Capítulo 25

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Cordoba, Argentina
9 de Septiembre, 2022

Orne:

El momento había llegado, y nuestra emoción era inexplicable. El hecho de saber que por primera vez festejaríamos el cumple de Rugge junto a él, cumplía todos mis sueños.

Era una de las cosas que más deseaba en este mundo.

— Está todo listo, creo —dijo Leonardo a lo lejos— ¿nos falta algo?

— No sé, lo mejor será revisar la lista —propuso Ele— el show termina en una hora y no podemos atrasarnos

— Ah ¡maldita sea! —el grito de Santiago nos hizo mirarlo con susto— ¡me olvidé recoger la torta!

— ¡¿Pero que decís boludo?! —chillé— andate por ella por Dios

— Es que no quiero ir solo

— Llévate a Ana —Ele la empujó hasta Santiago quien chocó con ella— no se tarden

— ¿Qué? ¿Porque tengo que ir yo? Al tonto se le olvidó, a mi no

— Gracias por lo de "tonto" —dijo Santi indignado—

— Sabes que la torta es lo principal, ¿no? ¡No es cumple si no hay pastel! —Ana le gritó—

— ¿Porque no dejamos de pelear y vamos a buscarla? Pueden cerrarnos

— Ah, mira que no es mi culpa

Rodé los ojos escuchándolos pelear

No era una novedad

— ¡Bueno ya por Dios! —se quejó Leonardo— tenemos una hora y si siguen ahí parados no van a solucionar nada

Asentí dándole la razón al italiano chiquito y la parejita tomó ya por fin la decisión de salir del restaurante

[...]

Leonardo:

Tomé los papelitos de colores ya que según Orne, hacían falta 

Para mí no se necesitaban, pero bueno.
Creo que me iba a pegar si no los buscaba

Me volteé en cuanto escuché unos pasos, la puerta se abrió y maldije en mis adentros al ver quién había entrado

La puerta se cerró automáticamente a sus espaldas— ¿En donde mierda están los...

Se calló al verme, alcé el paquete de confetis azules encogiéndome de hombros

Ah, ¿ya los tomaste tú? —me señaló confundida—

Orne anda de insoportable jodiendo a todos con esos confetis

Asintió formando una línea con sus labios y sin decir nada caminó hacia la puerta, suspiré volviendo a concentrarme para buscar otros paquetes, esos no bastarían

Maldita sea —una maldición provocó que me voltease nuevamente para mirarla—

Fruncí mi ceño al notar que estaba intentando forzar la perrilla

¿Qué pasa? —pregunté acercándome a ella—

No se abre —habló con un poco de fatiga debido al esfuerzo que le estaba poniendo—

¿Puedo?

¿Crees poder abrirla tú? —preguntó molesta—

Bueno, me lo tenía bien merecido.

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