Capítulo 1: Último recurso.

292 10 0
                                    

Era estúpido y lo sabía. Aquel día Juliana salió presurosa del liceo, despidiéndose de sus alumnos con rapidez. Golpeaba sus botas contra el asfalto mientas esperaba el ómnibus. Estaba ansiosa y era estúpido estarlo. Dios, se reprochó, estaba ya grande para esas cosas, se dijo, pero no podía evitarlo, quería estar allí, necesitaba estar allí. Afortunadamente para sus nervios, el ómnibus vino con rapidez. Estuvo todo el camino estuchando música, con una sonrisa de lo más estúpida en la cara.

Aquella mañana de lunes, One direction estaba en Montevideo. Habían llegado la noche anterior, para ceñirse a la verdad, pero la noticia recién se filtraba a primera hora de aquel día. La actualización le había llegado a su twitter mientras estaba en la sala de profesores y en ese inmediato momento decidió que iría a su hotel. Lo haría, aunque fuese estúpido y fuese demasiado mayor para esas cosas. Ya pasando los veinte, Juliana pensó que no tendría un fanatismo tan grande como el que había teniendo a sus diez con los Spice girls, pero ciertamente lo tenía. Había empezado un día cualquiera, estando en el ómnibus camino a casa de su novio, escuchando la radio.

-Y así pasó Best song ever, de One direction. A propósito el video es muy gracioso. Si vos, que estás trabajando o estudiando, eludí al jefe o hacé un recreo de los papeles y mirá el video que es muy bueno – dijo el locutor de la radio con aquella voz tan característica que a ella le gustaba tanto.

Juliana, intrigada y un tanto aburrida de pensar en la cantidad de cosas que debía estudiar para la próxima semana, abrió internet desde su celular y tal como lo habían recomendado en la radio vio el videoclip, que resultó ser muy gracioso, como habían dicho. Lo primero que le llamó la atención fue que los muchachos tendrían aproximadamente su edad y que los cinco eran muy atractivos. Lo siguiente que supo fue que estaba buscando información de ellos. Sólo quería saber sus nombres, a decir verdad, pero una cosa llevó a la otra y terminó sabiendo todo lo que había que saber de ellos. Aceptaba que en un principio había sido porque eran la banda del momento y fundamentalmente porque eran hermosos, pero con el tiempo, escuchando sus canciones y conociendo un poco de sus vidas, le empezó a gustar lo que transmitían, lo que significaban para varias otras miles de fans. Le gustaba la caballerosidad que pregonaban, el respeto por la mujer y la necesidad que tenían de siempre tratarlas bien, de hacerlas sentir queridas. Le gustaba el tiempo que le dedicaban a las fans, le gustaba que se detuvieran en el medio del tumulto para sacarse fotos, el cuidado con que las trataban, como si ellas fueran un tesoro para ellos. Le gustaba la actitud despreocupada en la que vivían y sus ideales de vivir el día a día al máximo. Simplemente le gustaban.

Fue toda una revelación saber que venían a Montevideo. Desafortunadamente, las entradas se habían puesto a la venta en un momento complicado de su vida, y cuando por fin fue a comprarlas, ya estaban agotadas. Aquello supuso un golpe importante a su fanatismo, por ello cuando supo que ya estaban en la ciudad, decidió ir a verlos. No era tonta, sabía que seguramente habría muchísima seguridad y otras miles de chicas como ella tratando de llegar a ellos, pero le bastaba con verlos, simplemente verlos y constatar que realmente existían. No pretendía ni autógrafos, ni fotos, simplemente verlos, aunque fuera de lejos.

El resto del viaje en ómnibus se pasó cavilando qué haría si realmente pudiera verlos. Probablemente quedaría paralizada, como usualmente le pasaba en ocasiones de alta emoción. Lo cual sería bastante vergonzoso, pensó. Se bajó en la correspondiente parada y emprendió el camino al Sheraton Hotel. Estaba en una zona preciosa de la ciudad y estaba muy cerca de la rambla, por lo que corría un viento agradable, que amenizaba el sol de mayo. Conforme se acercaba, Juliana pensó que no estaba para nada errada: mucha seguridad y miles de chicas tras un vallado, gritando y cantando sus canciones. Sí, definitivamente ya estaba grande para esas cosas y de ninguna manera se iba a acercar al tumulto. Se quedaría un poco alejada, pero lo suficientemente cerca de la puerta del hotel para poder verlos, en caso que salieran. Afortunadamente, encontró un lugar con sombra cerca de una camioneta de un canal local. Se sentó en un pequeño escalón que había y rebuscó en su cartera la botella de agua y una barrita de cereales.

Preguntando se llega a One directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora