Capítulo 61

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Los pasillos se hallaron solitarios ante la presencia de un demonio que caminaba con la cabeza revuelta de pensamientos sobre el ángel que le hizo experimentar aquel "horrible" sentimiento llamado amor.

Desde hace días que Jisoo notó el estado anímico de su enamorada y ella sabía el motivo, el pecado. No importó cuanto se disculpó o el hecho de informarle que su Dios no tomaría represalias por sus actos, no hubo palabras que le devuelvan su personalidad soñadora.

—Kim Jisoo.

—Manobal, no estoy de ánimos, anda a cogerte a Jennie y no molestes—la pasó de largo.

—No cogimos... hicimos el amor...—susurró con la cara enrojecida—. Eso no importa, Rosé sigue mal, no quiere comer ni va al coro—denotó lo grave del asunto.

—¿Cómo que ella no va al coro ni come?—ignoró lo anterior—. Maldita sea—pasó la mano por el cabello.

Sabía que se encontraba deprimida, pero no al tal punto de ya no hacer las cosas que le llenan de alegría. Cantar era lo que su enamorada más amaba y lo sabía porque sus ojitos brillaban más de lo normal cuando le relataba las canciones que cantaron a Dios o simplemente el tocar algún instrumento.

—La única que puede sacarla de su tristeza eres tú, Kim Jisoo. Te lo pido, devuelve a mi pequeña Foodsé a como era, por favor.

Lisa ya intentó de todo y por primera vez nada funcionó, ni sus amigas lograron hacer que su estado cambie ni un poco, así que fue al único ser que podría animarla o hacerle entrar en razón.

—Lo sé, no tienes que decírmelo—se calmó—, ¿dónde está ella?

—Dijo algo sobre acostarse en la arena...

El demonio de la Soberbia se retiró apenas escuchó la palabra arena, ahora sabía en dónde buscar. Era el momento de hablar, días anteriores lo intentó, pero su elocuente tartamuda decidió que el mutismo era una buena idea. Jisoo permaneció a su lado, probablemente nadie lo sepa, pero ella también se sentía mal al no ser capaz de ayudar a su novia, pero eso termina hoy.

No supo en que instante ya no caminaba, sino corría. Atravesó los árboles y la encontró sentada en la orilla mirando las olas con los pies recogidos, por unos segundos se quedó hechiza por la hermosura de su enamorada con el paisaje de fondo.

No me importaría en absoluto perder mi orgullo si con ello logro que sonrías de nuevo.

Se fue acercando lentamente para no asustarla y con cuidado se sentó a su lado, notó un leve brincó, pero se tranquilizó cuando la vio, por lo menos aun le transmitía calma, eso era bueno.

—Yo aun estoy aprendiendo a no ser tan... demonio, y aun hay cosas que, aunque me dé repulsión admitirlo no sé—hablar de aquella forma le era sumamente difícil—, pero quiero aprender todo lo que no sé a tu lado, así que me puedes acompañar, ¿por favor?

El ángel pelirosa no dijo nada y tomó la mano de Jisoo, era tan cálida que por un momento su afligido corazón fue despojado de la tristeza por un manto tibio y cariñoso. Se dejó guiar por la bondad de su demonio.

—Ven, entra.

El ser divino miró como el ser infernal le abrió la puerta de una pequeña cabaña que se encontraba un poquito alejado del mar, ¿cómo había llegado eso ahí? Estaba segura que antes no había esa edificación en la playa.

—Esta cabaña es tuya, la hice especialmente para ti, aunque falta algunas cosas, pero lo más importante está aquí—señaló el piano—. Tal vez no sea un ángel que pertenece al coro celestial, pero el susurro del Diablo es igual de bueno. Espero que te guste.

Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora