Capítulo 11

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Buenos Aires, Argentina
Julio, 2022

Ruggero:

Estacioné el auto y antes de que pudiese decir algo, Ana ya se había bajado como rayo.

— ¿Porque tiene que ser tan inquieta? ¿No podía esperarse un momento? —me quejé y Santi se rió a mi lado—

— Deberías saber ya a este punto como es Ana, la ves todos los días hermano —dijo él bajando del auto, imité su acción—

— Claro que lo sé, pero me sigue preocupando su inquietud

— ¡¿Podrían empezar a caminar de una buena vez? Ya quiero ver a mi amiga! —nos gritó la mexicana desde el otro lado de la calle—

— ¡No seas impaciente! —le grité— recuérdame regañarla en cuanto lleguemos a casa —susurre—

Santiago solo soltó una carcajada y empezamos a caminar al aeropuerto

Eran aproximadamente las cinco de la mañana, y las dos personitas que vienen conmigo se colaron de último momento para venir por Leonardo y Elettra

Además hace frío joder

— A la próxima que te bajes del auto sin avisarme, no te lo prestaré más para conducir —le dije tomándola del codo suavemente una vez que nos acercamos a ella—

— Pero dijiste que ibas a enseñarme, ¡no es justo! —se quejó—

— Mi coche, mis reglas —dije—

— Que mal me caes —se soltó de mi agarre para cruzarse de brazos—

— Ah si, vos también me caes mal

— Ya dejen de pelear por Dios —dijo Santi metiéndose entre los dos— vinimos en son de paz para buscar a nuestros amigos, deberíamos estar felices

— Ya cállate Santiago —dijimos Ana y yo al unísono—

— Ay bueno, uno que los quiere cuidar y lo tratan mal —se quejó Santi— ni me hablen

Y así terminamos los tres peleados.

Faltaba media hora para que el avión de los chicos aterrizara así que como sabrán, ya nos estaba dando hambre

Tomamos asiento en la sala de espera y cada uno se entretuvo con el teléfono mientras nos cubríamos del frío con nuestra ropa

Ana se encontraba en medio de Santiago y yo, pero nuestro orgullo era más grande y no nos dirigíamos la palabra

No daré mi brazo a torcer

— Tengo hambre —dijo Ana sin dejar de mirar su teléfono–

— Yo también —dije yo respondiendo unos mensajes—

— Me uno al club —habló Santi hasta que sentimos como la mexicana se ponía de pie—

— ¿No quieren un café? Yo los invito —propuso ella guardando su teléfono en el bolsillo—

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