Capítulo 5

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En el infierno Jennie caminó hacia su vivienda después de abandonar el Segundo Círculo, el sexo era el mejor remedio contra el estrés y el enojo que sintió al enterarse el por qué debía asistir a las dichosas clases con los ángeles. 

Le enfermaba el aire lleno de bondad y justicia que los envolvía haciéndoles parecer como si ellos fueran mejores por el simple hecho de vivir en el reino de los cielos cuando era ellos quiénes se encargaban del trabajo sucio, ciertamente, trabajo que disfrutaba. Causar tormento a las desdichadas almas mediante la tortura ya sea física o psicológica le generaba exquisitez por todo el cuerpo, y más cuando creían en sus dulces palabras llenas de falsas promesas y veneno.

Se desprendió de toda su ropa y con pasos lentos fue hasta la tina y la llenó de agua tibia, se sumergió en ella y disfrutó de la tranquilidad que la masa líquida. Transcurrió una hora antes de salir de su relajante bañera, tomó una bata color negro y antes de colocársela admiró su cuerpo estilizado y con curvas pecaminosas que impulsan a caer en el deseo más primitivo de todos, la lujuria, deseo capital que ha sido puesto en práctica más de una vez por Kim Jennie.

Unos suaves golpes la sacaron de su ensoñación y se puso la bata antes de abrir, era Jisoo.

—Es raro que me visites, ¿qué se te ofrece?—le invitó a que pasara.

—Necesito este libro—le mostró el nombre que estaba anotado en un papelito—, me han dicho que tú lo tienes, así que dámelo—más que un pedido fue una exigencia.

—Decir "por favor" no te matará, ¿sabes?—se dirigió al estante en dónde se hallaba el dichoso libro—. Toma.

—No coger tampoco te matará, y mírate—agarró el libro—. Nos vemos mañana, Jennie.

—Espera—la sujetó del brazo.

—¿Qué pasa, mujer? Necesito leer esto—dijo impaciente zapateando el piso.

—¿Puedes quedarte...? No voy hacer ruido...—Jennie giró la cara, no quería que los ojos de Jisoo la analicen, pero fue muy tarde.

Jisoo a veces odiaba tener una especie de amistad con la de ojos gatunos, los demonios no tienen amigos solo conocidos ni más ni menos, pero ahí estaba ella suplicándole entre líneas para que no se vaya y odiaba leerlas perfectamente porqué entre ellas había un mensaje oculto, mensaje que no se tomó la molestia de descifrar, no era asunto suyo y jamás lo sería, solo vería la superficie de aquel "texto". Se guardó el suspiro hacia sus adentros.

—Más te vale hacer té—fue su modo de decirle que aceptaba.

—Solo tengo whisky, ¿te sirve?—ocultó su efímera sonrisa.

—Mejor aún.

La mayor vio como del estante de la cocina extrajo el licor y lo sirvió en dos vasos. Por unos breves segundos estudió con la mirada el cristal que contenía ese líquido tan parecido al infierno, te consumía hasta perder la cordura.

Dejó de lado el vaso y se acomodó en el sillón, empezaría con su lectura. No era lo que tenía planeado, pero por lo menos sabía que Jennie cumpliría con su palabra y no haría bulla, no si quiere que ella se quede.

Esa tarde ambas se hicieron compañía en el mutismo.

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Rosé estaba tocando el arpa en el jardín de su casa. Le provocaba paz al sentir como sus manos se movían en una suave danza mientras sus dedos rasgaban las tensas cuerdas del instrumento produciendo una melodía dulce, como ella.

Estar rodeada de demonios no fue la experiencia más... agradable que tuvo. Ahora estaba por completo segura que lo que decía el resto de ángeles era verdad, eran criaturas malas que no merecían entrar al reino de los cielos por sus actos tan malvados y perversos, sus palabras fueron tan feas que aun las mantiene frescas en su memoria, ¿por qué decían esas cosas sobre ellos? ¿Y por qué se burlaron de ella cuando tartamudeó? Sus risas fueron hirientes porque por primera vez experimento el que se rían de ella y no con ella, sus amigas jamás se hubieran burlando de ella de esa forma, ellas eran buenas como Lisa.

—¿Qué pasa, Rosé? Dejaste de tocar—dijo Lisa tumbada en la hierba con los ojos cerrados.

—Oh, lo siento, estaba pensando...

Lisa con la mano derecha palmeó su lado indicando que se acueste con ella en el pasto. La pelirosa fue y se acomodó en el brazo del ángel de batalla.

—Todo va a estar bien, yo voy a estar ahí contigo.

—¿Cómo sabes que todo va estar bien?—ella también cerró los ojos.

—Porque Dios jamás haría daño a sus ángeles con sus planes, en especial a la pequeña que se come media repostería, ¿verdad?—de sus labios abandonó una risilla.

—No como mucho—infló sus mejillas—. Tienes razón, Dios debe tener una misión para los ángeles, solo que no lo sabemos.

—Exacto pequeña Foodsé, así que anímate, mañana será un nuevo día y te aseguro que esta vez no dejaré que nadie se ría de ti—aseveró con fuerza.

—Pero tú también debes controlarte, te pusiste toda enojada cuando esa demonio te provocó—la pelirosa se acurrucó, tenía ojitos de somnolencia.

—Hay algo en ella que no soporto, pero trataré de no enojarme—debe ser porque tiene una sonrisa descarada.

—Está bien, sabes, a pesar de ser malos no son feos, son hermosos...

Lisa sintió como la cabeza de Rosé hizo mayor peso, se había quedado dormida. Regresó a ver a la pelirosa y no le cabía en la mente como esos estúpidos demonios fueron capaces de reírse de un ser tan puro y dulce como lo era su pequeña Foodsé, incluso otros ángeles la consentían más por su tierna manera de ser.

Solo anhelaba que el día de mañana sea mejor que el anterior, y lo iba a ser porque ella iba a ignorar a esos apestosos demonios, en especial a Kim Jennie, no merecía ni una mirada suya, no se dejaría provocar no otra vez.

¿Hermosos? Serán los demás porque Kim Jennie es fea, demonio feo.

Con ese pensamiento fue al mundo de los sueños.


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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora