LVXXIII: ¿Cómo iba a vivir con ese dolor que parecía ser eterno?

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En la cocina de la casa verde lima se encontraba el fantasma de rizos rojos, preparando sándwiches mientras resoplaba y untaba la mayonesa en el pan blanco. Buscaba relajarse, el día de hoy había sido una completa locura, su realidad se destrozó con un chasquido, en un santiamén. Todo en lo que creía se esfumó, sus cimientos se desbarataron y ahora estaba flotando en un oscuro e intangible vacío. Aquella cosa que latía dentro de su hueco pecho se encontraba sumergida en angustia e incertidumbre. Le asustaba saber que quizás en cualquier momento esa débil luz se apagaría y dejaría de existir por completo. Pero claro, no lo haría, no sin recordar su puñetera muerte.

Sin embargo, existía algo más que le agobia: Eric.

Cuando volvieron del lago congelado lo primero que hicieron fue subir al cuarto y cambiarse la ropa. Kyle estaba empapado y sin quererlo también terminó mojando al castaño cuando discutieron previamente. A él realmente no le importaba estar empapado ¿Qué le iba a suceder? ¿Enfermarse y morir? Sonaba realmente estúpido, de pronto pareciera que toda acción que tomase se volvía nihilista, sin importancia, en su situación ya no existían las consecuencias. Pero en cambio, Eric, Eric sí estaba vivo, por eso hizo hincapié en subir rápido a la habitación juntos y cambiarse la ropa. Para Eric si habían consecuencias y nunca se perdonaría a sí mismo si él llegaba a enfermarse o a fallecer por su culpa.

Pero, mientras se desvestían, Eric dijo algo realmente estúpido que le hizo hervir la sangre:

Kyle... —dijo en un tono extraño, como si llevara rato conteniendo ese pensamiento —Kyle, seamos honestos. Sería mejor si yo... Si yo muriera aquí contigo. Así no tendríamos que separarnos.

No había pasado ni una hora y Eric había roto su promesa.

El castaño no pudo seguir conteniendo sus pensamientos, fue un error tonto de su parte, su plan era ir convenciendo poco a poco y de forma subliminal al pelirrojo acerca de este "ingenioso" plan. No obstante, fue un sentimiento parecido al que uno siente cuando se prepara una enorme sorpresa para alguien especial, pero faltan días para revelarla, y uno se muerde las uñas ansiosamente por confesar la sorpresa antes de tiempo. Eric no fue tan fuerte y terminó escupiéndolo todo, lo que los llevó a pelearse: primero de palabras, gritos y después a los puños, hasta que Stan y Kenny llegaron.

Se sintió como un completo imbécil hipócrita cuando Eric estuvo a punto de revelar frente al resto que él hizo lo mismo; absurdamente escapó al lago para también intentar quitarse la vida, aunque para él una decisión de esta categoría ya no se era apta de ejecutar. En pocas palabras reprender al castaño por sus ideas suicidas cuando él mismo también las tenía era ser muy doble cara de su parte o al menos esa fue la conclusión a la que el fantasma judío llegó tras casi ser expuesto.

Prefirió distraerse preparando sándwiches, absurdamente tenía hambrea, en un principio solo iba a prepararse uno para sí mismo. Pero terminó haciendo varios al estar hundido en la marea de sus propios pensamientos.

—Kyle...

Una familiar voz le llamó haciendo que levantara su pérdida y sombría mirada hacia él, hacia el chico del pompón rojo que estaba parado en el marco de la puerta de la cocina.

Tras bajar las escaleras se separó de Kenny, el rubio fue al baño por el botiquín para volver arriba y curar a Cartman, mientras que él aprovecharía ese breve momento a solas con el fantasma de su súper mejor amigo para hablar con él. Sudó frio al entrar a la cocina. Su corazón se agitaba con sentimientos contradictorios: terror y alegría. Le aterraba saber que estaba viendo un fantasma preparar sándwiches, pero también estallaba de la alegría al saber que no miraba a cualquier fantasma; era el fantasma de su súper mejor amigo preparando sándwiches. Absurdo, tonto, ilógico, pero sublimemente encantador.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora