Capítulo 36

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Jisoo antes de subir a su habitual sitio de lectura que era la rama del árbol escuchó una voz angelical que conocía a la perfección.

—¡Jisoo!

Apenas dio media vuelta sintió como la tartamuda se abalanzó a ella y los brazos rodearon su cintura mientras que el rostro lo restregó en su pecho para luego subir a su cuello, ¿por qué la estaba abrazando?

—¿Qué estás haciendo, tartamuda?—no le devolvió el abrazo—. Es mejor que te apartes.

—¿E-eh? Yo... l-lo s-siento...

El demonio de la Soberbia al ver como el rostro del ángel pasó de la radiante alegría a la oscura tristeza se maldijo, ¿en serio se iba a poner así por eso? ¿Por qué era tan malditamente sensible?

¡Puta madre! Se masajeó el puente se la nariz con evidente fastidio.

Se acercó y ahora era ella quién la abrazaba recargando su mentón en el ser divino mientras se balanceaba, cualquiera que las viera diría que están bailando una canción lenta.

Si se puso de esa forma por ella que no era nada de la tartamuda no se quiso imaginar cuando se enamore y el imbécil rechace su abrazo provocando tristeza por no valorar lo que tiene en frente.

Debo leer esos apestosos libros lo más rápido posible.

—Jisoo...—comentó en lo bajo.

—¿Qué?

—E-eres m-muy hermosa—los pómulos adquirieron un tono rosa.

—Lo sé, espera, ¿recién te das cuenta?—se alejó un poco con una expresión incrédula.

—¡No! ¡D-desde un p-principio pensé q-que eras h-hermosa!—lo dijo algo alterada porque en serio quería que le creyera, después de todo era verdad.

—Eres una tartamuda muy inteligente, sabes apreciar la belleza—sonrió de lado y la volvió abrazar.

—N-no me creo t-tan inteligente, p-pero gracias—una pequeña risita se oyó.

—Ya veo, así que perteneces a la Humildad, interesante.

Rosé abrió bien los ojos, ella no le dijo nada a Jisoo sobre la Virtud de la cual forma parte, ¿cómo es que lo supo? Una vez más la inteligencia del ser infernal la sorprendió al haber dado con la respuesta con una simple oración que en su opinión no delataba su Virtud, bueno, es Jisoo así que no se le hizo tan raro.

Sus alitas deben ser igual de inteligentes.

Al parecer el demonio de la Soberbia decidió que fue suficiente ese contacto con el ángel al romper el abrazo, pero por lo menos fue efectivo al notar que el semblante de la tartamuda volvía a ser el mismo de siempre.

—Jisoo, y-yo... ¿q-qué es l-lo que t-te gusta?—jugó con el cabello entre sus dedos.

—¿Lo que me gusta? ¿Por qué quieres saberlo?

Hoy la tartamuda está más rara de lo normal.

No entendía el motivo para preguntar por sus gustos personales y en lo que a ella respecta es lo son, personales, de nadie más, pero era la primera vez que alguien le hace esa clase de pregunta, ¿debía responder? Todo esto no le estaba agradando, el ángel se estaba volviendo muy cercana a ella y eso no era bueno, para nada.

Por otra parte, si se negaba a responder había la posibilidad de que nuevamente se ponga triste y el "sacrificio" que realizó al dar ese abrazo se habrá ido al caño. Qué problema, le dio la razón a Hamlet y a su imperiosa necesidad de resolver su problema existencial con una frase, simple, pero poderosa.

"Ser o no ser, he ahí el dilema".

Jisoo al analizar dicha frase llegó a la conclusión de que respondería únicamente a las preguntas que quisiera, ella no le comentaría nada de más.

—¿Qué es lo que te gustaría saber?—fue a sentarse.

—N-no lo sé... t-tu color f-favorito—se sentó a su lado, así no vería su rostro y no se pondría nerviosa.

—El morado.

—Q-qué lindo, ¿c-cuál es t-tu animal favorito?—se puso a jugar con la hierba de alrededor.

—Los perros—sacó su libro.

—¡Los p-perros también son m-mi animal f-favorito!—brincó de felicidad al tener algo en común—. ¿Qué m-música te g-gusta?

—Escuchó casi de todo, no tengo un género preferido, aunque la música clásica siempre tendrá mi atención—pasó la página.

—C-creo que l-la música clásica t-te queda b-bien. ¿Cuál es t-tu comida f-favorita?

—El pollo frito—al decirlo le empezó a dar hambre.

El ángel se quedó sin preguntas, sabía que existía infinidad de cosas que podría preguntarle al ser infernal, pero su mente se quedó en blanco y tampoco quería preguntar cosas que arruinen el ánimo del demonio. Pero igual se contentó por la información obtenida.

—Jisoo, y-ya acabé de l-leer el libro—le extendió el escrito.

—¿Y qué tal te pareció?—posó su mirada en ella.

—¡Me p-pareció muy d-divertido! ¡Cómo r-resuelven los a-acertijos y detienen a l-los malos!—empezó a gesticular con las manos—. Por eso te gusta leer, ¿verdad?

Obviamente le gustaba leer, Jisoo amaba leer, pero no recordó desde cuándo adquirió aquel pasatiempo en donde su mente se perdía en las miles de historias que ha leído a lo largo de su vida, ¿cuándo fue la última vez que realmente se divirtió leyendo? Porque una cosa era gustar y otra divertirse. Llegó a la conclusión de que sí se divertía, pero en menor cantidad que el ángel y eso no evitó que su mente se llene de preguntas.

Rosé al ver la mirada perdida de Jisoo se encogió en su lugar pensando que había hecho una pregunta indebida.

—L-lo siento, Jisoo. N-no quería i-incomodarte...

De inmediato el demonio de la Soberbia regresó en sí para notar el rostro decaído del ángel.

—Está todo bien, tartamuda—brindó pequeñas palmaditas en la cabeza del ser divino—. Ten, escogí este libro específicamente para ti.

—¿El Principito?—el libro era chiquito en comparación a otros.

—Sí, creo que desde tu perspectiva angelical podrás encontrar al libro más fascinante y comprender otros ángulos diferentes a los míos.

—¡G-gracias, Jisoo!—sonrió de oreja a oreja.

Rosé en verdad sintió su pecho calientito porque Jisoo había estado pensando en ella al elegir explícitamente ese libro, ¡pensó en ella! No le importaba si fue solamente un micro segundo, había estado en los pensamientos del ser infernal. Cada vez creía que su plan de conquistar a Jisoo no estaba tan lejos, ya había dado el primer paso.

Tú corazoncito y tus alitas me van a querer poquito a poquito.

Jisoo intuía que algo andaba mal con ella misma al considerar las muecas del ángel... tiernas, no podía creer la criatura tan pura que era la tartamuda. ¿Ella alguna vez se alegró de esa manera por un libro? Ningún recuerdo vino a su memoria.

Probablemente no era tan malo que la tartamuda sea cercana a ella, quizá pueda contagiarse de su alegría.


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Milagrosamente PecaminosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora