52. La niña

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Dos semanas después…

Llegaron a veinticinco de junio y las cosas seguían igual que antes. No sabían el paradero de Adira y tampoco podían encontrar las páginas perdidas.

Ahora Peter también buscaba en todos los espejos de todos los tiempos posibles y ni así encontraron nada. Los dos brujos más poderosos juntos, uno vivo y la otra muerta, no lograron encontrar las páginas que destruyó un Guardián.

Pero no todo es malo porque Mikeas ya había avanzado mucho con su elemento; podía controlar y crear todo tipo de plantas y rocas, ahora estaba luchando con los temblores y terremotos, pero aprendía rápido.

Por otro lado, William aún no tenia señales de seguir controlando su elemento. Ya no tenía esperanza y ni siquiera intentaba, los demás trataban de ayudarlo pero no obtenían resultados positivos.

-William, si tú no haces nada para recuperar tu elemento no va a funcionar.

-No, Sheila, no- exclamó, enojado de que todos insistieran con el mismo tema-. Ya me cansé de no tener resultados, Adira se llevó todo… no dejó nada.

El chico no volvió a practicar luego de ese día y casi no ayudaba a Mikeas, tenían que rogarle cada vez más.

[…]

Peter volvía del trabajo con el cielo estrellado vigilándolo cuando su teléfono sonó, era un número desconocido pero contestó de todas formas.

No dijo nada y se lo llevó a la oreja. Del otro lado solo de escuchaba la respiración lenta de alguien.

-¿Hola?

Nadie respondió y esa respiración se volvió más rápida.

-Váyanse a la mierda- dijo antes de acabar la llamada y bloquear ese número.

Durante el camino a casa sintió que alguien lo seguía, pero no había nadie aparte de unos adultos que iban hablando muy fuerte; apresuró el paso cuando esas personas doblaron por otra esquina y se quedó solo.

-Ayuda…- se volteó rápidamente cuando escuchó la voz de alguna niña, pero no había nadie, solo estaba pasando frente al cementerio cerrado.

-No, Peter, es tu imaginación y que ni se te ocurra entrar- se dijo en un susurro.

Volvió su vista al frente y alguien lo agarró de la mano, se giró y vio a la niña que pedía ayuda. Estaba vestida de blanco y su cabello rubio claro estaba peinado, no soltó la mano de Peter y el chico notó que estaba muy fría.

-Hola, cielo, ¿qué pasa? ¿cómo te llamas? ¿y tus padres?- preguntó agachándose hasta la altura de la pequeña.

-Me llamo Georgia y me perdí y una señora me llevó con ella.

-¿Y dónde vives?

-Allí- la pequeña señaló las puertas del cementerio y apretó más la mano del chico.

El corazón de Peter lo traicionó y empezó a latir demasiado rápido.

-Te voy a llevar a la comisaría para que encuentren a tus padres- lo único que quería ahora era alejarse de esa niña pero no podía dejarla sola en ese lugar, aunque se estuviera muriendo de miedo.

-No, mis padres viven allí- volvió a señalar el cementerio y miró a Peter con la mirada negra de rabia.

-Está bien, pero los oficiales pueden entrar y yo no.- se puso de pie y trató de caminar, pero la pequeña tenía una fuerza inhumana que no lo dejaba avanzar.

Ya con eso empezó a creer que eso no era una niña, pero si lo estaba tocando tampoco podía ser un fantasma; una parte de él quería correr y otra muy, pero muy pequeña, diminuta, no quería dejarla sola.

Guerra y Venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora