Capítulo 47

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Buenos Aires, Argentina
Octubre, 2022

Santiago:

Reí mirando la comedia que el chico estaba contando al micrófono, no sé qué hora era, ni cuantas botellas había bebido, pero lo que sí sé es que me había olvidado de todo por un momento

— Santiago —alcé la mirada y fruncí mi ceño al ver a Jen— ¿qué te ha pasado?

Me encogí de hombros y desvié mi mirada nuevamente al escenario

— Vamos, te llevo a casa

— Nop —remarqué la "p"— estoy bien aquí

— No, no lo estás.

De pronto sentí como me tomaba de los brazos y me ayudaba a ponerme de pie. Me tambaleé un poco pero no puse resistencia

— Pesás un montón

No respondí y antes de que ella me sacara de ahí, tomé un par de dólares de mi billetera y los dejé sobre la mesa, haciéndole una seña al mesero el me dio un asentimiento y salimos de ahí

Bufé sintiendo el helado y frío aire de la madrugada mientras Jennifer me guiaba hasta, ¿dónde? No sé adonde estaba yendo

— Dame las llaves de tu auto

— ¿Por? —hipé mirándola con mi ceño fruncido— yo voy a conducir

— Estás loco, ¡no!

— Déjame, no pod-podés tomar decisiones por mi, vos y yo ya... ya cortamos y...

— Me importa una mierda, no puedo dejarte tirado ahí.

Le tiré mis llaves y abrí la puerta del copiloto para meterme. Me dolía la cabeza.

[...]

Desconocí el rumbo a mi casa, estaba yendo al lado contrario o... eso me imaginaba yo. Creo que la ebriedad me está haciendo ver mal

Cerré mis ojos y una sonrisa se asomó por mis labios cuando la recordé

Recordé sus ojos, su sonrisa, sus abrazos, sus caricias y sus besos. La manera en la que me miraba y en cómo le importaba en todos los aspectos

Las veces que viajamos un montón, que le hablé de mi vida, qué miró partidos de fútbol por mi, sin gustarle ni un poquito el deporte, las veces que dejo llevar entre mis caricias y demostraciones de cariño

Suspiré y mordí mi labio

La quería tanto que estaba dispuesto a perder mi dignidad y rogar su perdón.

La rubia se estacionó en un lugar y talle mis ojos cuando una punzada me invadió.

— Hemos llegado

— ¿Dónde estamos?

— En mi casa

Abrí los ojos y me incorporé en mi asiento

— No pienso entrar a tu casa

— Relajate italiano, mamá está ahí

Me alivié un poco ante su respuesta

Pero aún así no quería entrar, yo necesitaba mi casa

— Quiero irme a mi casa —insistí—

— Lamento mucho pero ya estamos acá

[...]

La vi servirme un vaso de agua y cerré mis ojos cuando se acercó a mí. Me tendió el vaso y a ciegas lo tomé

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