Capítulo 35

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Lisa comía con su grupo de amigas entretanto escuchaba lo que decían y en algunas veces daba su opinión, pero en realidad su mente no estaba ahí sino a unos metros donde Jennie bebía algo que no supo descifrar.

Esta mañana el ser infernal no fue donde los gatitos y en verdad ella esperaba verla ahí para poder aclarar todo lo que pasó ese día que se besaron más no sabía que decirle, fue sin un plan de por medio aunque así era ella, espontánea.

Miró como Jennie alzó la cabeza y cruzaron miradas, esto es lo que Lisa esperaba. Se puso de pie y con los labios gesticuló la palabra casita, se disculpó con sus amigas y se dirigió al sitio acordado.

Llegó y a los pocos minutos vio al ser infernal caminando hacia ella, después de varios días la tendría de nuevo cerca y por alguna extraña razón no pudo apartar sus ojos de ella.

Estás más hermosa.

—Aquí estoy Lisa, ¿qué es lo que quieres decirme?—preguntó recargada en la corteza del árbol.

El ángel se sacudió la cabeza, ¿cuándo se acercó tanto? Carraspeó antes de pronunciar alguna palabra porque sintió como su garganta se cerró.

—Hola Jennie... ¿cómo has estado?—se pegó mentalmente por su tono de voz que salió insegura.

—Bien, si es todo lo que querías decirme me voy—giró sobre los talones y caminando hacia el edificio.

Jennie sintió como fue abrazada desde atrás, era Lisa. Quiso darse la vuelta, pero el ser divino no le permitió hacerlo.

—Te extraño... así que por favor no te vayas—susurró muy bajito.

Las coquillas invadieron el estómago y el corazón de la pelinegra al igual que un tono rojizo en sus mejillas. No lo iba admitir, pero ella también había extrañado a Lisa y su personalidad angelical, colocó las manos encima de las del ángel.

—¿Puedo verte?

—No—se negó.

—¿Por qué no, Lisa?—acarició la piel del ángel.

—Es que me sigues poniendo nerviosa...

Jennie no había olvidado esa cualidad de los ángeles, no pueden mentir. Elevó la comisura de los labios y agarró la mano del ser divino hasta dejar un ligero beso.

El cuerpo de Lisa se erizó ante el contacto de su piel con los labios del demonio de la Lujuria, sentía quemar la zona donde besó Jennie. Su calidez le seguía sorprendiendo.

—Entonces, umm... ¿estamos bien?—el ángel no sabía que más decir.

No hubo necesidad que el ser divino le explique, Jennie supo perfectamente a lo que se refería y meditó en que por su parte no había problema, solo era un beso y ya.

—Sí, Lisa. Estamos bien.

La pelinegra se sintió rara después de pronunciar esas palabras porque de alguna forma extraña se relajó, es como si se hubiera quitado un peso encima y por otro lado un sabor amargo se instaló en su ser. Sus pensamientos no fueron tan lejos al sentir como Lisa le besó la coronilla, que forma tan, ¿gentil? De despertarla de su reflexión.

El ángel no cabía de la felicidad, otra vez estaba cerca del ser infernal, no le importó que ambas hayan omitido el tema del beso si otra vez pueden estar juntas de esa manera, solo quería sentir a Jennie a su lado, eso era suficiente, ¿verdad?

—¡Qué bueno! ¡Ven, Jennie! ¡Vamos a jugar!—Lisa la llevó de la mano hasta los gatitos—. Aunque estés enojada conmigo debes visitar a los niños, ellos te extrañan.

—¿Niños? Te saltaste muchos pasos, Lisa—alzó la ceja divertida­—. ¿Acaso me estás diciendo indirectamente que ambas somos las madres?

—¡Pues claro que lo somos! Solo que yo soy la madre divertida—hizo una pose graciosa.

Nuevamente Jennie se dio cuenta que el ángel no captó lo que quiso decir y bufó, ¿por qué su ángel era tan lento?

No, no es mi ángel.

Refunfuñó ante su pensamiento, da igual, Lisa era su, ¿amiga? Su amiga su ángel, punto y porque así le cantan los ovarios.

—¡¿Cómo que yo no soy la madre divertida?! ¡Soy mil veces más divertida que tú!—arrugó la comisura de los ojos.

—¡Puff! ¡Eres bien mandona, obviamente eres la mamá seria!—le sacó la lengua.

—¡Por lo menos si vas a sacarme la lengua espero que me la metas!—dijo sensual.

—¡Sí ves, eres mandona!—se quedó callada unos segundos—. No entiendo, ¿para qué quieres que te meta la lengua?

La carcajada de Jennie resonó por todo el lugar, no pudo evitar reírse al ver al ángel con la cabeza inclinada como un perro.

Eres tan inocente, Lisa.

—Jennie.

—¿Si?—tomó aire.

—¿Y si le ponemos nombre a los gatitos? De seguro se ponen felices si sus mamás los nombran—mostró una sonrisa.

—¿No tienen nombre? Todo este tiempo pensé que lo tenían.

Lisa observó como la pelinegra miró con detenimiento a los mininos quizá queriendo encontrar el nombre perfecto para ellos. Con cuidado fue señalando a los tres gatitos.

—Leo, Louis y Lego, ¿te gustaron?

—Sí, me gustaron.

Respondió con su mirada aun en Jennie, y fue ese momento en que Lisa supo en qué clase de madre sería el demonio al ver su sonrisa adorable.

No, no eres la madre seria, eres la madre dulce y cariñosa que protege a sus hijos.

Su mano acarició la mejilla del ser infernal y el momento que volteó la besó de nuevo sin pensarlo. Su mente la reprendió por la tontería que acabó de hacer, se supone que recién hicieron las pases, pero ahí iba ella cayendo ante el ser de ojos gatunos.

¡Besé a Jennie! ¡Besé a Jennie! ¡Besé a Jennie! ¡Besé a Jennie! ¡Besé a Jennie! ¡Besé a Jennie! ¡Ahora actúa normal, por Dios!

—Sí, Jennie—con los dedos acarició sus pómulos—, me gustaron mucho los nombres.

Jennie vio como el ángel siguió como si nada jugando con los gatitos, ¿acaso Lisa la había besado de nuevo o estaba drogada en alguna parte del infierno? Se congeló por unos segundos hasta que reaccionó y de la misma forma dio un pico a Lisa, sintió que subir el tono del beso no sería del todo correcto, algo se sentía mal.

La próxima vez, la próxima...

—Sí, a mí también me gustaron.

Ambas se sonrieron con timidez, sus manos parecieron cobrar vida propia porque se buscaron entre sí hasta entrecruzar los dedos.

Solo por esta vez no quisieron pensar, solo sentir.

Pero existen temas que son cruciales a tratar, y este era uno de ellos.


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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora