LVI: Gotas escarlatas

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—Eric...

— ¿Ya estás mejor?

—Un poco mejor... Pero ¿Podemos quedarnos un par de minutos más así?

—Solo unos cuantos minutos más —suspiró Eric intranquilo, recargándose en el arbusto para permitirle a Kyle recostarse un poco sobre de él —. Es peligroso mantenernos así por mucho tiempo, alguien podría vernos... Aunque si alguien llega a acercarse podrías gemir.

— ¿Gemir?

—Creerán que somos un par de adolescentes cogiendo, saldrían corriendo —no pudo evitar reírse al pensarlo.

— ¡Ewww! Carajo, Cartman. Que asco... —frunció ceño y palmeó su pecho en forma de protesta.

—Cuando hemos cogido no has dicho eso —alzó una ceja y sonrió soberbiamente, recibiendo como respuesta un pellizco que le hizo callarse inmediatamente.

Permanecieron discutiendo por unos cuantos minutos más. Mantenerse abrazado le transmitía una extraña calidez al pelirrojo que disfrutaba, lo alimentaba y además contrarrestaba el frío que hace un momento lo estaba congelando. Sentía que no era suficiente, su cuerpo parecía desear más calor. Pero por suerte ya era capaz de controlar esos extraños impulsos que lo atacaron con anterioridad. Eric se volvía un especie de sedante para él.

Suspiraba agotado, sintiéndose patético. Le preocupaba estar enfermo, pero dudaba que fuera eso. Era extraño. Antes ya se había sentido así, las pocas veces que había salido de la casa verde lima llegaba a experimentar este tipo de dolencias, de fatigas. Solo que en esta ocasión fue más grave. Concluyó que el malestar compartía un rasgo en común con las veces anteriores: estar fuera de casa. Quiso pensar que tal vez debido a la vida sedentaria que había desarrollado este último año su cuerpo se volvió débil y por eso ya no toleraba el agotamiento de las actividades físicas que estuvieran fuera de lo que para él se había convertido en común.

—Hey, creo que está nevando —señaló Eric.

Sintieron una especie de gotas espesas y frías caer sobre la sábana que los cubría. Levantó su mirada para verlo y se topó con el rostro de Eric, hasta el momento no lo había mirado de manera directa, le avergonzaba sus posiciones actuales y la misma vulnerabilidad que sufría. Odiaba en cierta parte tener que ser protegido. Antes él era fuerte, podía cuidarse a sí mismo, jugar durante horas sin desvanecerse. Pero ahora dependía totalmente del castaño, una tortura que algunas veces le provocaba algo de placer, pero que seguía siendo eso: una tortura.

Tomó una pequeña bocanada de aire, y antes de que Eric fuera soltar cualquier otra palabra unió sus labios brevemente. Tan breve como lo que tarda la nieve en absorberse tras caer sobre esa sábana blanca que los cubría. Suspiró con cierta indignación aun sobre sus labios, absorbiendo su orgullo hasta que finalmente consiguió la energía que necesitaba para poder llegar a la bicicleta.

—Entonces deberíamos irnos ya a casa. No sabemos si la nevada se pondrá intensa.

Respondió Kyle intentando ignorar todo, la mirada sorprendida del castaño, sus mejillas sonrojadas y su propio corazón que rebotaba en sus oídos. Suprimió todo y salió de debajo de la sábana, tomando la suya para cubrirse con ella con la misma rapidez.

—De acuerdo... —asintió Eric con una corta sonrisa, levantándose primero, algo entumecido, y estiró su mano al pelirrojo para ayudarlo a levantarse — ¿Estás mejor?

—Sigo mareado, pero creo que soy capaz de llegar a casa sin desmayarme —y suprimiendo su orgullo se colgó del hombro del fantasma de ojos bicolor.

Los dos fantasmitas salieron de entre los arbustos y esta vez no pararon hasta llegar a la bicicleta. Ambos subieron y tomaron el camino de vuelta a la casa verde lima.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora