33. Cautivo

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William estaba saliendo a correr cuando le pareció ver a Lorena y sin pensarlo la siguió, pero pronto se esfumó de su vista.

No supo cuánto tiempo la siguió pero ahora se encontraba en la parte trasera de una cafetería.

-Pensé que no me seguirías- dijo la voz de la ojiazul a su espalda.

Él se volteó rápidamente y la observó fijamente, ni siquiera pestañeo porque no la conocía como pensó y eso significa que en cualquier momento podía sacar un arma y lo apuntarlo con ella.

No se podía relajar.

-Estás diferente- dejó escapar en un tono bajo.

Lo que ella decía era verdad. Cuando William se despertó después de la guerra y no estaba en la cabaña se asustó porque pensó que todo era mentira, de hecho lo creyó incluso después de encontrar a Sheila en una revista.

A William le dio miedo, pero no le dio miedo Adira ni Azael, le dio miedo la persona que fue en esa guerra.

Mató a dos hombres y no le importó quiénes fueran, él los mató y cada vez que lo recordaba se le ponía la piel de gallina.

Después de un tiempo se cansó de ver el reflejo de un asesino y trató de cambiar, se tiñó el pelo a su color natural otra vez y quiso enterrar al William que participó en esa guerra.

Él sabía que cambiar físicamente nunca iba a cambiar lo que hizo o lo que sentía, pero ahora, cada vez que se veía en el espejo no sentiría que estaba fingiendo porque se veía como se sentía. Apagado.

-No vienes a matarme porque eso ya lo hubieras hecho, ¿qué quieres?

La chica empezó a caminar de un lado al otro, William no le apartó los ojos de encima en ningún momento.

-Te estoy vigilando desde que salieron del otro mundo, así que tienes razón- hizo silencio y lo buscó con la mirada, cuando encontró los ojos color hielo del chico sonrió de lado-. En cuanto a lo que quiero..., sé que vives con tía Bernardette, su pareja Mora y con tus primas. Sé que tus padres se llamaban Leva y Mateo, sé que tienes clases virtuales y obviamente sé donde vives y dónde vive toda tu familia.

-Gracias por decirme cosas que ya sé.

-Espera la mejor parte- dijo fingiendo entusiasmo-. También sé que quieres mucho a tu prima mayor Eléonore ¿así se llamaba? Por tu cara creo que sí.

-Si le pones un dedo...

-No le voy a hacer nada si tú te comportas bien.

La sonrisa que acompañó esa frase no le gustó nada, pero Lorena mató a Connor así que podía esperar lo que sea de ella.

-¿A qué te refieres?

-En la cabaña siempre fuiste el más alegre y ruidoso. Quiero que te calles.

-No sé qué quieres decir pero no voy a hacer nada y tú tampoco...

-Tarde.

No pudo hacer nada cuando un portal se abrió atrás suyo y unos brazos lo metieron adentro.

Por más que luchó no lo consiguió y en menos de un minuto estaba en un lugar muy oscuro. Los brazos que lo sujetaban habían atado sus manos y ahora agarraban su cabeza con demasiada fuerza. Entonces vio que Lorena se acercaba con un pequeño frasco que tenía líquido espeso de color negro.

Supo que se lo darían a él así que apretó los labios y resistió lo más que pudo.

No fue suficiente y la ojiazul vació en frasco en su boca.

Todo se nubló y el piso se movía bajo sus pies, hasta sus párpados estaban pesados y por más que intentara no cerrarlos no lo logró.

[...]

Cuando abrió los ojos tardó en entender lo que pasaba.

Su cabeza le dolía en extremo al igual que sus brazos porque colgaban de dos cadenas en el techo, además tenía el torso desnudo y la habitación estaba demasiado fría.

Ahora no estaba oscura. Habían antorchas en las cuatro paredes, una puerta de metal y el piso era de tierra.

Tierra.

Trató de usar su elemento para lo que sea. Un terremoto, unas enredaderas o incluso hacer crecer una planta como la primera vez. Pero nada funcionó.

Era como volver a ser un humano.

-No intentes usar tus "poderes"- se burló Adira después de cruzar un portal-. Ya no eres un guerrero, ahora eres mi boleto a la destrucción.

No dijo nada. Quería que ella hable de más y si algún día salía de ese lugar, poder usar todo lo que diga en su contra.

La observó de pies a cabeza como buscando algo que demuestre debilidad, pero su aspecto derrochaba poder. Era intimidante, incluso el cuervo que estaba en su brazo daba algo de miedo.

-Quiero que sepas que no te voy a amenazar ni voy a asustarte y tampoco quiero que te tortures pensando qué te voy a hacer- mientras decía todo eso se acercaba lentamente hacía el chico. Pensó que le podía pegar una patada pero cayó en cuenta de que sus pies también estaban encadenados al piso-. Como ya te había dicho, eres mi boleto.

William se imaginaba a qué quería llegar y no le gustaba nada esa situación.

-..., verás, Peter se va a desesperar por salvarte y yo soy tan buena que voy a proponer un trueque, tu vida por la de él.

-Peter no aceptaría jamás.

-Querido, estás tan confundido, él aceptaría con los ojos cerrados.

-Tú estás confundida.

-Piensa lo que quieras, excepto que vas a vivir porque te voy a hacer tanto daño hasta el punto en que te toquen un pelo y mueras, entonces cuando haga el trueque yo salgo ganando de todos modos. Y si Peter no acepta, como tú dices, te voy a matar en sus ojos.

Adira se fue de la habitación y lo dejó solo con sus palabras rondando en su mente.

Él no quería morir y menos a manos de Adira, pero sabía que era lo único que iba a pasar.

Sea cual sea la decisión de Peter, él iba a morir.

Guerra y Venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora