IX: Escuela en casa

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Hoy tampoco tuve clases, les dejo un capítulo.



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—Soy el señor Garrison, su nuevo tutor.

Se presentó un hombre viejo, de anteojos y cabeza casi calva. Traía consigo un absurdo títere. Era un profesor de aspecto y aura muy excéntrica, y él sería su nuevo tutor para la escuela en casa.

Eric estaba decepcionado.

¿Qué no se suponía que nunca en su vida volvería a ver a estos especímenes llamados profesores? Ahora comprendía el término "escuela en casa", prácticamente te traían a tu hogar toda la mierda de la escuela. Se arrepintió de haber aceptado. Al menos cuando asistes en presencial haces amigos y esas personas te alivianan la carga del estudio. Ahora tendría toda la atención de profesor para él y no habría forma de quedarse dormido sin ser notado o que alguien te pase la tarea.

Pero mientras el profesor anotaba números y letras en el pizarrón recordó que tenía un as bajo la manga. Un esclavo judío que haría todo lo que él quisiera, a menos que se quiera ir a un ghetto o los llamados campos de trabajo¹. Sinceramente Eric no tenía idea que se hacía en esos sitios, pero si sabía que servían para encerrar judíos y ahí lo encerraría sino hacia su tarea.

Antes de irse a verlo, después del almuerzo, se coló a la cocina. Era difícil colarse ahí y que no hubiera nadie. Parecía que Chef estaba ahí 24/7, pero descubrió que en cierto horario él se retiraba a bañarse. Lo sabía porque cuando se acercaba a los baños de los sirvientes se oía como cantaba bajo la regadera. Tenía una buena voz.

Del frutero tomó dos manzanas más, un trozo de pan y cuando ya se iba se regresó a mirar que había en el refrigerador. Pensó que sería bueno tomar dos pequeñas botellas de leche. No debería de notarse la ausencia de éstas y de ser así supuso que podría aprovechar su "gordura" para decir que se le antojo. Sería convincente.

Salió rápidamente de la cocina tratando de no ser notado y luego se adentró al bosque.

Después de una larga caminata llegó a la casa y al ingresar se encontró con Kyle sentado en el cuarto escalón. Estaba dormido. Apoyaba su cabeza sobre el barandal y roncaba sutilmente. Se veía tan relajado y al mismo tiempo tan incómodo. Pero el rechinar de la puerta al cerrarla fue más que suficiente para despertarlo. Levantó sus pesadas pestañas rojas exhibiendo su iris esmeralda. Eric no supo por qué, pero de verdad justo así se veía extrañamente hermoso y sintió sus mejillas sonrojarse un poco.

Se miraron en silencio durante un par de minutos.

— ¿Ahora a qué vienes, niño gordo? —cuestionó Kyle levantándose del escalón.

— ¡No soy, gordo! —exclamó Eric molesto — ¡Soy fuertecito!

—Lo que digas, gordo —rodó su mirada esmeralda y se encaminó al comedor.

— ¡Deja de llamarme gordo! —exclamaba Eric molesto por el apodo.

— ¿Te das cuenta que a pesar de todas las veces que has venido nunca me has dicho tu nombre? —señaló Kyle sentándose en una de las sillas del comedor.

Eric se quedó callado percatándose de ese detalle. Se planteó que era mejor que no supiera su nombre, es decir... ¿Y si algún día lo atrapaban? ¿Y si lo traicionaba y revelaba su nombre? No, no tomaría ese riesgo.

—No tienes derecho a saberlo.

—De acuerdo, gordo.

Sonrió Kyle de manera traviesa y enfatizó el apodo, apoyando su mentón sobre su puño. Esa expresión provocó una extraña sensación de "incomodidad" en el pecho del castaño. 

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