2.

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—la clase es la misma de siempre—dijo el profesor a cargo—solo tenemos un alumno nuevo que llegó del exterior, Félix ¿Quieres presentarte?

El adolescente se levantó rápidamente, acomodando su uniforme, posiblemente fuera uno de los más bajitos del salón—mi nombre es Lee Félix, soy un alfa.—fue lo único que decidió decir.

El profesor asintió y alguno de sus compañeros le miraron curiosos, hasta que uno de ellos dijo—quizás eres bajo porque eres extranjero.

El chiste sin sentido hizo reír a todos y Félix sonrió, tomando asiento otra vez—maybe.—murmuró.

Sus padres habían decidido asentarse en Corea por tiempo indefinido, aunque Félix sabía que el principal motivo por el cual habían escogido enviarlo a un internado había sido por su condición.

Desde que nació y hasta los once años se había presentado como alfa, sin embargo, cuando estaba comenzando la escuela media tuvo un calor inesperado que reveló la realidad, era un omega, esa revelación había cambiado el rumbo de sus vidas por completo, ser un Omega en el extranjero era un peligro, así que sus padres eligieron continuar manteniendo oculta su verdadera esencia, pero comenzó a ser evidente para algunos alfas que se interesaron en él y no creyeron que pudiera ser un omega, fue difícil sobrevivir y sus padres no querían que continuara luchando cuando podía vivir una educación más tranquila hasta que finalmente regresara al cuidado de su padre, por lo que aquí estaba.

Se sabía que en Corea era en dónde más se mantenía el orden público entre omegas y alfas, y en un internado tan estricto sus padres creyeron que estaría mejor, después de todo ellos tenían que viajar constantemente por el trabajo y se sentían más cómodos sabiendo que las autoridades no permitirían que nadie se sobrepase con él.

Sin embargo, le preocupaba tener que esconderse toda la vida porque así sus padres lo habían decidido, pero tampoco se animaba a revelarse a si mismo.

—Felix ¿Cierto?—una alfa de cabello castaño largo le hablo, llamando su atención—es la primera vez que veo a un alfa tan bonito, quiero decir, eres adorable—dijo con fascinación.

Sonrió de lado, un poco incómodo—lo sé, me lo dicen a menudo.

—mi nombre es Yeri, espero que seamos amigos—ella le sonrió ampliamente y el Felix asintió.

—será un gusto—respondió.

Cuando el timbre sonó, Felix buscó entre los bolsillos del uniforme el papel en el que se indicaba su habitación, cuando lo encontró, se le resbaló de las manos y cayó al piso, chistó para sí mismo, inclinándose para recogerlo y en ese momento un alfa pasó por delante suyo y pisó el papel, dejándolo completamente marcado con la suela.

Felix frunció el ceño y levantó la mirada, encontrándose con unos ojos alargados y negros—lo ensuciaste todo—murmuró, tomando el papel para limpiarlo un poco.

—si era valioso entonces no debería haber estado en el piso—simplemente dijo el alfa.

—se dice "perdón"—enfatizó, impotente por la poca amabilidad del chico de cabellos rojizos.

El alfa simplemente le miró por el hombro, siguiendo su camino.

¿Quién demonios era? Y peor ¿Quién se creía? Al final en todas partes los alfas eran unos idiotas.

—tendré que ser un idiota yo también—dijo para sí mismo, leyendo el número de su habitación.

Se perdió varias veces en su camino a los dormitorios y todas las veces que se perdió se encontró con el alfa de cabellos rojizos, el chico parecía tan perdido como él, pero ninguno de los dos se habló primero, Felix pasó de largo chocando su hombro aunque más que chocarlo pasó a llevarle el brazo y el alfa fingió ignorarlo. 

Dolce!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora