Capítulo 12

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Buenos Aires, Argentina
Julio, 2022

Santiago:

— No, Ana, lo siento

Y antes de que la italiana pudiese decir algo más la puerta principal ya se había cerrado

Ele se pasó las manos por la cara bufando y luego pude ver como su labio inferior empezaba a temblar

Corrió escaleras arriba desapareciendo ella también de nuestra vista.

Sin dudarlo ni un segundo corrí hacia la puerta de entrada para salir del depa en busca de la mexicana

Por suerte aún se encontraba en el pasillo, rápidamente me dirigí hacia ella

— Hey —la llamé y me miró—

Mi corazón se encogió al ver que lágrimas bajaban de sus ojos

— ¿Que pasó? —pregunté acariciando delicadamente su brazo—

— Yo... —sobó con su nariz— Soy una amiga horrible Santi

— Nono, no digas esto —la interrumpí—

— Pero si es verdad —volvió a llorar y sentí mi pecho oprimirse—

No me gustaba nada verla así.

— No estuve para ella —hipó— Ele siempre está cuando la necesito, mientras que yo durante dos semanas ni bola le di, y realmente me siento mal porque no se lo merece

Hice una mueca y pocos segundos después tomé su cara entre mis manos

— Ya. Nena, mira que no te ves nada bonita llorando —dije y sonreí cuando escuché como una pequeña risa se escapaba de sus labios—

Limpié delicadamente sus lágrimas y acto seguido mis labios se posaron delicadamente sobre su frente

— Tú necesitas despejarte un poco y tengo una idea perfecta para que lo hagas —hablé y sus ojitos rojos me miraron—

— ¿Que? —frunció su ceño—

— Sígueme —la tomé delicadamente de la muñeca pulsando el botón del ascensor—

— Que miedo me das con tus ideas eh

Sonreí de lado ante sus palabras

[...]

Le agradecí a la chica en un susurro y después de haber posicionado las bolsas de la comida entre los pies de la mexicana volví a acelerar

Ana se había dormido hace dos horas ya, después de haberme cuestionado muchas veces hacia adonde nos íbamos el sueño le ganó

Me tocó hacer todo el viaje con ella dormida, lo cual no es de mucha compañía pero debo decir que me relaja particularmente escuchar su respiración calmada, y ver como se acurrucó sobre si misma me causaba algo de ternura

Con mi mirada busqué los carteles y al verlos entendí que calle tomar para la playa

Pocos minutos después ya habíamos llegado.

Apagué el auto y me salí de ese, me dirigí hacia el lado del copiloto y después de haber abierto la puerta de ese me ocupé de intentar despertar a la mexicana

— Hey, Anita —la moví delicadamente— Despierta, ya hemos llegado

Sus ojos se abrieron lentamente y me miró

— Hola —dije riéndome, esbozó una leve sonrisa—

— ¿Adonde estamos? —preguntó tallándose los ojos—

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