Capítulo 46

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Transcurrieron los días y Jennie no sabía qué hacer para ganarse la confianza de Lisa. Es verdad que ambas no se evitaban ni se ignoraban y eso era un punto para el demonio de la Lujuria, pero ya no hubo besos ni abrazos en su interacción y eso la estaba matando, se moría de ganas de besar al ángel rubio o por lo menos recibir un fuerte abrazo.

Lisa idiota.

Aunque sabía muy bien que la idiota era ella por haber dicho semejante estupidez, suspiró. Ella era una experta en temas sexuales, la mejor, pero esa experiencia no le servía de nada en su situación, de hecho podría seducirla con su cuerpo, pero no era algo que le gustaría hacer, no con Lisa porque sentía que no era correcto ganarse el perdón del ser divino de esa manera, esta vez quería hacer las cosas bien. Quizá cuando hayan arreglado las cosas le enseñaría su lujuria.

—Niños, ¿qué creen que debo hacer con su mamá?—preguntó a los mininos en un murmuro.

Muchas veces estuvo tentada en pedir un consejo a Jisoo, pero la mayor se halló más ocupada de lo normal, no sabía que asuntos requerían su completa atención y el resto del grupo no era opción, ninguna de ellas tiene conocimiento de su interés romántico hacia Lisa.

—Los niños te quieren mucho—Lisa miró como dio un respingo.

—Por supuesto que me quieren, soy su mami—siguió jugando con los gatitos.

—Es verdad, eres su mami—sonrió.

Por unos segundos Jennie se quedó embobada admirando la bellísima sonrisa de Lisa y fue ese instante que su mente brillante produjo una increíble idea. Se puso enfrente del ser divino y con la mano le acarició el estómago generando que se ponga nerviosa.

—Prepárate cariño—se puso en puntitas—, porque vas a ser mía—susurró y rozó con los labios la oreja del ángel.

Jennie sonrió complacida por la reacción de Lisa porque al parecer le reinició el cerebro y toda la cara gozaba de un tono rojizo, con eso se fue a preparar el plan que ideó su cabeza.

El ángel de batalla despertó muy tarde porque el demonio de la Lujuria ya no se encontró en el sitio, se cubrió la cara con la mano, la sentía arder. Se puso en cuclillas.

—Otra vez casi caigo ante la hermosura de su mami—el rubor no quería despedirse de su cara—. No le digan, pero su mami me gusta mucho.

Fue un secreto entre sus niños y ella.

No sabía cuánto tiempo sería capaz de aguantar sin querer besar a Jennie, quería repetir la vez que se quedaron tumbadas en la hierba abrazadas, rodearla con su cuerpo y alas protegiéndola incluso del viento, quería tanto permanecer junto a ella, pero sus temores no querían desprenderse de su interior, ¿y si es una más de sus bromas? ¿Si la estaba engañando para después burlarse de ella? Esos pensamientos la atormentaban cada día al igual que las inmensas ganas de llorar.

Por favor, ya no me lastimes más Jennie.

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Jisoo esperó en el árbol de pie, se acomodó el cabello y la ropa, limpió las pequeñas pelusas minuciosamente.

Todo se debía a que hoy sería el día en que su plan de cortejo empezaba, según el humano William Shakespeare debe dejar en claro sus intenciones a la dama desde un principio y si quería una respuesta favorable debía estar presentable, por eso puso más empeñó en su imagen personal, más de lo normal.

—¡Jisoo!

Llegó la hora, sonrió confiada.

—Como siempre estás muy alegre—elevó la comisura de los labios.

—T-tú estás m-más h-hermosa...

Rosé no fue capaz de apartar su mirada del demonio de la Soberbia, hoy lucía muchísimo más hermosa con esa gabardina color negro que llegaba a las pantorrillas acompañada de una camisa blanca con corbata negra, el pantalón y botas eran del tono de la corbata, sus alitas se movieron con fuerza como si quisieran salir volando. Empezó a jugar con los dedos, hoy los ojos de Jisoo eran diferentes, sus orbes color ébano brillaban, eran como una noche luminosa.

—Lo sé—quiso morderse la lengua, eso no es lo que quería decirle, pero su boca fue más rápida—. Antes que nada quiero entregarte esto.

La palidez se hizo presente en Rosé, lo que Jisoo le dio fue la hoja en donde anotó los pasos para conquistarla y los malos pensamientos no tardaron en aparecer.

—¿Por qué lloras, tartamuda?—fue inesperado, el humano William Shakespeare no le preparó para esto.

¡Humano inútil!

—¡L-lo s-siento! ¡T-tú m-me gustas m-mucho, Jisoo!—se cubrió la cara con las manos, las lágrimas seguían cayendo sin parar—. ¡D-de s-seguro estas m-molesta! ¡N-no s-soy tan g-genial como t-tú n-ni tan i-inteligente! ¡L-lo sien...!

De pronto sus manos ya no estaban en su cara, sino unos labios en forma de corazón impactaron contra su boca, Jisoo la estaba besando. Las mariposas en su estómago revolotearon con locura, el cosquilleo que sintió en cada centímetro de su piel la consumió como el sol de verano. Ese beso duró tan poco que pensó que fue un sueño.

—Rosé—con los pulgares limpió las lágrimas—, si fueras como yo créeme que no estaría aquí.

—D-dijiste mi n-nombre...—se dibujó una sonrisa, ahora era capaz de llorar por felicidad.

—Tu nombre sin duda fue pensado cuidadosamente por Dios, Roseanne. Me encanta—siguió con las caricias.

—¿N-no e-estas e-enojada?—bajó la mirada.

—Estoy un poquito molesta por el hecho que aun faltan puntos por completar en tu lista, ¿dónde está mi canción y mi cajita musical?—probablemente no lo diga en voz alta, pero ella en serio quería sus regalos—. Déjame dejar algo en claro—tomó aire—. Me gustas Park Roseanne, y el que yo te guste es algo normal, después de todo soy yo, tarde o temprano te iba a gustar.

Una felicidad enorme estalló en el pecho de Rosé, Jisoo también sentía lo mismo por ella, su plan había funcionado porque ahora el corazón y las alitas del ser infernal gustaban de ella.

—¿Puedes cerrar los ojos?—al ver que no se opuso a su petición extrajo dos artículos de su espacio demoníaco—. Ábrelos.

Lo que sostenía Jisoo fue un sobre de color negro con bordes rosas, era una carta. En la otra mano era un cubo negro del tamaño de su puño.

—Con estos obsequios muestro mis intenciones hacia ti, si los aceptas me estarías dando tu permiso para cortejarte.

Es la primera vez que el ser divino escucha aquella palabra, no sabía lo que significa, pero debía ser algo muy bueno para que Jisoo pida su permiso.

—M-muchas gracias, m-me encantaron—sujetó sus regalos con máximo cuidado.

Jisoo besó su frente y la abrazó, en realidad no planeaba besar a Rosé antes de tener algunas citas porque el humano con aires depresivos le advirtió que ese acto podría indicar a la dama que no desea algo formal con ella, que solo la quería para pasar el momento, anheló que no haya malentendido su acto porque sin duda Rosé no era un momento era un siempre.

Eres el libro que jamás me cansaré de leer.


(3/4)

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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora