• E P Í L O G O •

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Viajaron en el coche de Yentl, Yentl amaba manejar y los coches, manejaba un Chevy Bel Air 1950 color menta. Era un auto adorable y novedoso aun. Iban por carretera, las ventanas estaban cerradas por el frío viento del invierno que estaba próximo a acabarse. En la radio sonaba That's Amore de Dean Martin en un volumen considerablemente bajo. No sabían de qué manera habían llegado a tal conversación, pero...

—Entonces nos escondimos en el desván de la casa de un buen amigo de mi padre, ahí estuvimos encerrados por... Tres años —relataba Yentl, mientras manejaba —Fue tan horrible, Eric... Solo tenía once años. Pasé mi adolescencia apretada en un desván con mis tres hermanos y padres, mi hermanito solo tenía un año. Ya imaginarás cómo nos poníamos cuando lloraba. Temíamos tanto que nos atraparan.

Eric sostuvo su mano, con presión, reconociendo ese sentimiento de miedo de ser atrapado y perder todo.

—Ah... —suspiró —Es la primera vez que lo cuento a alguien que no es judío... Se siente raro —musitó tratando de sonreír —. El día que el amigo de mi padre, el señor Bauer, vino hacia nosotros a decirnos que todo había terminado creímos... ¡Oh, vaya! Creímos que era una cruel broma o que el señor Bauer ya estaba cansado de nosotros y quería entregarnos... Pero cuando salimos y vimos a los americanos con sus banderas fue... Fue como un sueño, fueron nuestros héroes. Nos rescataron de una horrible pesadilla.

—Lo sé, te entiendo, Yentl...

Y entonces solo se escuchó That's Amore de Dean Martin en el coche. Lo entendió, probablemente a Yentl no le convencieron del todo esas palabras, ya que era un dolor que solo entre judíos se entendía ¿Qué iba a poder entender un alemán que fue hijo de un oficiales de las SS? Porque claro, Eric previamente le habló un poco de su pasado.

—Gracias, Eric —se limitó responder Yentl, cortésmente.

Pero no importaba. Hoy ella lo comprendería, ella comprendería porque entendía.

Llegaron a Süd Park, a ese encantador pueblito montañés lleno de extrañezas, a Yentl le enamoró esa arquitectura tan rústica. Primero decidieron pasar al café de Tweak a almorzar, Craig con su típica cara de culo les atendió como mesero.

Después de comer y beber buen café pasaron a la florería de la señora Stevens.

— ¡Cartman! ¡Qué bueno es verte! ¿Lo de siempre? —la señora a quien las canas ya adornaban su cabello sonrió al ver a ese cliente tan regular.

—Sí, las mejores por favor.

Como siempre recibió los mejores ramos de narcisos y rosas blancas.

Volvieron al coche y manejaron al cementerio de Süd Park. Dieron una larga caminata hasta la tumba de Liane Cartman... Sí, Eric pagó lo necesario para que cambiaran su apellido. Su madre fue y es una Cartman, su tía Lisa lo felicitó por haberlo recuperado.

—Seguro tu madre fue encantadora —decía Yentl, mientras ambos limpiaban y dejaban las rosas blancas en su tumba.

—Bueno... Sí, fue "encantadora" —rodó sus ojos bicolor no muy convencido, pero quería ahorrarse la explicación de lo compleja que fue su relación con ella — ¿Qué haces?

— ¿Eh? Bueno, los judío acostumbramos poner piedras sobre las tumbas ¿Te molesta? —Respondía deteniéndose de apilar piedras redonditas —Las traje de Múnich.

—Oh... No, no me molesta —bueno, a su madre quizás sí, ella no era fan de los judíos, pero que se jodiera su madre — ¿Por qué lo hacen? ¿Significa algo? —se hincó a lado de ella.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora