LVIII: Aun existe una motivación

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Estos últimos meses Kyle había experimentando mucha energía. El día de hoy decidió limpiar un poco la casa verde lima. Nada exagerado. Solo un aseo breve para gastar un poco de la fuerza que le sobraba. Solo leer los libros que Eric le traía no era suficiente.

Llenó la tina de agua y sumergió en esta un par de cobertores para lavarlos junto con algo de jabón, ya hacía falta.

Estos últimos meses se sentía bastante vivo, incluso extrañamente "feliz". Desde hace mucho tiempo que esa sensación no le invadía. Incluso lo desconocía y no lo comprendía ¿Cómo podía estar "feliz" si seguía encerrado en esa prisión de color lima? Razonarlo lo agobiaba y esta supuesta felicidad lo embriagaba. Se empaparía aunque sea un poco de ella y disfrutaría de todo lo posible de esta energía vital que le levantaba el ánimo.

Callaría su mente por un rato.

Sentirse vivo era una sensación increíble.

Hace un año se sentía completamente muerto, acabado, destrozado. Estaba en luto de hecho. Daba a sus padres por muertos y al mismo también. Cada pasar de los días lo sentía una proximidad a la muerte que tanto deseaba para acabar con el dolor. Pero ahora radiaba positividad porque hoy se cumplía un año de haber conocido al chico gordo antisemita, para ser exactos fue el 12 de noviembre de 1941 cuando conoció a Eric. Ese día conoció un niño de bonitos ojos bicolor, con uniforme de las Juventudes Hitlerianas y que amenazó con dispararle en la frente. Lo odió como nadie y él hizo lo mismo; se odiaron mutuamente por sus posiciones, sus ideologías políticas y religiosas. Pero hoy, 12 de noviembre de 1942, dependían uno del otro con locura, se amaban sin desenfreno y se atesoraban como a nadie más en el universo entero.

Sus políticas y sus fes pasaron a ser un vil chiste.

Ya no eran capaces de imaginar una vida sin el otro.

Tendió los cobertores en el barandal de las escaleras mientras escuchaba música en la radio y tarareaba la letra. Con el frío que había estaba seguro que los cobertores húmedos no se secarían para la noche. Sus manos terminaron heladas. Pero no era un problema, tenía un par de guantes y otras mantas guardadas para su repuesto.

Bajaba las escaleras con una sonrisa dibujada en sus labios cuando la puerta principal se abrió y dio paso al castaño, deteniéndose en el cuarto escalón.

—Hey... —saludó Eric sin mucho ánimo.

—Llegas temprano ¿No? Gordo —terminó de bajar los escalones.

—Traigo tarea, bastante. Algunos son temas nuevos. Vamos a la mesa.

Pero ahora quien estaba sin ánimo, decaído, era el chico gordo antisemita.  Arrastrando su paso tomó asiento en la mess e hicieron las tareas juntos, sobretodo aquellos temas que el pelirrojo nunca antes había vistos.

Kyle estaba consciente de que Eric no encontraba bien. Hacía pocos chistes y no se burlaba para nada de él. No es que quisiera que lo hiciera, de hecho en un principio lo tomó como un respiro de su personalidad tan pesada. Pero comenzó a preocuparse en serio al percatarse que su estado de ánimo estaba lejos de mejorar. Ya llevaba tres días así. Sin embargo, a pesar de ello no estaba muy seguro de entrometerse. El castaño era muy cerrado con sus sentimientos, con ciertos pensamientos, en ocasiones como esta era poco expresivo de su sentir.

—Ah...

Pero sus suspiros deprimentes lo sacaban de quicio. Quería aguardar la calma, respetar su privacidad y no entrometerse con aquello que lo hacia sentir mal, esperar que acudiera a él por ayuda.

— ¡Bien! ¡Dime! ¿Que carajos sucede? Llevas tres malditos días suspirando así.

Pero no podía seguir aparentando que no se percataba de nada y que no le importaba.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora