Era sábado y Niall cumplía veintiún años. Juliana se había levantado temprano ese día, ansiosa por aprovecharlo. Se había dado una rápida ducha, se había puesto una pollera gris de tela ligera hasta los tobillos, una musculosa blanca, un saco azul, las sandalias beige, a juego con la cartera y había puesto un pañuelo blanco para el cuello en la cartera, en caso de que refrescara.
Había desayunado con rapidez, deseosa de emprender una nueva aventura. Así como había conocido el Palacio de Buckingham, sabía que no podía irse de Londres sin conocer el Palacio de Westminster, o como se lo conocía más comúnmente, The Parlament. Había sido la residencia real, en un principio, pero lo cierto es que nadie había vivido ahí desde el siglo XVI. La mayor parte de la impactante estructura gótica, había sido contruida durante el siglo XIX, tras un importante incendio en 1834, que destruyó la mayor parte del edificio. En la actualidad, era la sede del parlamento y, por tanto, estaban allí la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes. Aquello le hacía acordar a la Revolución francesa, pensó mientras hacía cola para entrar.
El lujo, por supuesto, era lo que primaba, pero aún así, el lugar tenía un aire del siglo anterior que la atrapó por completo. Debía ser el estilo gótico, pensó. Bueno, en realidad es neogótico, se corrigió mentalmente. Había tenido suerte de poder entrar en ambas Cámaras, como el Parlamento estaba en receso, la visita guiada llegó hasta allí y Juliana casi sentía que podía tocar la Historia. Casi podía imaginarse a los parlamentarios, en 1688, levantándose ante el poder absoluto del Rey y logrando una monarquía parlamentaria. La revolución gloriosa era de sus temas preferidos, pensó emocionada al pisar la alfombra verde, característica de la Cámara de los Comunes.
Asombrada por la preciosa mañana que había vivido, Juliana recorrió con parsimonia el Jardín de la Torre Victoria, adyacente a la Torre Victoria, en el lado suroccidental del Palacio. Como era sábado, el parque estaba ciertamente aborrotado de familias que aprovechaban el sol sobre sus cabezas. Juliana se sentó en un banco de madera a contemplar el paisaje y dio gracias a Dios por la oportunidad de pisar tierras inglesas. Se respiraba un clima familiar y de tranquilidad preciosa para escribir, de modo que la rubia sacó una libreta y una lapicera de su cartera y comenzó a escribir como loca interesantes diálogos entre María Cristina y Francisco de Aréchaga, presa de un subidón de inspiración.
Juliana se tomó un momento para dudar si permitía que sus personajes se besaran o no, cuando una adolescente la interrumpió. Llevaba el pelo pelirrojo atado en una cola de caballo, sus ojos marrones centelleaban y tenía una cálida sonrisa; por un momento, le recordó a Ed Sheeran. Por pura cortesía, esperó que ella hablase.
-¿Tú eres Juliana, cierto? ¿La Juliana de One direction? - no pudo evitar carcajearse ante semejante descripción. Sí, ciertamente lo era, pensó divertida.
-Sí, soy la Juliana de One direction. ¿Eres fan? - le preguntó intrigada, era lindo conocer gente con tu misma pasión, pensó.
-Realmente fan, estoy esperando que toquen en el O2 el año que viene. Dicen que la próxima gira empezará acá - distraída, Juliana pensó que sólo sabía del próximo CD y que no tenía idea que habría otra gira, mucho menos sabía dónde empezaba o qué países estaban incluidos. Estaba claro que se estaba enfocando mucho más en ellos como personas, como sus amigos, que como sus artistas preferidos y eso la emocionó. Sonrió.
-Bueno, pero tú tienes la oportunidad de cruzártelos por la calle, si tienes suerte. Yo tuve que cruzar el Atlántico - bromeó con la muchacha.
ESTÁS LEYENDO
Preguntando se llega a One direction
FanfictionUna fan cualquiera, en el tumulto de un hotel cualquiera, interrumpe una acalorada discusión que, por fortuna, la catapulta directamente a una divertida entrevista con One direction. Al levantarse aquella mañana no esperaba semejantes acontecimiento...