Capítulo 32

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El día de Lisa dependía ir a encontrarse todos los días con los felinos para recargar energías y así poder comenzar su día con el mejor de los ánimos, pero no se imaginó en ver a Jennie sentada con los gatitos durmiendo en su regazo.

Los gatitos con su mamá.

Ese pensamiento la llevó a sonrojarse, no obstante, volvió a la normalidad cuando la expresión de la pelinegra era decaída incluso podría decir triste, no le gustó para nada. Normalmente el demonio portaba un aire travieso y algo juguetón más no veía nada de eso este momento.

—¿Estás bien?

—A ti que te importa, Manobal—con delicadeza dejó a los gatitos en la cama.

—Cuánta agresividad, demonio mugriento—arrugó la frente.

Solo le hizo una simple pregunta, no era necesario que le responda de esa manera. Respiró hondo y se calmó, debía mantener la compostura o pelearía con el ser infernal y claramente es algo que no quiere.

Jennie refunfuñó, dio media vuelta y caminó al lado contrario, no estaba de ánimo para tratar con el ángel rubio ni siquiera para insultarla después de la conversación que tuvo con Jisoo.

Sintió como fue girada y lo que recibió fue un abrazo. Se quedó pasmada, quiso apartar al ángel, pero sus brazos hicieron lo opuesto a su cerebro ya que se encontró abrazándola de la misma forma que ella.

Eres alta.

El ángel le sacaba con dos cabezas y eso de alguna manera le gustó porque su rostro cabía sin problemas en el hueco de su cuello, era como si fueran dos piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección. Cerró los ojos y aspiró el aroma dulzón del ser divino, fue suficiente.

—Haces cosquillas, Jennie—dijo entre risas.

El demonio sintió como la garganta del ángel vibró en su piel y se hundió más.

Lisa al ver que el demonio se iba a ir del sitio sintió una gran necesidad de ir hasta ella y abrazarla, por algún motivo no quería que Jennie se fuera con ese semblante desanimado y corrió hasta ella, supo que hizo bien al percatarse como se aferró a ella sin mencionar de la pequeña sonrisa que se empeñó en ocultar, pero fue algo innecesario al verla.

—No sé por qué estás así y no debes contarme si no quieres, así que te propongo algo—no se separó de ella y acarició suavemente el cabello del demonio.

—¿Qué tienes pensado, Lisa?—las dulces caricias del ángel le provocaron somnolencia.

—Solo debes seguirme, te aseguro que te va a encantar, ¿qué dices?

—Está bien—contestó a los pocos segundos.

Con lentitud Lisa se apartó de Jennie con una sonrisa. Sin pedir permiso el ángel agarró la mano del ser infernal para después pensar que la mano del demonio era pequeña en comparación a la suya.

Chiquita como tú.

Jennie no se opuso al gestó del ser divino y en un impulso entrecruzó los dedos, ahora estaba mucho más cómoda. Se dejó guiar por el ángel y lo único que pudo apreciar en el camino fue la espalda de Lisa que era amplia y delineada por el arduo ejercicio que tal vez realizaba, sus alas eran anchas y fuertes, y eso le pareció tan sexy.

—¿Seguro que es por aquí? Si querías tenerme para ti sola solo debiste decirlo—dijo con voz sugerente.

—Veo que estas fastidiosa de nuevo, eso es bueno—esbozó una sonrisa—. Solo tenemos que cruzar esto y listo.

Lisa apartó unos cuántos arbustos y el paisaje se reveló, por la expresión de Jennie se dio cuenta en que le había encantado y no podría negarlo al sonreír de oreja a oreja.

—Esto es hermoso, Lisa, ¿cómo lo descubriste?

—Digamos que Luca no es el único explorador por la zona—por una vez esa cualidad suya rindió frutos.

Una inmensa área repleta de flores de varios tipos, entre ellas destacaban las hortensias, rosas y lirios que se alzaron formidables en el prado verde pintando el lugar con varias gamas de colores. Caminaron apreciando cada detalle que la magnífica naturaleza les pudo brindar aun con sus manos unidas, tal vez por eso todo se veía más hermoso de lo normal.

Lisa soltó la mano de Jennie y fue a sentarse en el pasto.

—Ven Jennie, acuéstate conmigo—se tumbó con los brazos extendidos.

—Quien iba a imaginar que no te ibas a negar hacerlo en el exterior, menudo ángel eres Lisa—comentó burlesca y con una pizca de coquetería.

—¿Hacer qué, Jennie?—no comprendió sus palabras.

—Nada, a veces olvidó lo puritana que eres—simplemente puso los ojos en blanco.

El demonio de la Lujuria se acostó al lado de Lisa, pero no esperó que el ángel se juntara más a ella y pasara su brazo debajo, ahora su cabeza estaba apoyada en el hombro del ser divino.

Jennie giró el rostro y no contó que la cara de Lisa este tan cerca de ella, recorrió primero con la mirada esos orbes semejantes al sol tan resplandecientes con su color dorado, pero definitivamente toda su atención fue dirigida a esos labios pulposos que la cautivaron el día de la piscina y los cuáles le hicieron entrar en trance de nuevo.

El ambiente comenzó a cambiar y sabía que no era la única consciente de eso porque notó lo perdida que Lisa estaba en ella, dudosa alzó su mano para acariciar con delicadeza esos jugosos labios.

Quiero besarla.

Ese pensamiento se apoderó de ella al igual que sus acciones, inclinó el rostro y por fin sus labios se conocieron en un casto beso, fueron tan suaves y esponjosos como los imaginó. Con demora se separaron.

—No digas nada, ¿si? Solo no digas nada, Lisa.

Lo dijo al ver los ojos desorbitados del ángel y un poco asustada como si no creyera lo que hizo, era mejor el silencio, era mejor que aquella ilusión nublara su juicio a palabras lucidas llenas de certeza.

Observó como Lisa asintió con la cabeza y la atrajo a ella, se quedaron tumbas en el pasto envueltas en un tímido abrazo, el ángel la rodeaba por completo.

Pero ambas lo sabían, algo empezó a cambiar.


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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora