Capitulo 9. Gael & Beth, unidos en cuerpo y alma

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Mientras esperaba a Beth en el altar, las dudas me asaltaban, en un momento llegué a creer que no vendría... que me dejaría plantado en el altar, pero gracias a Dios mis dudas e inseguridades solo se quedaron en eso.

La novia más bonita, la novia más dulce y la novia con más carácter de todo Londres. Pero mía, solo mía.

La iglesia rebosaba de personas, no había ningún banco libre. Me hubiese gustado una boda las íntima. Solo con mi padre, mi hermana y algunos familiares de Beth. Pero casarte con la futura Duquesa de Winsor es lo que tiene.

La ceremonia no fue lo rápida que me hubiese gustado pero no sé demoró por más de una hora y media. Así que tampoco es como si me pudiese quejar.

Al final de la mañana Beth y yo ya eramos marido y mujer.

Partimos hacia la casa, allí se celebraría nuestra unión, Anwen y Beth habían dedicado mucho tiempo para que todo fuese perfecto. No todos los días se celebra un boda de tanto calado social.

Tanta comida, tanta gente y yo solo deseaba una cosa... Quedarme a solas con mi adorada Beth.

Un año entero sin poder tocarla, solo algunos besos que me quemaban por dentro. Mi sangre encendida quemaba hasta el último ápice de mi piel.

****

Sus labios se unen a los mios, se encuentran nuestros  alientos, mezclándose con más y más fuerza. Nuestas lenguas se entrelazan e interpretan una enérgica danza ritual, alimentada por el deseo y la anticipación que habíamos acumulado desde el día en que nos perdonamos. Su mano derecha rodea mi espalda y acaricia mi pecho a través del vestido mientras la izquierda sube por mis medias en busca del tesoro oculto entre mis piernas.

Cuando al fin  separamos nuestros labios, respiro como si acabara de participar en una carrera de larga distancia. Le sonrió y agarró la hebilla de su cinturón, intentado desabrocharlo, Gael, al ver que no logro descifrar el mecanismo, se deshace el mismo del impedimento, aliviando así la presión que crece bajo sus pantalones. Gael se quita el chaleco y la camisa, está última la saca por la cabeza convencido de que el destino esta de su lado al no tener que desabrochar cada uno de sus dieciséis botones en un momento en que apenas soy capaz de pensar en algo que no sean sus suaves labios, estoy segura de que eso es lo que ha pensado.

Me quitó el vestido y la echó junto a su ropa, el suelo es un desastre  pero un desastre que me importa bien poco ahora mismo.

Gael gruñe al recostarse sobre la cama. Lo miró con preocupación, apartandome de él, del  agradable calor de su torso desnudo. Al quitarme el vestido no me he dado cuenta de que también me he deshecho de la parte superior del vestido, dejando al descubierto mis pechos, la silueta de nuestros cuerpos reluce con la luz de la luna, que se filtra por la ventana.

—¿Estás bien? —digo acariciando la piel alrededor de su pecho, esto es tan extraño y tan excitante para mí.

Gael agarra mi cintura y tira de ella, acercándola al alcance de un apasionado beso, una poderosa distracción que permite a la caballería asaltar mi punto débil.

— Mejor que bien —dice al separarse de mis labios, exhaló un súbito gemido al notar sus dedos, que como valientes soldados han conquistado el valle situado entre mis muslos.

Aún jadeando con la más amplia sonrisa que Gael jamás haya visto en mi, pasó una pierna por encima de él y, sentada sobre su regazo, tiró de las prendas inferiores de mi esposo, liberando su deseoso miembro. Gael, mientras tanto, ha desabrochado sus zapatos y tira después de mi . Mientras se deshace de todo lo que le estorba me alzó para terminar de bajarle los pantalones y me quedó de pie sobre él, la viva imagen de una diosa, una escultura en honor a la forma femenina.

Así me siento en estos momentos, el me contempla con lujuria en la gloria de mi desnudez. Me pongo a cuatro patas sobre él, como una leona jugando con su presa, y Gael, que no aguanta seguir viendo mis suculentos pechos bailoteando con impunidad, se llena la boca y los lame sin contemplaciones. Sus dedos, mientras tanto, obran su magia actuan por instinto, acariciando las partes más sensibles de mi cuerpo. Me posicionó poco a poco sobre su cintura, exhalando un prolongado gemido, hasta que al fin, bajo el cielo estrellado, ambos nos convertimos en uno.

Me muevo con el ímpetu de un animal salvaje, subiendo y bajando con la ayuda de Gael que con gusto presta sus manos para impulsar mis sedosas nalgas. Gruño,pero  no de dolor, el placer el más fuerte en estos momentos. Tras un par de gozosos minutos, con una de mis manos comienzo a ariciar sus testiculos. Al principio no me hace caso, esta absorto con mis pechos  entre sus manos y se ve que no quiere  perder el hilo de su rítmica danza. Sin embargo, a los pocos segundos me inclino hacia delante, apoyando una de mis manos sobre el pecho de Gael para propulsarme de arriba y abajo, lo miro a los ojos y me siento empoderada nunca pensé que pudiese comportarme así, aquí dentro bajo la luz de una vela y con la luna como testigo, nuestra pasión continua ininterrumpida, mis gemidos dan paso a intensos temblores de placer, los gruñidos de Gael se convirten en rugidos de león, y cuando nuestros cuerpos al fin alcanzan el clímax, caigo derrotada sobre él, apenas soy capazde moverme, aún soy presa de las convulsiones que agitan mis pechos sobre el rostro de Gael quien no duda en aprovechar la situación para llenarse de nuevo la boca. Sudorosos y jadeantes, permanecemos abrazados, besándonos con las pocas energías que nos restan mientras recupero el control de mi cuerpo y Gael se sube los pantalones, hasta que soy capaz de deslizarme a la derecha, mi pierna envuelta alrededor de mi esposo, agarrada firmemente a él como si fuera un árbol desde el cual temiera caer.

Minutos después, cuando  mi  respiración vuelve a la normalidad, miró fijamente a mi esposo, Gael con una pícara sonrisa, desliza su mano sobre mi rostro, y coloca mi pelo detrás de mí oreja.

—Si ésto te ha gustado, espera a que estemos solos en nuestra casa y ya verás. Siento si te he dañado... la próxima vez no dolerá nada— dice Gael sonriendo.

Gael exhala una encantadora risita y deja dulces besos sobre mi cuello.

Nos quedamos dormidos abrazos, nuestra respiración y los latidos de nuestros corazones van a la par.  Desde hoy digo adiós a las dudas, a las inseguridades y al fin lo perdono. Al fin somos marido y mujer.

Agradezco de todo corazón haber pagado a aquella mujer de dudosa moral para que me enseñará lo que debía hacer en la cama. No quiero que piense más en ninguna cortesana teniendome a mi por esposa.

Me doy la opción de ser feliz, dejar atrás todo lo malo y empezar una vida desde cero.

Lady AdefesioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora