Capítulo 34

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Buenos Aires, Argentina
Septiembre, 2022

Orne:

Los días se habían pasado volando y ya estábamos a finales del mes. Digamos que sí, pero la situación entre todos no era la mejor

O mejor, la situación entre Ele y Leo no era la mejor.

Se podría decir que desde cuando habíamos vuelto del finde se pudo notar perfectamente el hecho de que el italiano se la pasaba ignorando a mi amiga

Ya, como si ella tuviera alguna culpa.

Sólo esperaba de que esto se solucionara lo más antes posible, porque Dios, acababan de aprender a soportarse entre ellos.

Otra cosa que nos sorprendió bastante a todos es que Santiago tampoco ya se mostraba tan cariñoso como antes con Ana

Ambos chicos al parecer se habían vuelto completamente locos o raritos

— Bueno gente —Ruggero chocó sus manos entre ellas llamando nuestra atención—

Todos nos volteamos para mirarlo ante su grito

— Siempre gritas —susurró Ele audiblemente—

No pudimos evitar reírnos, Mascolo también se nos unió.

— Y tú siempre te ríes como loca desquiciada —atacó él, Ele le levantó su dedo corazón—

El mayor sacó su lengua para burlarse de ella

— Parecen dos niños eh —habló la mexicana—

Leonardo asintió de acuerdo— Ya cuenta lo que tenías qué decirnos

— ¿Les gusta la nieve?

— Nunca la he visto —murmuré con una mueca— Así que no sé

— Bueno, ya lo descubrirás entonces —sonrió él, fruncí mi ceño extrañada— Porque antes de las fechas de Mexico nos vamos dos semanas a Bariloche

— ¡¿Que?! —mis amigas se pararon sorprendidas—

— Si, preciosas —se rió Ruggero— Nos vamos de vacaciones

— ¡Amo! ¡Amo! ¡Amo! —chilló Ele lanzándose a abrazar a Ana, de inmediato las alcancé para unirme a su abrazo—

— Nos vamos de vacaciones juntas —susurré emocionada— ¡Y con Ruggero!

— ¡A Bariloche! —agregó la mexicana—

Muy pocas veces la había escuchado así de emocionada por algo.

[...]

¡Si mamá! ¡Nos vamos a Bariloche! —dijo Ele al celular— ¿Me puedes cargar algo en la tarjeta para que vaya a comprar las cosas para la nieve con las chicas? Si es un problema me espero...

Después de unos cuantos segundos una gran sonrisa se hizo espacio en su rostro— Gracias mami, te amo mucho

En cuestión de segundos ya la había saludado, fruncí mi ceño al notar como se apoyaba a la mesa respirando profundamente. Tampoco su palidez se me escapó

Desde que los chicos se habían ido la había notado algo débil y mal.

Decidí acercarme a ella— ¿Ele? ¿Te sientes bien?

Sus ojos se abrieron para mirarme— Si, estoy bien —murmuró de inmediato— Estoy bien, tranquila

— No parece —susurré—

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