sentamos en la terraza de un restaurante y pedimos un té con unas pastas para acompañar.

— Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Sigues siendo el mismo Adefesio de siempre.— dice mi madrastra tirando el té caliente sobre mi vestido. Siento que mi pierna arde y escuece pero de nuevo no digo nada. Una vez más me levanto y me marcho hacia mi casa, nunca debería haber salido, nunca debí tener ilusiones yo no me lo merezco es simple, porque me cuesta tanto aceptarlo.

Deberé conformarme con lo que soy y con lo que tengo. Al llegar a casa me quito el vestido con ayuda. Necesito curar mi pierna no quiero sufrir una infección, por primera vez mi acompañante ve mi cuerpo a plena luz del día. Dando un pequeño grito de horror.

— ¿Niña pero que te han echo? Tienes la espalda y las piernas cubiertas de cicatrices algunas parecen profundas, cuando has sufrido.—

— Ya no me duelen, por favor páseme un poco de ungüento con esto sanará rápido.— aplicó el ungüento, para después vendar mi pierna, me cambio el vestido y me tumbo un rato.

Dejo los dulces sobre mi mesilla, al menos tengo algo rico en mi vida. En la noche no me siento muy bien, apenas si ceno, Helga ha llamado al doctor dice que tengo fiebre, hoy al fin me he enterado de su nombre, es bueno poder dirigirme a ella no solo como señora.

Despierto empapada en sudor, en la habitación hay tres personas Helga, un señor mayor y Andrew. Quizás esté delirando y no haya nadie. Escucho como el hombre mayor le explica la gravedad de mi estado, parece ser que mi salud no es la mejor y después de tantos golpes mi cuerpo se está empezando a rendir. Quizás sea lo mejor para mí. Seguro que mamá me espera y a ella no le importara si no soy agradable a la vista, ella me cuidara y me llenará de amor.

Mis ojos se cierran de nuevo envolviendome en la oscuridad.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora