LXVIII: mate"

918 161 130
                                    

En el suelo de la tercera habitación de la segunda planta de la casa verde lima se hallaban regadas piezas de ajedrez al igual que una decena de tulipanes blancos.

En ese mismo suelo también yacía el cuerpo del chico del pompón rojo al no poder ser atrapado por el fantasma judío que permanecía hincado a su lado, con una mirada confundida, aterrada por ver en primera persona como sus manos traspasaron el cuerpo de su mejor amigo.

El silencio era indescriptible, era como si los otros dos presentes no fueran capaces de respirar, miraban aterrorizados la escena. Sin voces. Sin la capacidad de formar argumentos o ideas. Simplemente deseando que ahora mismo los aliados¹ se apiadaran de ellos e iniciaran un bombardeo en ese olvidado pueblo montañés.

El fantasma rojo, con una evidente temblorina, acercó sus manos al rostro de su mejor amigo inconsciente, haciendo un nuevo intento de tocarlo, peinar su flequillo; pero lo atravesó, sus manos fantasmales lo traspasaron. Lo único que pudo tomar de él fue su típico gorro con un pompón rojo; sosteniéndolo entre sus manos, estrujándolo, giró a ver a los otros dos presentes, a los que parecía que se les bajó cada gota de su sangre a los pies.

— ¿U-Ustedes...? Ah... ¿Ustedes vi-vi-vieron...?

El delgado hilo de la voz del fantasma se hizo presente, cuestionando con pánico e incapaz de procesar del todo lo que estaba ocurriendo, sin poder entender por qué no podía tocar a su mejor amigo, pero sí de tomar su gorro.

Y claro que los otros dos sabían la respuesta. Pero ahora mismo todas las fichas de dominó se derrumbaron, el tablero de ajedrez se quebró por mitad y quedaron fuera de la partida. Kenny no se sentía capaz de alzar la mirada del suelo, mientras que Eric no podía simplemente apartar la mirada de Kyle. En cuestión de segundos todo se salió de sus manos, sentía que era consumido desde adentro por un agujero negro, que era devorado sin piedad y que lo cimientos que llevaba por piernas se agrietaban y lo hundían en un fango de perdición, de miseria, de horror.

—Eric...

Cada silabas pronunciada por el fantasma rojo hacía que sintiera que sus oídos sangraban.

—Eric... Yo... Yo no p-puedo tocar a Stan...

Deseaba que sus tímpanos reventaran, ahogarse con su aliento, dejar de existir.

— ¡Eric! —Kyle exclamó con fiereza al no recibir una respuesta, desesperado, estrujando con temor el gorro que sostenía.

—Kyl... —intentó hablar, pero demonios, su garganta se encerró y era como si llevara clavos.

No tenía respuesta.

—Esto... Sí... Esto debe de ser un sueño o algo... —Kyle se respondió a sí mismo bajando la mirada al gorro que estrujaba con terror, buscando arduamente una explicación lógica —. Sí, hace mucho tiempo que no he tenido sueños y por... Y por eso se ve tan real... Sí, debe de ser una pesadilla...

—Kyle... —por fin fue capaz de llamarle, aun si eso significaba desgarrarse la garganta con aquello clavos imaginarios.

—Solo tengo que... Tengo que despertar de este mal sueño y...

Arrastró sus pies hacia él, se hincó a un lado de él y enredó sus brazos alrededor de él. Lo abrazó, lo estrujó entre sus brazos como él lo hacía con aquel gorro con un pompón rojo, buscando palparlo, sentirlo, el semblante de Kyle se había vuelto tan pálido que parecía que en cualquier momento se esfumaría.

—No... Kyle, no es un sueño —confesó Eric quebrándose en llanto mientras enterraba sus uñas en su nuca.

—Es un sueño —negó Kyle cerrando sus ojos, apretando sus párpados con fuerza —. Es un sueño ¿Sino como no podría tocar a Stan? ¿Por qué Stan volvería después de haberme abandonado? Es un sueño, es un sueño y solo tengo que despertar y...

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora