Capítulo 23

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Jennie fue sin prisa al lugar donde empezaba ser habitual en reunirse con Manobal. Pasó algunos árboles y allí vio al ángel acariciando a los felinos mientras los colocaba dentro de la casita de madera para que duerman.

—Como siempre puntual, Manobal.

—Más bien me sorprende que llegues temprano, Kim Jennie—se sacudió los pelitos de gato que quedaron en su ropa.

—Por supuesto que debo llegar temprano, que vergüenza que descubran que estoy enseñando a ronronear a un ángel descerebrado—puso una mueca de horror—. En fin, empecemos.

Ambas continuaron con lo del día de ayer y no hubo ningún progreso por parte del ángel a pesar de intentarlo tan enérgicamente. Jennie ya ni siquiera hacía el intento de molestarse o su pecado ya no sería la Lujuria sino la Ira.

Prefirió llamar a Luca y que exploré un poco el lugar no sin antes darle sus respectivas caricias.

—Manobal.

—¿Qué pasa?—tosió un poco.

—¿Por qué quieres ronronear?

—Es divertido—respondió con simpleza.

—¿Divertido?—inclinó la cabeza hacia un lado.

—Sí, solo imagina ronronear frente a un gatito y adivinar qué cara pondrá, ¿para ti no fue divertido?

Jennie se perdió por unos breves segundos en su mente y llegó a la conclusión de que no lo fue, ronronear es algo que se aprende al pertenecer a La Casa de la Lujuria al estar rodeada de súcubos e íncubos.

Pero de seguro Manobal jamás se imaginaría que ese simple sonido puede prender a un montón de humanos lujuriosos.

Pero ahí estaba el ángel rubio aprendiendo un arte de seducción totalmente funcional con la idea de que los felinos hagan muecas por su ronroneo.

—¡¿Escuchaste eso?!

—¿Qué?—sacudió su cabeza.

—¡¿No escuchaste?! ¡Casi ronroneo y tú te lo pierdes! ¡Demonio feo!—se mostró indignada.

—Debería solicitar un puesto de trabajo en la escuela si casi logro que un ángel retrasado logre ronronear—cruzó la pierna al estar sentada.

—Ni enseñas bien—bufó—, ni te emociones.

Jennie puso los ojos en blanco antes de marcharse del sitio al oír el timbre.

Por lo menos casi lo logra, fue algo bueno.

No pensó demasiado al instante de aceptar el acuerdo con el ángel y eso fue un desliz propio de un novato, jamás acordaron un tiempo estimado para completar con su trato y, eso, aunque no le guste a Jennie, debía completarse aun sí le toma meses.

Si Jisoo se entera sería una vergüenza.

La pelinegra miró a la mayor sumida en su libro como de costumbre ignorando al mundo entero a su alrededor, pero por una fracción de segundo apartó la mirada del volumen y posó su mirada en los ángeles antes de regresar su vista al libro.

Raro, los ángeles que observó Jisoo pertenecían al grupo de Manobal, ¿será que se enteró de su acuerdo con el ángel rubio? Fue una posibilidad que consideró, pero tan pronto como lo pensó lo desechó ya que conociendo a la mayor no desaprovecharía la oportunidad de preguntar su relación con Manobal, un ángel de Dios.

Relación estudiante-maestro porque no lo llamaría de otra forma y porque sencillamente no lo había. Abandonó sus pensamientos y se dedicó a contemplar el paisaje a través de la ventana, no obstante, esa pizca de curiosidad sobre por qué estaba viendo a los ángeles no se fue.

Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora