Capítulo 55: Plata y perlas

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Cuando Juliana se despertó, tanteó la cama esperando encontrar el tibio cuerpo de Niall, sin embargo, el otro lado estaba vacío. En Amesbury ella siempre se levantaba temprano y solía tener que despertarlo a él, que pretendía dormir hasta tarde. Estaba claro que las cosas cambiarían en Mullingar, pensó mientras se levantaba. Se dio un rápido baño de agua caliente. Su mente divagó entre las distintas cosas que podrían hacer juntos en el día mientras se ponía un jean azul, una polera de lana violeta y... ¿dónde están mis zapatillas?, se preguntó de pronto. Rebuscó en la valija y se encontró que sus zapatillas rosadas estaban increíblemente llenas de barro. Sospechó que a Agnes le daría pánico que manchasen su alfombra, de modo que terminó por ponerse unos converse blancos de Niall. Afortunadamente calzaban lo mismo, pensó agradecida, pero de inmediato se dio cuenta que se estaba tomando demasiadas atribuciones. Espero no molestarlo, deseó.

            -Buen día - saludo a los otros tres, cuando ingresó a la cocina.

            -¿Esas son mis zapatillas? - preguntó notoriamente sorprendido Niall, que, para variar, engullía de aquellas asquerosas salchichas. La rubia arrugó la nariz antes de contestar.

            -Sí, espero que no te moleste. Las mías estaban embarradas. A lo mejor en la tarde las lavo - explicó con tranquilidad.

            -No hay problema.

            -¿Es muy tarde?

            -No, cariño, es la hora justa - le dijo Agnes - ¿qué quieres comer?

            -Yo me sirvo, no te preocupes.

            -Ella es grande, Agnes, puede hacerlo sola - le indicó su novio, que ya la conocía y sabía de su autosuficiencia. La muchacha sonrió.

            -En serio, no tengo idea cómo puedes comer eso - Niall repetía la misma frase cada vez que desayunaban. Juliana desde tiempos inmemoriales recordaba desayunar una tostada con manteca y mermelada y francamente le encantaba, pero al parecer, el irlandés lo hallaba asqueroso.

            -Te he dicho mil veces que es rico - y ella siempre contestaba lo mismo. Era casi como una rutina.

            -¿Por qué siento que él siempre dice eso? - preguntó con atino Bobby.

            -Porque lo hace - contestó ella de inmediato con una sonrisa. En cuanto había entrado a la cocina, sintió la mirada compasiva del padre de su novio y quiso abrazarlo.

            -¿Qué haremos hoy? - preguntó entusiasmada.

            -Estaba pensando que podríamos recorrer la ciudad. Caminar, ese tipo de cosas - propuso Niall sin mucho interés.

            -¿Lugares históricos? - la emoción en su voz era palpable y Agnes rió.

            -Sí, incluso te llevaré ahí.

            -Tu madre querrá que la visites - le comentó con intención su padre. Había algo ahí que no estaba entendiendo, pensó. La manera en la que Bobby había dicho aquello le daba entender que algo en la relación con su madre no estaba bien.

            -A lo mejor mañana - contestó él con desgano. Agnes miraba hacia otro lado y Juliana supo que algo sucedía.

            Habían caminado unas cuantos minutos y Juliana se sentía espléndida. El día estaba agradable, a pesar del frío y las nubes sobre sus cabezas. A lo mejor, pensó con ternura, la compañía lo hace agradable. Sonrió. Todos en el barrio parecían conocerlo y se paraban a saludarlo, a lo que él respondía con comodidad y los llamaba por los nombres. Estaba bastante claro que estaba en casa, dedujo con ternura. Algunas niñas le pidieron fotos y autógrafos y él charló unos minutos con cada una de ellas, lo que lo hizo amarlo más.

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