Capítulo 42

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Buenos Aires, Argentina
Octubre, 2022

Santiago:

Todo se estaba yendo al carajo, literalmente.

Mascolo había terminado obligando a Ruggero a comenzar ya las grabaciones del tema, solo que con su humor iba de insoportable.

Orne y Leonardo estaban callados, la argentina se encontraba al lado de la menor mientras que mi mejor amigo al mío

Mi mirada fue a Elettra, y creo que ella se percató de eso, ya que desvió su mirada nerviosa

— Me voy al baño —dijo en voz baja—

Sin decir nada salió de la sala cabeza abajo

Me puse de pie decidido a hablar con ella, no iba a permitir que se siguiera metiendo en mis asuntos

Pero a detenerme de seguirla fue una mano sobre mi hombro, Leo se puso de pie también

No vayas a lastimarla, Santiago, porque te juro que esta vez te suelto un madrazo. Estoy cansado de verlas llorar a todas por tu culpa

¿Porque la defiendes tanto?

Porque ella hizo lo correcto contándole a Ruggero y también defendiendo a su amiga

Ya, Leonardo —lo corté molesto— Déjame

Me fulminó con su mirada cuando me solté de su agarre para después salir de la sala, suspiré mientras con mi mirada buscaba los baños y al encontrarlos no dudé en entrar en ellos

Y justo ahí la vi, la italiana acababa de salir de uno de los cubículos

¿Realmente era necesario ir a contarle a Ruggero? —pregunté al verla salir del baño—

Empezó a lavarse las manos sin mirarme y me apoyé a la pared esperando una respuesta

Si, lo era. —contestó tranquilamente—

¿Para que Ana se entere y...

¿Y que? —me encaró enojada— ¿Termine lastimada? —se rió irónica— Eres tan hipócrita, joder, que ganas tengo de pegarte una y otra vez el bonito rostro que te cargas

Dale, hazlo. ¿De que te va a servir? —la señalé—

De nada, definitivamente, pero me parece que últimamente todos actúan sin utilizar el cerebro

El punto es que no te debes de meter en la vida de las otras personas —me exalté acercándome a ella—

¿Porque tú que mierda hiciste al juzgarme? ¿Eh?

No es lo mismo —murmuré—

Te odio, Santiago —susurró acercándose a mí, una punzada atacó mi pecho— Te odio tanto porque confié en ti y rompiste tu promesa

Ele...

No, joder —su voz se quebró— ¡Le rompiste el puto corazón! ¡Me prometiste que no ibas a lastimarla!

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