Capítulo 4: El Estadio Centenario

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La mañana siguiente Juliana despertó en una nube, varios centímetros por encima del suelo, aún sin creer totalmente los acontecimientos del pasado día. Por lo general aquellas cosas nunca le pasaban a ella. No era del tipo de chica que conseguía lo que quería, nunca había sido seleccionada en un sorteo y siempre la empapaba un auto cuando había tormenta, parecía increíble que su suerte hubiese cambiado de manera tan drástica, pero así había sido y la entrada plastificada encima de su escritorio así lo atestiguaba.

Se vistió con rapidez con un jean claro, un canguro verde y zapatillas negras. Aquel día no tenía que dar clase por lo que prefería vestir con más informalidad para ir a la facultad. Estudiaba profesorado de Historia, en su tercer año y estaba haciendo el segundo de prácticas en un liceo. El ambiente de la facultad era más bien relajado, por lo que nunca se preocupaba demasiado por su atuendo, pero siempre iba prolija.

Era muy temprano en la mañana y aún sus padres dormían, por lo que se dirigió a la cocina con el máximo de los silencios, preparó su desayuno, lo comió con tranquilidad, tomando su medicación en medio, mientras veía un capítulo repetido de CSI: NY en la televisión. Ya eran siete y quince minutos de la mañana cuando cogió su bolso y salió a tomar el ómnibus.

Los martes solían ser días aburridos, pero aquel en particular parecía ser perfecto, sin importar qué pasara en él. Probablemente era el fantasma de One direction en su cabeza que la tenía tan extasiada. Prestó atención las tres horas de Historia Americana, e incluso participó de una discusión sobre Brasil y su constitución de 1824 en la que sus compañeros se vieron inmiscuidos. Desafortunadamente, no tuvo la menor idea qué sucedió exactamente en Historia de la educación. La profesora era una señora demasiado mayor, con la didáctica completamente olvidada y la voz más monótona que pudiese existir en el mundo. Juliana incluso dormitó unos minutos, mientras su emoción se lo permitió.

Agradeció cuando la clase dio fin y salió al patio con sus compañeros a pasar un rato distendido charlando. Era un grupo de lo más variopinto que, por fortuna, encajaban a la perfección. Solían divertirse molestando, hablando de la carrera, los profesores e incluso de sus vidas personales en ocasiones. Salían a bailar o a cenar juntos a fin de año, para festejar la finalización del año lectivo. Juliana se sentía más cómoda con ellos de lo que se sentía con sus antiguos compañeros del liceo privado al que acudía años atrás.

Cuando el reloj dio una y media de la tarde, Juliana se despidió presurosa de todos y volvió a su casa. Almorzó ligero y aprovechó el tiempo leyendo sobre el Imperio de Brasil, tema que había estado en el tapete en la clase de Americana más temprano. El concierto era a las ocho de la noche, por lo que Juliana suponía que debía estar allí con la suficiente anticipación como para realizar su trabajo, de modo que dos horas antes parecía una hora adecuada. Se dio un baño rápido, que resultó mucho más relajante de lo que pensó y se vistió con lo que había elegido el día anterior, tras haber tenido consciencia de su suerte: un jean gris claro ajustado, una remera blanca con la estampa de los cinco cantantes vestidos de traje y la palabra directioner abajo, que ella misma había mandado a estampar, una camisa de jean azul oscuro, zapatillas  rosadas y un pañuelo de algodón del mismo color para el cuello, por si refrescaba. Su atuendo era mucho más desenfadado de lo que había sido el día anterior y pensaba dar un aire más juvenil, además de que estaba cómoda con él. Se trenzó el pelo, se puso unas grandes perlas, se maquilló apenas las pestañas con rímel y usó el mismo bálsamo de cereza. Se sentía lo suficientemente preparada para enfrentar nuevamente a sus ídolos. Sonrió con confianza y emoción.

El Estado Centenario se erguía majestuoso a sus pies cuando se bajó del ómnibus. Aún no había vallado, pero sí unas cuantas fans desesperadas haciendo cola, Juliana pensó que serían las que tenían asientos sin numerar. Se podía sentir en el aire el ambiente festivo y aprovechó la oportunidad para hacerles unas pequeñas preguntas, tal como lo había mencionado Martín al hacerle la propuesta. Sacó la diminuta cámara que le habían dado la tarde anterior en el canal y se acercó al grupo, que debían tener todas quince años, lo que le trajo un pequeño sentimiento de vejez. Las adolescentes respondieron con entusiasmo y respeto a sus cuestionamientos, lo que dejó satisfecha a Juliana. Después de todo lidiaba con adolescentes a diario, pensó divertida. Sonrió mientras caminaba hacia la puerta que le correspondía. Todas ellas habían dicho que les gustaba One direction porque eran auténticos y porque les cantaban las cosas que ellas querían escuchar. La joven rubia no pudo evitar estar de acuerdo con eso.

Preguntando se llega a One directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora