Capítulo 29

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Jennie antes de ingresar a la edificación guardó a Luca en la pulsera. Deambuló por los amplios pasillos y encontró a Lisa recargada en la ventana admirando el paisaje.

—Si quieres suicidarte te sugiero que te cortes las alas primero y luego me las des, se venderían por un buen precio en el infierno—comentó Jennie cruzada de brazos.

Observó como el ángel rubio regresó a verla, pero tan pronto como lo hizo viró su cara de nuevo.

—Solo estaba mirando, no voy hacer eso demonio feo.

—¿Segura? Porque creo que lo harías para ya no verme—dijo con fingida tristeza—, o tal vez deba ronronear de nuevo.

—¡Nooo! ¡Digo, así estás bien!

—No grites, no soy sorda—rodó los ojos—. ¿Por qué no quieres que ronronee, Lisa?

—No es que no quiera... solo no lo hagas, ¿si?—se rascó la nuca.

—¿Por qué?—insistió mientras se acercaba—. No puedes mentirme Lisa, pero supongo que puedes evadir la pregunta o responder de manera ambigua sin afirmar o negar.

—En eso tienes razón, si evadimos la pregunta no estaríamos mintiendo—aunque los ángeles no tenían la necesidad de hacerlo al responder siempre con la verdad, pero ahora es diferente.

—Ya veo, pero te preguntaré de nuevo—con ambas manos sujetó el rostro del ser divino—, ¿por qué no quieres que ronronee?

Jennie intuía que al sostenerse la mirada el ángel rubio no sería capaz de mentirle en la cara y sacaría provecho para mofarse de ella por cualquiera idiotez que diga, pero tal vez no fue la mejor idea que ha tenido puesto que comenzaba a perderse en esos labios regordetes de nuevo.

Lisa antes de cerrar los ojos por unos efímeros instantes apreció cada uno de los detalles del rostro de Jennie y lo que en definitiva la embobó fue sus ojos platinados brillantes.

Como la hermosa luna.

Supo ese preciso momento que sería incapaz de negarle la verdad y mucho menos al sentir sus manos tan suaves y cálidas.

—No quiero que lo hagas porque me pones nerviosa y porque cuando lo haces creo que te ves muy hermosa...

La pelinegra quedó aturdida por la respuesta del ser divino ya que no estaba acostumbrada a semejante honestidad, pero se repuso veloz.

—El gran ángel Lalisa Manobal siente nervios y piensa que soy hermosa, que honor—soltó una risita—, si te escuchan otros ángeles te van a echar al infierno.

—¡No molestes, Jennie! ¡Aparte no me pueden echar por decir la verdad!—refunfuñó.

El demonio de la Lujuria ya no dijo nada, ¿cómo iba a responder a eso? La sinceridad le era tan ajena que no sabía como manejarla y más cuando el ángel no apartó su mirada ni un segundo.

Lisa cree que soy hermosa.

Ella aun mantenía las manos en el rostro de Lisa y concluyó que fue suficiente, sin embargo, cuando estuvo a punto de retirarlas sintió como el ángel le sujetó la mano izquierda y sus labios dejaron un dulce beso en la palma.

Sintió un sutil cosquilleo en el estómago, ahora su mano fue bajando lentamente hasta quedar en el filo de la ventana en donde entrecruzaron tímidamente sus meñiques.

Ambas miraban direcciones opuestas, pero se sintieron unidas, comprendieron que cualquier palabra rompería la burbuja en la que se hallaban.

Sonó el timbre y ambas dieron un pequeño saltito, había terminado.

Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora