Capítulo 48

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Buenos Aires, Argentina
Octubre, 2022

Ana:

— No si —se rió Ele— Debiste ver su cara cuando el pibe del uber nos dio menos dinero del que debía

Yo y Ruggero nos reímos burlándonos de Leonardo

— "Perdón señor, pero nos robó" —lo imitó Ele—

— ¿Como vas a decir eso? —me exalté en voz baja entre risas—

— Soy italiano Ana —exclamó— Hago lo que puedo

Los cuatro seguimos conversando hasta que se escuchó la puerta abriéndose, quedé completamente helada al verlo

— Hola —murmuró moviendo levemente su mano—

— Bueno —alargó Leo— Se me antojó algo para comer

— A mi también —Ruggero se puso de pie—

Elettra se mantuvo sentada en su lugar, todas las miradas fueron a ella

— Ah —rascó su cuello nerviosa— A mí no, la verdad

Leonardo maldijo en voz baja y quise reírme al ver como la llevaba prácticamente a rastras fuera de la habitación

— ¿Como te sientes? —preguntó Santiago cuando los dos ya estuvimos solos—

Lo observé unos cuantos segundos y no se me escaparon sus horribles condiciones, me retuve del preguntarle que había pasado

— Bien —murmuré— ¿Tú?

— Me siento un idiota

Hice una mueca asintiendo— Bien.

Hubieron unos cuantos segundos de silencio hasta que decidí hablar nuevamente

— Santi...

— No —me cortó sentándose al lado de la cama— No vamos a hablar de nosotros ahora, es por eso que estás en esa cama de hospital. Lo hablaremos con calma cuanto te sientas mejor

— Ok —susurré débil—

Y se quedó ahí en silencio hasta que caí rendida ante el sueño.

[...]

Me quejé abriendo mis ojos, pestañeé varias veces intentando acostumbrarme a la fuerte luz

— Hasta que despiertas

Escuché una voz y no pude evitar sonreír al ver quienes estaba sentado al lado de mi cama

— Hola —murmuré débil—

— Holi Anita —ladeó su cabeza mirándome— Dormiste prácticamente toda la tarde

Me reí leve hasta que una punzada atacó mi cabeza, una mueca se me salió

— ¿Todo bien?

— Sisi, solo me duele un poco la cabeza —murmuré— Tranquilo

De inmediato vi como se enderezaba— A ver, a ver

Observé como tendía su brazo hacia la mesita que se encontraba al lado de mi cama, abrió la botella de agua y me miró

— Te ayudo a sentarte

— No es necesario...

— Cállate

Una de sus manos me tomó por el brazo ayudándome a levantarme sin mucha fatiga, hasta que logré sentarme

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