Capítulo 30

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Buenos Aires, Argentina
Septiembre, 2022

Leonardo:

Llevé una papa frita a mi boca mientras observaba a mi hermano cocinar una de sus especialidades

Ya habíamos terminado de entrenar y yo moría de hambre literalmente. Así que cuando llegue a casa para cenar, Ruggero ya estaba preparando todo

Hermano —lo llamé sirviendo un vaso de agua—

Hey

¿Te podemos pedir un permiso?

¿"Podemos"? —me miró alzando una ceja— ¿quienes?

Em, Santi, Anita, Orne, Elettra y yo —me señalé — es que antes de que sea la gira queremos hacer un tour por algunas ciudades de acá

Bueno, me parece bien —sonrió apagando la llama de la cocina— pero, ¿ustedes solos?

Supongo que sí, ademas tranquilo, Santiago y yo hemos estado investigando un poquito. Y Chiara —asintió escuchándome— nos prestará su auto

Mi hermano y Chiara se conocían desde hace más de dos años quizá. Fue una vez que Ruggero fue de visita a Italia y resultaba que la hermana de Santi también estaba viajando, así que se encontraron y desde ahí se hicieron muy buenos amigos.

De acuerdo —suspiró— necesito que me manden todo para estar pendiente

Si, no te preocupes por eso, le aviso a Santi y acordamos

Bien, por cierto, ¿cómo les fue en su primer día de gimnasio?

Horrible —rodé los ojos— odio hacer ejercicio, encima Elettra, me hizo una humillación mal

Soltó una carcajada

Santiago siempre te pidió entrenar juntos, te negabas. Así que sin quejarse hermanito

Pues tocará

¿Y con las chicas como tratas?

Pues, Ana y Orne todo bien, me conecto un montón con ellas, con la que es un poco complicado, es Elettra —hice una mueca— chocamos siempre

Y bueno hermano, así pasa siempre, no tienes que conectar al instante con una persona. A veces es complicado

Igual, Santiago y Ana conectaron desde el minuto uno, no me parece justo que él encuentre amistades muy rápido —me ofendí—

Ah por Dios, el tema de esos dos es muy fuera de la amistad y lo sabes —me señaló—

Eso si.

Y tu tema con Elettra es otro. No se soportan. Aunque... del odio al amor hay un solo paso

Ay, no empieces

Ruggero rió volviendo a la cocina y me crucé de brazos.

No. Voy. A. Enamorarme.

[...]

El fin de semana había llegado y antes de que Santi tocara el claxon yo ya estaba esperándolo fuera del edificio. ¡Necesitaba salir!

Ruggero no estaba y me pidió que cerrara bien el departamento.

Más ansioso imposible —dijo mi amigo riendo en cuanto entré el auto—  che, necesito decirte algo

¿Decirme?

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