11. El poder

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La noche llegó seguía sin poder dormir, daba vueltas en la cama pero no consiguió nada. Aún era temprano y le dio hambre, así salió de la cama y cuando abrió la heladera vio que no tenía leche para poder desayunar al día siguiente, y como sabía que le daría flojera comprar por la mañana se fue a la tienda más cercana.

Cuando salía de la tienda escuchó el maullido de un gato, así que se fijó en el contenedor de la tienda y había un gatito pequeño de color blanco. No era la primera vez que abandonaban gatitos en ese lugar.

No pensó en lo que le diría Richard y lo cargó en sus brazos, el gatito no dejaba de maullar, tenía hambre y por suerte Peter había ido a comprar leche para el desayuno. Ya no sería para el desayuno claramente.

Al llegar se fue a su baño y lo bañó con agua tibia para quitarle la suciedad y algunas pulgas que tenía, agradeció que no fueron muchas. Después de bañarlo y secarlo lo más rápido que pudo le dio leche con una jeringuilla.

El pequeño animal comenzó a ronronear en sus brazos, el rubio lo dejó sobre la cama mientras se ponía el pijama.

Pensaba regalarlo pero cuando lo vio acurrucado esa idea salió de su mente.

Al salir del baño se encontró con la desagradable sorpresa de tener a Richard en su habitación.

-¿Qué es esa basura?- preguntó señalando al gato dormir en la cama del chico.

-Te llamas Richard y eres la basura, pero eso es un gato y es mío- respondió mirando directamente al adulto.

No bajó la mirada y no se alejó cuando Richard se acercó a él y lo señaló con el dedo a unos centímetros de su cara.

-No quiero gatos en mi casa.

Peter rodó los ojos por tener que lidiar con un borracho. Esa acción colmó la poca paciencia del adulto.

-La casa es mía, por si no sabes leer- dijo haciendo referencia al testamento de su madre.

-¡No me faltes el respeto, mocoso!- gritó y abofeteó al chico, le giró la cara y lastimó la comisura de su labio, pero Peter volvió su vista hacia él lentamente y le dedicó una mirada llena de odio.

-Y tú no me grites- lo enfrentó y no vio venir otro golpe por parte de Richard.

Esta vez se llevó la mano a su mejilla e hizo que las luces parpadearan inconscientemente. Richard se asustó.

-No vuelvas a ponerme un dedo encima- amenazó y el otro retrocedió horrorizado porque los ojos de Peter ahora eran negros y él lo sabía-, o te vas a arrepentir.

-¿Qué eres?

-Soy la persona que se cansó de tus tratos y soy el que te ordena retirarte e irte a dormir; y esta es una pesadilla de la que no vas a hablar nunca.

Las palabras de Peter fueron claras, y como si Richard entrara en una especie de trance no dijo nada y obedeció al rubio.

No entendió lo que pasó en ese instante pero pensó que fue un hechizo hablado.

Su labio inferior estaba lastimado y sangraba pero ahora se quería ocupar del gato pequeño. Además se sentía aliviado de que solo fueran dos golpes, podría haber sido peor.

Cuando volvió de buscar hielo se acostó en su cama y colocó al gatito en una de sus almohadas en el piso, lo cubrió con una manta fina y con el resto de la manta rodeó la almohada.

Un rato después apagó la luz y se durmió.

Azael estaba ahí, al llegar de la casa de William no había nadie en esta, y cuando Peter volvió tenía un gato, después llegó el padrastro del rubio, como siempre, borracho.

Guerra y Venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora