Capítulo 27

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El demonio de la Lujuria se despertó temprano con la finalidad de encontrarse con el ángel rubio y hacerle la travesura que su malévola mente planeó ayer. Sabía dónde hallarla, la casita de madera. Caminó sin prisa saboreando el momento que estaría por ocurrir.

—Tu obsesión por los gatos es preocupante, Lisa.

Miró como el ser divino dio un respingo generando que se golpeé la cabeza con el techo de la casita y obviamente Jennie como el demonio que era rio a carcajada limpia.

—¡¿De qué te ríes demonio feo?! ¡Es tu culpa!—se sobó la cabeza.

—¡Tu idiotez es divina!

Jennie se aproximó a ella aun con la sonrisa dibujada en su cara, que buena manera de empezar el día con Lisa siendo idiota. A medida que se fue acercando se percató que el ángel no la miraba.

Vaya, vaya, interesante.

—¿Qué pasa, Lisa? ¿Acaso te pongo nerviosa?—susurró con lentitud y de forma sensual.

—¡¿N-nerviosa yo?! ¡Puff, el infierno te desintegró el cerebro!—frunció el entrecejo mientras negó rápidamente con la cabeza.

—¿Segura? Porque no lo pareces—sonrió ladina.

—¡Ya no molestes!

Lisa se concentró en los gatitos como si su vida dependiera de ello, ¿cómo era posible que este tan tranquila después de lo de ayer? Ella ni siquiera pudo echar un ojo toda la noche al ser constantemente atacada con el pensamiento de casi besar a Jennie, y el demonio se dirigía a ella campante como si no hubiera pasado nada.

No ocurrió nada.

Ella bufó, ¡como sea! No creía posible que ella sea la única estúpida en aun pensar eso porque claramente a Jennie le importó un comino.

¡Demonio feo desconsiderado!

La pelinegra era una espectadora ante el espectáculo de gestos cómicos que realizó Lisa en su presencia y que de seguro tenían que ver con lo que estuvo a punto de pasar ayer, el beso. Fue el momento exacto para poner en marcha su travesura.

—No es justo que solo estés poniendo atención a los gatitos, ¿o acaso me mentiste cuando dijiste que eran parientes míos? Mira que resultaste ser un ángel muy malo—puso un puchero.

—Los ángeles no podemos mentir—se perdió el gesto de la pelinegra al no verla, no quería balbucear de nuevo.

—Si com... espera, ¿es verdad?—preguntó al notar la seriedad del ser divino.

—Sí, ningún ángel puede mentir—reveló acomodando a un gatito para que duerman.

Así que no puedes mentir Lisa, que excitante.

Jennie con la mano derecha volteó la cara de Lisa y sus miradas se cruzaron, con una alarmante lentitud la demonio se acercó a la oreja y sus labios rozaron la piel del ángel.

—Me dijiste que parezco un gatito—murmuró sugestiva y sintiendo como se estremeció—, y como buena gatita que soy puedo ronronear.

—Y-yo... n-no, ¿q-qué?—su cerebro dejó de funcionar.

Jennie no dijo nada y ronroneó en la oreja del ángel para después reírse, se apartó y su risa se ahogó al ver la cara de Lisa, por primera vez vio al ángel adquirir un tono rojizo en sus mejillas que se extendió hasta las orejas. Miró como se fue rápidamente dejándola sola sin decir ni una sola palabra y por unos efímeros segundos sintió quemar su cara.

¡Maldición, se supone que así no debiste reaccionar! Se cubrió el rostro con la mano.

Si travesura salió mal.

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Rosé caminó dando saltitos alegres mientras se dirigía rumbo al árbol entretanto recordaba los eventos recientes con Jisoo. Después de que las grandes alas del demonio de la Soberbia la consolaron no dijeron nada y vio con el ser infernal nuevamente se puso a leer en su rama, pensó que esta vez sería diferente y podrían hablar mucho, pero al llorar de nuevo en frente de Jisoo se sintió avergonzada y no fue capaz de entablar una conversación a pesar de sus inmensas ganas de charlar con ella, pero este día sería diferente ya que no había ningún motivo para llorar.

También por su mente vino la cara de Lisa que se halló por completo roja, parecía un tomatito. No importa cuánto ella y sus amigas preguntaron por su sonrojo, su mejor amiga no mencionó nada ni siquiera una palabra, solo se dedicó a ocultar su rostro al estar apoyada en sus brazos en el escritorio y ni mencionar el día que no entró a clases, eso era otro misterio.

Llegó y notó la ausencia del demonio, se sentó y apoyó su mentón en los brazos que estaban recargados en sus rodillas.

—Tartamuda, toma.

Abrió de inmediato sus ojos, no sintió la presencia del demonio. La pelirosa observó el artículo extendido hacia ella, otro libro. Tomó el volumen.

—¿El código Da Vinci?—inclinó su cabeza.

—Sí, ese es el próximo libro que vas a leer, después de escuchar tu opinión sobre "El Túnel" quiero saber qué opinas de este—le llenó de curiosidad con que saldría la tartamuda esta vez.

—E-esta bien... J-Jisoo...—sujetó su manga al comprender que se iba a ir.

—¿Qué pasa?—achicó los ojos.

—A-ayer no m-me dijiste q-qué pensabas del l-libro...—jugó con sus dedos—, yo... q-quiero escuchar t-tu opinión...

Jisoo no respondió de inmediato, la verdad no tendría por qué explicar nada al ángel, pero si decía algo por el estilo es posible que no quiera leer y siendo sincera la tartamuda es con el único ser divino que ha tenido contacto y que está totalmente dispuesta a dar su punto de vista sobre temas relacionados al libro. Suspiró.

—A diferencia de ti, yo en ningún momento pensé que el libro era triste, ya que para mí el humano Castel fue un personaje violento, posesivo, machista, manipulador y trastornado que buscó amor en la mujer incorrecta por razones incorrectas—tomó aire y continuó—, y ni hablar de María, seres humanos despreciables, tal para cual. Ahora que lo pienso, ¿cómo es posible que te hayas sentido triste con semejantes personajes?—en su mente no cabía tal idea.

Rosé no es que haya analizado tan a profundo el libro que le prestó Jisoo, solo quería tener un tema de conversación y ya, pero lo único que destacó del libro para ella fue que le provocó un sentimiento amargo al entender que no puedes confiar totalmente en la persona que amas, o bueno, eso le transmitió el personaje.

—N-no lo s-se...

—Deberías tener cuidado, tartamuda. La ingenuidad es un pecado que no se paga en el infierno.

Pero contigo puedo ser ingenua porque me vas a cuidar, ¿verdad, Jisoo?


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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora